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Intrascendente celebración

por Emilio Montero Herrero
19 de diciembre de 2025
EMILIO MONTERO
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El presidente del gobierno decidió para este año 2025 la celebración del “Año de Franco”, el dictador español que murió plácidamente en su cama por causas naturales después de ganar una guerra civil en 1939, poner orden en el caos, ser terriblemente malo para unos y muy bueno para otros. Un periodo de tiempo que duró hasta su muerte el 20 de noviembre de 1975.

Con un presupuesto de 20.391.229 euros esta celebración debía ser, según el Gobierno, una gran ofensiva política, mediática y cultural para reforzar su relato. Sin embargo, el resultado ha sido tan invisible como irrelevante. Apenas aparece una presentación con la cantautora Jimena Amarillo, haciendo una caótica versión de «Libertad sin ira», y una obra de teatro en la Universidad de Granada sobre Federico García Lorca, homenajeando a las víctimas del barranco de Víznar, además de algunas conferencias y tertulias.

El fiasco del Año de Franco no solo es un error de comunicación, es un síntoma del colapso ideológico de la izquierda española, incapaz de conectar con los problemas reales de los ciudadanos, obsesionada con batallas culturales equivocadas, y aferrada a una narrativa que cada vez cala menos en la sociedad.

Mientras la economía se deteriora, la inseguridad crece, y la corrupción salpica a todo el Ejecutivo, el Gobierno se aferra a fantasmas del pasado. Pero ya no funciona. La ciudadanía empieza a valorar otras voces, otros relatos, otros referentes. Y, curiosamente, Franco aparece con más fuerza en el debate social que nunca. Y no precisamente como el villano que esperaban.

Si se pretendía dar un vuelco a la Historia, el resultado ha sido un intento fallido. Se ha comprobado, con distintos sondeos coincidentes, que ha crecido, sobre todo entre la juventud, la añoranza por el viejo régimen y el voto a favor de la extrema derecha.

Se buscan afanosamente razones de esta regresión democrática en una parte considerable de la población joven. Se atribuye a fallos graves en la enseñanza de la Historia contemporánea, a la perversa influencia de las redes sociales y al mal ejemplo de la clase dirigente; pero la causa principal del malestar es seguramente la falta de vivienda, de trabajo estable y de porvenir: el convencimiento de que vivirán peor que sus padres. Asistimos al empobrecimiento de las clases medias. Los datos del reciente informe de Cáritas reflejan los dramáticos apuros de muchas familias para sobrevivir. España es hoy el sexto país de la Unión Europea con más pobreza. De esta forma, la celebración ha chocado con la realidad.

Siempre hay que dar un voto de confianza a los jóvenes, ellos tienen su ideal del mundo y de España. Llevan dentro una energía que los adultos tal vez hayamos ya gastado y no les falta motivación para emprender sus causas. Tal vez quieran cambiar lo que se les ofrece: una prosperidad precaria, el hombre como violador, la ecología como religión, un futuro laboral gris, una patente falta de ideales y exigencia, un exceso de carga impositiva, una diferencia social en aumento y una brecha que crece entre comunidades, una familia desprotegida, la inmigración desatendida, la delincuencia en aumento… Y sospecho que además perciben el deterioro institucional: ese Gobierno que ejerce a base de reales decretos, imponiendo, una cámara baja mordaza, un Senado sin fuerza que no puede cambiar o paliar el rumbo de las cosas, una sociedad que no puede votar a pesar de que no se han presentado ni aprobado presupuestos.

Si algo tienen los españoles es, además de mala memoria, poco sentido crítico de los hechos históricos. Si a esto le sumamos el enfoque desde el victimismo del perdedor, entonces tenemos el mal resultado de la conmemoración de la muerte de un señor al que ya pocos conocimos.

La pregunta es por qué cincuenta años después de su muerte el Gobierno invoca el recuerdo de Franco. Hay quien no acaba de entender esta “añoranza”, cuando las personas menores de 65 años no parten de una experiencia vital de la dictadura. La inmensa mayoría de quienes vivían por aquellas fechas ya no están en este mundo. La población española con más de 65 años de edad ronda sólo los 9 millones de personas, mientras la población total se sitúa cerca de los 49 millones.

El resultado intrascendente de la celebración del año de Franco, debería hacernos reflexionar a todos, unos y otros, para recuperar definitivamente la cordura y la concordia. Franco está muerto, ya no puede hacer nada, ni bueno, ni malo, invocándolo no hacemos más que perder el tiempo en vez de dedicarlo a resolver los problemas actuales, de los que tanto tenemos que hablar para llegar a acuerdos que permitan superarlos.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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