La crisis de 2009 despertó la momia de Lenin congelada en la facultad de Políticas. El populismo progresista del filósofo Laclau renombró “casta” a la burguesía y “los de abajo” al proletariado. Una actualización peronista suficiente para absorber a tres millones de indignados en 2016 y a Izquierda Unida, que cambió un siglo de historia por un ministerio sin competencias.
Pablo Iglesias, el nombre hace al hombre, siempre soñó con ser el líder de los socialistas. Por eso recuerda a sus militantes que él es la verdadera izquierda. Metió sexta en sus apariciones televisivas con el ego de un rapero y el tono ceremonioso que requiere esa religión laica que es el comunismo. Su actitud parecía decir: “Estos socialistas no se merecen que me haya leído a Marx”.
Desde que llegó a la política ha conseguido que aumente la desigualdad, el populismo, las elecciones y los debates binarios e identitarios. Escenarios donde se mueven mucho mejor que en el BOE o en el Excel. Cualquier cosa mejor que gobernar. Al fin y al cabo, son politólogos, no políticos. Qué es como poner a Mourinho de delantero o a un borracho de catador. El presidente Sánchez no ha hecho nada que no hubiera hecho sin Iglesias en el Gobierno, por mucho que el segundo quiera atribuirse el escudo social.
¿Quién quiere vivir como vicepresidente en la mayor crisis social de los últimos años pudiendo morir luchando contra el fascismo? Nunca se sintió cómodo con la chaqueta del poder. Sirvió para señalar que el rey iba desnudo, pero no para hacer de Rey. Si la realidad te aburre, invéntate otra. En realidad, no lo parará una Ayuso encantada con su aparición, lo pararan a quienes pisó en la subida de la escalera y que ahora le esperan en el descansillo como una fila de acreedores. Tania, Íñigo, Vallecas, la prensa…damnificados hasta el moño.
Tampoco le ayudaran en campaña los votantes socialistas que sí saben distinguir la gestión de los gestos, el sentimiento de clase del resentimiento y a un sabio de un resabiado: votarán Gabilondo. El silencio es el ruido más fuerte en medio del caos.
No es la Ley de Hierro de Michels la que acabará políticamente con Iglesias, esa norma que explica porque los líderes en un principio se guían por la voluntad de las masas, pero pronto se emancipan y se vuelven conservadores y autoritarios, alejándose de las bases. De los círculos a los circunloquios. Lo que acabará con este malentendido es la ley del poeta José Hierro, que escribió: Grito “todo” y el eco dice “nada”, ahora sé que la nada lo era todo. Después de tanto, todo para nada.
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(*) Sociólogo.