Recuerdo cuando era adolescente cómo entrenábamos a la intemperie todos los días. Y también cómo el campo de La Albuera era de tierra o el suelo del Serichol, de baldosa. Disponer de un pabellón era un lujo que tampoco echábamos de menos porque nunca lo tuvimos. Bueno… alguna vez jugábamos en Maristas o en el Teodosio, pero no era ni mucho menos lo habitual, salvo que jugaras en el JPM o en el Imperio.
El tiempo pasó y surgieron más instalaciones. Casi todas pequeñas, pero, al fin y al cabo, a cubierto. Y también insuficientes porque no surgieron muchas. Tanto es así que, a día de hoy, algunos clubes no pueden atender la demanda de jóvenes deportistas que quieren entrar en sus equipos porque no pueden acceder a las horas de entrenamiento que necesitarían para atender esa demanda, ante la falta de instalaciones.
Hace unos cuantos años ya, el Ayuntamiento decidió que las instalaciones fueran gratuitas para los clubes federados. Eso, que podía ser comprensible ante la crisis del momento y las dificultades de los clubes para completar sus presupuestos, creo que no fue una buena idea a largo plazo. De hecho, pienso que cualquier entidad privada, por muchas dificultades que afronte, debe pagar por el uso de cualquier servicio público.
No quiero decir con esto que con ese dinero que se dejó de ingresar se hubiera arreglado el problema que sufrimos hoy, pero sí que da una idea de la escasa perspectiva a largo plazo del deporte en nuestra ciudad, entre otras cosas, con presupuestos estrechísimos. Y ahora soportamos las consecuencias, sobre todo los jóvenes que quieren entra en un equipo y no pueden. Porque uno se da una vuelta por La Albuera, el Teodosio o, incluso, por el Perico, y es palpable la decadencia e insuficiencia de las instalaciones deportivas en Segovia.
