Yo creo que la culpa es de Franco. Casi toda. Influye también el derrotismo o la intermitente falta de autoestima de los españoles pero Franco ha tenido una incidencia nefasta. Si te piropeó, si difundió lo que podía ser una gesta, si los textos educativos de su época te elogiaban vas de puto cráneo. Has pasado a ser un ignorado, pensemos en Blas de Lezo o en Manuel Machado, o un personaje que huele a tiranuelo sanguinario, a exterminador de culturas como Cortés.
Tomemos el ejemplo de este extremeño. Es un militar y diplomático descomunal. Conquistó el vasto imperio azteca con un puñado de hombres: una de las grandes epopeyas de todos los tiempos, según el mejicano Carlos Fuentes. No habría podido hacerlo sin ser un notable estratega. Tampoco sin revelarse un hábil negociador; en el ataque final contra la capital azteca contó con el apoyo de más de 150.000 indios de otras tribus, tlaxaltecas, etc… a los que había seducido. Se le tacha de brutal; para un progre no es políticamente correcto considerar su figura, en Méjico continua siendo un paria silenciado o execrado, sólo hay un busto suyo en el claustro del hospital que fundó y que sigue funcionando. Es una aplicación burda del presentismo, juzgar a un personaje con los patrones intelectuales o morales de ahora, con una mirada anacrónica. La acusación es primaria. Los aztecas no eran precisamente pacifistas que convencían con la sonrisa. Si Cortés los derrotó es porque se alió con tribus inhumanamente sojuzgadas por los aztecas a los que detestaban. La película “Apocalipto” de Mel Gibson describe bien el trato bestial y documentado que los aztecas daban a sus subyugados y hace poco se descubrió en Zultepec los restos del lugar donde fueron sacrificados a los dioses Tezcatlipoca y Quetazalcoatl unos 550 españoles a los que se arrancó el corazón antes de ser sacrificados y, a veces, devorados.
Resulta discutible, entonces, que pasemos por alto la conmemoración de la llegada de Cortés a Veracruz por temor a herir a los mejicanos. Si lo adecuado allí es ocultar a Cortés-hace años en un viaje del príncipe Felipe a la ciudad de Méjico los responsables del protocolo local, azarados, hicieron malabarismos para evitar que nuestro futuro monarca, fui testigo, visitara la iglesia en la que casi clandestinamente reposan los restos del español-no podemos hacer nada. No vamos a bombardearlos con exposiciones que muestren que son tan hijos de Cortés como de los aztecas, que estos no eran angelitos , que con la llegada del extremeño acabaron la antropofagia y los sacrificios humanos y que los conquistadores se mezclaron con los nativos como otros colonizadores no han hecho. Ahora bien, avergonzarse tercamente-recalcando solo lo negativo desde nuestra perspectiva del siglo XXI- de figuras que cambiaron trascendentalmente la historia del mundo resulta curioso. Muy español. Ya el bueno de Joaquín Costa decía que echáramos siete llaves sobre las tumba del Cid y que desecháramos esos grandes nombres, Sagunto, Numancia, Otumba, Lepanto, “ con los que se envenena a nuestra juventud en las escuelas, y pasémosles una esponja”.
Hombre, tampoco es eso, ni restregárnoslos en cualquier texto como en la época de Franco ni ignorarlos concienzudamente porque no eran defensores de los derechos humanos ni de la igualdad de género. Entonces no existían en ninguna latitud.
Hemos desarrollado una serie de complejos absurdos que chocan a historiadores extranjeros. En el reinado de Zapatero en el programa de acceso a la carrera diplomática se eliminaron los temas de los Reyes Católicos y del Descubrimiento de América y se incluyeron varios de la Alianza de civilizaciones. ¿ Se imaginan a un joven diplomático español que destinado en Bolivia o Estados Unidos, bien pertrechado sobre lo de las civilizaciones, no pudiese defender nuestra llegada a América o la unidad de España- con las coronas de Castilla y Aragón que incluía el condado de Cataluña -porque no “ había preparado el tema”?
Aprendemos estos días que el gobierno se ha montado por fin en el tren Magallanes. Que debería llamarse expreso Elcano- Magallanes. El portugués inició la vuelta al mundo pero fue el vasco el que la concluyó regresando con 18 hombres de los 240 que salieron. ¿ Y hay que ocultar con pudor para no ofender a los portugueses, a los que de verdad aprecio, que fue una empresa española, hecha con impuestos españoles, esencialmente española porque el navegante portugués como Colón no convenció a otros reyes sino a los nuestros? ¿Ha ganado Ronaldo la Copa de Europa o el Real Madrid (con Ronaldo y otros)?
Ensalzar lo que en el franquismo se consideraban proezas no está bien visto. En el relato actual de los últimos de filipinas hay tanto protagonista desalmado y macarra como gente valerosa y cabal, ensalzar a Agustina de Aragón es de mal tono, tiene un tufillo patriotero y cursi, alabar a Mariana Pineda o mi apreciada paisana Carmen de Burgos, sin embargo, es oportuno, el navarro Francisco Javier, un personaje con el que Hollywood habría hecho dos superproducciones, estaba condenado a la ignorancia actual desde el momento en que el “franquista” Pemán lo biografió en una obra de teatr. Blas de Lezo, un tipo cojo, manco y tuerto defendió con éxito Cartagena de Indias frente a una muy poderosa escuadra inglesa y con su victoria es, en consecuencia, responsable de que en buena parte de América del Sur se siga hablando español. Imagino que Juan de Austria tampoco se estudia en los libros de muchas autonomías, ¿ para qué?, sólo era un español con mayúscula, que con 22 años, mandó la escuadra cristiana en Lepanto. Una “elección extraordinaria” de su hermanastro Felipe II según el historiador Roger Crowley.
Juan de Austria fue llevado al cine durante el franquismo (Luis Lucía dirigió a Jaime Blanch en “Jeromín” , 1953) Al régimen le gustó. Mala suerte para que pueda ser recuperado. No sé por qué me recuerda a Trump y a Pedro Sánchez. La cautela de Sánchez en Venezuela no es por disgustar a Podemos. Es que si Trump ha fulminado a Maduro es difícil para un progre hacer lo propio. El bocazas yanqui, como Franco, todo lo contamina. Incluso a Ghandi y la madre Teresa si los elogia.
