En uno de los márgenes de la actual Autovía de Pinares, próximo al cruce que se desvía hacia Zamarramala y junto al histórico cerro de los Castros en Valseca, se situaba el Acueducto de San Medel, al que se conocía en la comarca como ‘el Acueducto de los Dieciocho Ojos’, por su número de arcadas. La infraestructura construida en el siglo XVIII, perduró en pie hasta la mitad del siglo XX. Hoy tan sólo queda algún paredón. El acueducto formaba parte de la red de abastecimiento que partía de la fuente de Rubiales en Bernuy de Porreros hasta el hoy barrio de Zamarramala.
La fuente de Rubiales, actualmente bien conservada, es un ornamento ovalado de bloques de piedra caliza que acoge en su subsuelo el manantial, que primitivamente a través de una sección cerámica se prolongaba por la parte inferior de los cerros de Los Castros, y llevaba el agua por su propia inercia, salvando el desnivel de la zona con el acueducto, hasta la caída del terreno a Zamarramala, con final en la fuente pública de Las Alcaldesas. Una interesante infraestructura hidráulica realizada en el año 1771, por el arquitecto civil, Fray Marcos de Santa Rosa.
Un detallado libro escrito por Faustino Huertas Jordán, en el año 1865, nos da cuenta de la misma. En su investigación, señala que el abastecimiento “se pierde a los treinta y tres años, en 1808, como consecuencia de la invasión napoleónica”. En su cronología, nos dice que se vuelven a emprender y suspender las obras, del año 1848 al 1854, y finalmente, “en el año 1862, se retoman, disfrutando de las mismas unos treinta años, hasta el descuido y el abandono”, señala. Este año de 1862, fruto de las autoridades, como el Gobernador, Félix Fanlo, y el sacerdote de Zamarramala, Víctor Mateos, que se encargó de anticipar el dinero, se ejecutan las obras que finalizan en el año 1863, en el que se bendicen las aguas el día 21 de noviembre, con la asistencia del Gobernador, el párroco y el alcalde, en medio del repique de las campanas de la iglesia de la Magdalena, el disparo de los cohetes, la dulzaina y el tamboril, y la pirámide de la fuente pública decorada con un arco de madera. El acto se sucedería el día 22, con la función principal, en el que aparecieron los balcones de las viviendas decorados con pañuelos de seda, y al que nada más y nada menos, según la publicación asisten 10.000 personas.
Uno de los mayores problemas del trasvase se daba en el Acueducto, “donde las reparaciones eran constantes”, precisa la memoria. El trayecto que ocupaba el acueducto, “estaba destruido en su mayor parte. La cañería de barro para evitar sus constantes rompimientos a consecuencia de la presión del aire, era indispensable sustituirla por la de plomo”. A lo que se añadía “el consentimiento que se permitía a los segadores en verano, que levantaban las cobijas y agujereaban los tubos para beber agua, dejando impunes tan criminales excesos. Los registros estaban casi siempre descubiertos”.
En la reconstrucción del Acueducto se invirtieron en el año 1864, un total de 4760 reales, con la adquisición de128 cotos de piedra blanca de una vara de longitud. De forma paralela, para la regulación del abastecimiento de Rubiales se redactaron unas ordenanzas, que incluían en las mismas a los Guardas del Agua, para preservar su funcionamiento.
La cronología del suministro de agua, evidenciaba desde la últimas décadas del siglo XIX, hasta 1905, que la situación del abastecimiento de Rubiales a Zamarramala, volvía a ser toda una preocupación, “debido a la mala calidad de la tubería de barro y ladrillo, el agua dejó de correr por los hermosos chorros del caño de la fuente pública”, explicaba el vecino Mariano González, en el Adelantado de Segovia, quien recordaba que “fue a raíz de la toma de posesión del secretario, hijo de este pueblo, Bernardo Sanz, cuando con la dedicación de su esfuerzo se resolvió el problema consiguiendo a través del Estado una ayuda del 50 por ciento de las obras, presupuestadas en 60.000 pesetas, teniendo que reintegrarlo el pueblo en veinte años”, subraya González.
La importante obra hidráulica por fin se concreto en el año 1932 con el replanteo definitivo de la conducción a cargo del ingeniero de la Confederación Hidrográfica del Duero, Longinos Luengo, y el ayudante de Canales, Caminos y Puertos, Mariano Mateos, quienes incluyeron un tendido de la tubería de hierro de una longitud de cinco kilómetros, “figurando también en las obras de la conducción dos túneles y un depósito regulador con una capacidad de diez y ocho y medio metros cúbicos, que fue construido a la salida del segundo túnel”, según el proyecto, cuya previsión fue de “dotar al pueblo de un caudal de cincuenta litros por habitante y día”.
En el siglo XX, el agua que llegaba a Zamarramala, seguía siendo visto como un recurso en alza, tanto es así, que en el pleno del Ayuntamiento de Segovia de octubre de 1922, el concejal Sr Carretero, según recoge el Boletín Oficial de la Provincia, presentó una moción verbal “proponiendo que se llevara a la ciudad el agua de los manantiales llamados Los Rubiales pertenecientes al municipio de Zamarramala” acordando el ayuntamiento “pasar el asunto al arquitecto municipal para su informe acerca de lo que pueda costar el estudio del proyecto”. Precisamente este fue un asunto que sorprendió a algunos alcaldes de la zona, cuando se construyó la nueva Autovía de Pinares en 2008, el hecho de no recurrir la ciudad de Segovia, a donde pertenece Zamarramala como barrio, el derecho del agua de Rubiales, en estos tiempos en los que el agua es un tema tan candente de valor.
El vecino de Zamarramala, Miguel Ángel Mateo, recuerda de niño y también de haberlo oído en casa, la situación de los tres tunéles, “uno situado en la parte inferior del arenero de los Castros; otro, situado en el Rocín, el más largo, de una longitud de unos 600 metros que se situaba a unos 400 metros al oeste de la bajada de la carretera de Zamarramala, y el más pequeño el de El Almendro”. Ya en el pueblo la arqueta principal que desviaba el agua al caño, “se situaba en el camino de Bernuy, donde hoy se localizan unos chalets, y que de pequeños lo conocíamos como ‘la casa de los Enanitos’, porque jugábamos allí”, recuerda con bisoñez.
En esa obra de los años treinta, participaron en la ejecución de los túneles, “buena parte del vecindario de Zamarramala, junto al encargado de la obra, el Tío Piquero, y dos o tres ayudantes, que realizaron el mismo ayudándose de medios manuales”, señala. Además, recuerda Mateo, como en su momento desde la fuente de las Alcaldesas, se prolongó un único ramal hasta un matadero que había en el pueblo, cuya conducción abastecía a una charca, abrevadero, lavadero y al propio matadero”. Alrededor del año 1975 llegó hasta el casco urbano de Zamarramala la red de abastecimiento procedente del barrio de San Marcos, mientras que hasta la fuente de las Alcaldesas, acabaron llegando los últimos retazos del agua procedente de Rubiales.
De esta manera, el curso del agua, según recuerdan los vecinos, “siguió llegando hasta finales de los años 70”. El apego de Rubiales dejó impregnado en el callejero municipal de Zamarramala, la Calle de la Venta Nueva, debido al intenso tránsito y dependencia de los zamarriegos a la zona del trasvase, próxima a la ya extinguida Venta nueva de San Medel.
De manera anecdótica, las fiestas de Carnaval y la legendaria fiesta de Santa Águeda a lo largo de los años, han sido muestras de sátira, prosa y humor en sus pregones y demostraciones en torno a los desvelos que han llevado de cabeza a los zamarriegos por la perseverancia del agua procedente de Rubiales.
La crónica histórica de 1863
Pero vayamos a la realidad histórica, la llegada de las aguas a la fuente pública, en el año 1863, se celebró por todo lo alto durante los días 21 y 22 de noviembre. La crónica del secretario del ayuntamiento, Faustino Huertas, “Restauración de provisión de aguas potables al pueblo de Zamarramala (1865), narra la celebración de la nueva llegada de agua a la fuente de las Alcaldesas.
El eje de la fiesta, la pirámide de la fuente pública, “se hallaba decorada con un arco de madera, como de veinte pies de altura y diez de latitud, cubierto, así como el jarrón, con la bandera española, y seiscientos vasos de varios colores que arrojaban luces sorprendentes”. Huertas añade, “todos los balcones, rejas y ventanas de los edificios se hallaban decorados con colgaduras, hermosas colchas y pañuelos de seda, una jornada además repleta de autoridades públicas”, tomando la palabra el Gobernador, José de Lafuente, quien entre palabras, incidió en “procurar con esmero y diligencia de la conservación y mejora de vuestro acueducto, dejando tan bello legado a los que os sucedan(…), y bendecid conmigo a esta y a la mejor de las Reinas. ¡Viva Isabel II ¡,”, enfatizó, repetido por los más de dos mil asistentes. Antes de regresar a la iglesia se dejaron encendidas en el pilón de la fuente cuatro velas con un crucifijo, que permanecieron mientras se oficiaba la misa. Después tuvo lugar un abundante refresco en la Casa Rectoral.
DOS CIEGOS DE RODILLAS
Pero el acto más multitudinario tuvo lugar en la procesión de la tarde, cuando en la plaza de la Magdalena se concentraron cerca de diez mil personas, con personalidades de todas las clases, “funcionarios públicos, militares, eclesiásticos, hacendados, comerciantes, artesanos(…), todo un enjambre de personas, con elegantes y lujosas damas, carruajes, y caballos de gran valor”, relata. Resalta con curiosidad, en el recorrido de la procesión, como en la calle Bachilleres y en la tercera puerta a la derecha, dos venerables ancianos se hallaban edificantemente arrodillados con una vela encendida cada uno, vertiendo abundantes lágrimas sus apagados ojos. Ambos estaban ciegos, el uno de edad de ochenta y dos años, oriundo de este pueblo y el otro de cincuenta y siete del de Valseca, enterneciendo a todos cuantos les observaron”.
En 1953 se subasta la piedra del acueducto de San Medel
Una vez que se realiza a comienzos de los años 30 del pasado siglo, la nueva infraestructura del trasvase de la fuente de Rubiales hasta Zamarramala , a través de los túneles y la extensión de tubería metálica, el Acueducto de San Medel, o de ‘los dieciocho ojos’, pierde su sentido y utilidad, queda inservible, pues por su altura de ocho varas pasaba la primitiva conducción de barro, que con la nueva dotación quedaba inutilizada.

Pese a estar ubicado en los Castros, termino municipal de Valseca, el propietario de la obra hidráulica es el municipio de Zamarramala. La altura del acueducto y su esbeltez llaman la atención en el entorno, y también sus labradas piedras pueden ser capricho de su deseo, y es por este motivo, además de lógicamente, recaudar algunos caudales por su estructura, por la que el Ayuntamiento de Zamarramala convoca una subasta pública para la venta de su piedra.
El 9 de diciembre de 1953, el Adelantado de Segovia, recoge la convocatoria de la subasta de piedra, que difunde: “a las doce horas del día 18 del actual se celebrará en este ayuntamiento la primera subasta de la venta de piedra blanca, labrada de dieciocho arcos de medio punto, existente en el sitio de los Castros, término de Valseca, próximo a la carretera de Segovia a Cuéllar, bajo el tipo de tasación de seis mil pesetas”, recoge la publicación, firmada por el alcalde Manuel Sanz.
Un acuerdo, que también quedó reflejado en el Boletín Oficial de la Provincia, el día 23 de noviembre, en el que se precisa, que “es requisito indispensable para acudir a la subasta constituir el importe del diez por ciento del tipo de remate como depósito provisional”. El destino de las piedras sirvió para afianzar casas y inmuebles necesitados en la época en las estructuras de viviendas.
Hay que destacar, también que el acueducto de San Medel, ya en el siglo XXI y como consecuencia de la creación de la Autovía de Pinares en 2005, fue fruto de un estudio arqueológico durante la ejecución de la nueva vía, al quedar muy próximos sus restos de la vía de servicio de la nueva autovía.
A través de los trabajos se desmontaron los restos de mampostería y quedaron al descubierto los pilares de piedra de la base del acueducto, además al otro lado de la carretera fueron descubiertas dos arquetas de piedra caliza que pertenecían a la distribución de los conductos del agua.
