Hace 45.000 años, los neandertales deambulaban por las proximidades del río Eresma, a apenas 500 metros del Alcázar de Segovia. Aunque no está demostrado que habitaran ahí, existen huellas inequívocas de su paso por una región que, prácticamente hasta el comienzo de nuestro calendario gregoriano, no adquirió su nombre actual.
Segovia es sinónimo de historia, patrimonio y cultura, suponiendo dichos atributos su principal virtud y, al tiempo, su más feroz enemigo. Es difícil, para cualquiera que oiga su nombre, abstraerse de la belleza que evoca y enfocarse en apartados más superficiales o fútiles.
Sin embargo, casi 2000 años después de la construcción de su icono más representativo, la ciudad encara una nueva era en la que, de nuevo, ha de situarse a la vanguardia de la industria, la innovación, la convivencia social y el progreso.
El reto es grandioso, como debió serlo el de sobreponerse a la invasión musulmana, la reinvención tras el hundimiento de su industria textil, o la resistencia al saqueo francés durante la Guerra de la Independencia. Para ello, Segovia debe apoyarse en su más valioso patrimonio: las personas y su talento.
En ese sentido, cabe decir que una de las claves del desarrollo del talento, junto a la habilidad, capacidad y actitud es, precisamente, la referida a las “circunstancias” en que se pretende potenciar el mismo.
Por tanto, la ciudad, cuya bandera para este siglo lleva impresa la palabra innovación, habrá de apostar por un ecosistema disruptivo y transformador desde la base, dedicando recursos a la formación técnica, el fomento del emprendimiento, la adecuación de instalaciones municipales, el desarrollo de herramientas y la flexibilización en el ámbito recaudatorio y burocrático.
Además, se debe acometer, de forma paralela, un plan específico para dotar de oportunidades transformadoras a las empresas de sectores tradicionales, que afrontan un futuro plagado de dificultades e incertidumbre. La metamorfosis de dichas empresas hacia modelos de negocio más eficientes, cercanos a la tecnología y a nuevos hábitos de consumo, se antoja una cuestión de vida o muerte.
Por otro lado, Segovia tiene que orientar sus esfuerzos en el crecimiento y sostenibilidad del sector servicios, muy atomizado en pequeños comercios, que habrán de subirse a la ola del cambio normalizando el contacto con inversores y empresas de financiación alternativa, e interiorizando los nuevos hábitos de consumo y la experiencia del cliente como los grandes ejes de los que dependerán su supervivencia y éxito.
De forma paralela a lo anterior, Segovia deberá capitalizar su cercanía a Madrid ofreciendo elementos diferenciales a quienes trabajen en su territorio respecto a quienes lo hacen en el ajeno, pero también haciendo valer las enormes diferencias medias en cuanto a calidad de vida entre ambos emplazamientos.
Como elemento final, todos los ejes del cambio mencionados tendrán que ser acometidos desde la alineación de todos los agentes económicos de la ciudad pues, tal y como formuló el Nobel de matemáticas John Nash, “una competencia individual no garantiza un resultado óptimo, pues cada jugador obtendrá un mayor rédito si comparte su estrategia con el resto”.
Segovia afronta el porvenir sobre una base de estabilidad, claros y esperanzadores indicios de liderazgo en algunos nichos específicos y un sinfín de oportunidades a su alcance.
No existe un futuro que no esté compuesto por la sucesión de decisiones presentes; el momento es ahora.
____________________
(*) Director de Invest in Cities
