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Historias, anécdotas, refranes… De generación en generación

por Moisés Migueláñez Gómez
23 de agosto de 2025
en Tribuna
MOISES MIGUELANEZ GOMEZ
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En cada localidad, a través de los tiempos, aparecen personajes que por sus costumbres, sus anécdotas, refranes… han pasado a la historia local, dejando huella en la memoria colectiva.

Normalmente, en los pequeños pueblos castellanos, estas personas estaban vinculadas a profesiones, especialmente agrícolas, oficios tradicionales, o simplemente por características destacadas en su forma de vida. Sin duda, transmiten con su forma de ser, de decir, de convivir…sabiduría popular y forman parte, sin estudios universitarios, ni másters, del acervo cultural local. Al nombre de estos personajes, suele preceder el de “el tío” o “la tía”, lo que les convierte en más cercanos o familiares.

A veces la cultura de un pueblo y su forma de vida antigua, puede conocerse a través de los refranes, pues éstos reflejan diferentes situaciones de la vida pasada que, frecuentemente, contienen juicios o experiencias que son siempre aplicables a la vida ordinaria.

Hace unos días citaba tres personajes, alguno prácticamente un juglar, que pasaban por mi pueblo, Migueláñez   y que yo, de niño, conocí.

Hoy quiero destacar un par de “paisanos”, que, sin haberlos conocido, sin duda, cumplen las características que al principio indicaba.

EUSTAQUIO HERRANZ

Ha pasado al recuerdo de todos como “el tío Eustaquio Toñito”, del que se decía, entonces, que era tan listo como Don León (el médico). Han pasado varias generaciones y su recuerdo sigue vigente por sus refranes, dichos y sentencias. Era hermano de José Herranz, el chocolatero, bien conocido por su famosa firma de CHOCOLATES HERRANZ, moderna fábrica, para aquellos años, que comercializó el chocolate no solo por Castilla, sino por gran parte de España, en cuyo envoltorio de la correspondiente tableta figuraba el Acueducto de Segovia y el nombre de Migueláñez, y también hermano de la “tía María la Toñita” (tan refranera como él).

Era tan dado a esa cultura y saber popular que sus refranes y sentencias han pasado de boca en boca y de generación en generación; hoy día, es frecuente aplicar una sentencia con la coletilla de …. “como decía el tío Eustaquio”.

Cantidad y cantidad de refranes desgranaba en conversación normal. Sólo transcribo algunos:

– “Quien de joven come gallina…de viejo caga las plumas”

– “De banquero a ladrón, …sólo un escalón”

 “Quien siembra en rastrojo, llora con cada ojo”

– “El dinero, como el pan duro, lo mismo hace feliz que escalabra a uno”

– “En funciones y en bodas salen más mujeres preñadas que burras gordas”

– “Galgo que aprende a joder antes que a correr, mal galgo es”

– “Da más quehacer a Dios un labrador que cien industriales”

En este último salía bien retratado él, que en aquellos tiempos fue un “industrial” que comercializó cereales, paja, abonos…

Debido a esta actividad, en aquellos años, tuvo el primer teléfono que existió en el municipio, a través del cual, en esa época tremenda   de guerra civil, pudieron llegar a familias del lugar noticias de tantos jóvenes, algunos con casi 18 años que estaban en el frente. Un ejemplo más de esa colaboración, ayuda y familiaridad de la que siempre hizo gala Migueláñez, sin tener en cuenta clases sociales ni caudales económicos.

Hasta hace poco la fachada de su casa lucía una placa en la que se leía:

   EUSTAQUIO HERRANZ / COMPRA VENTA DE CEREALES/REPRESENTANTE DE ABONOS/ NITRATO DE CAL DE NORUEGA/ FOSFATO DE CHILE.

EL TÍO PANARRA.

Su nombre auténtico era Mariano Pastor Sastre, aunque pocos le nombraban así.

Nació en Migueláñez un 12 de diciembre de 1868, hijo de Mauricio y Agustina. El primero padre de Mauricio Pastor y abuelo de Ciriaco Pastor, más cercanos a nuestros tiempos.

Curiosa costumbre existió en esta familia, si el padre se llamaba Mauricio, el primogénito habría de llamarse Ciriaco, siendo Mauricio el sucesor de éste. Esto perduró hasta que el citado Ciriaco Pastor nombró a su hijo, Jesús.

El tío Panarra murió en Migueláñez en 1950, a los 82 años. Tuvo un telar, de los bastantes existentes en la zona (Bernardos, Santa María la  Real de Nieva…) y un molino de chocolate, dulce manjar  tan frecuente  siempre en Migueláñez. Iba por los pueblos de Valladolid y Segovia, con su elegante tartana, vendiendo tejidos y chocolate.

En aquellos tiempos acumuló “una fortunita”, siendo singular prestamista   de la época.

No tuvo hijos, y entre otras cosas, su sobrino Mauricio recibió dinero para que su hijo, Ciriaco Pastor, fallecido hace unos años, gran pedagogo, entusiasta de la enseñanza con amplio bagaje cultural, bien conocido en círculos pedagógicos segovianos, con una vida entregada a su pasión, la enseñanza. Pues bien, gracias a la ayuda del Tío Panarra, Ciriaco, en el año 1942, año de hambre y de miseria, motivado por la guerra civil y mundial, pudo estudiar en la capital.

Mariano, era personaje estrambótico, amante de sentencias y refranes, y, con rarezas tales como hacer una bodega fabulosa en el sótano de la casa, para lo cual vendió sus viñas, excepto una pequeña. Construyó en la plaza una casa excelente, con ladrillo pétreo y tres pisos, aunque solo habitó el de abajo. Se hizo un mausoleo en vida, en contra del costumbrismo de antes, compró un féretro y de vez en cuando se metía en él, por si hubiera que ajustar medidas. Comía las cáscaras de la fruta y tiraba lo de dentro.

Cuando murió sus fincas de Pozaldez, Sieteiglesias…sin escriturar, fueron arrebatadas por los arrendatarios, y deudas en metálico, sobre nada menos que unas cien mil pesetas, de entonces, no se pudieron cobrar.

Resumiendo, hombre incansable, justo, caritativo, raro, muy raro, pero al fin…un hombre bueno.

Gran parte de esta historia se debe a lo recogido por el antes citado Ciriaco Pastor, con el que aparte de lazo familiar, gocé de su amistad y cariño, y del que, como maestro, de él aprendí tantas cosas.

Pues bien, sería largo añadir vivencias con más personajes, algunos conocí, de otros oí hablar, tales como la citada María la Toñita, con sus sentencias y refranes, el tío Severiano y su amigo Lorencillo, con sus cuplés que hacían las delicias del auditorio, Demetrio el Nevaillo, con su permanente traje de pana y su prodigiosa memoria, D. Mariano, el cura, personaje singular…

Todos ellos, sin tener una placa en la casa donde nacieron, siguen ahí, generación tras generación en la mente de sus paisanos, formando parte de la historia local.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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