Suelo coincidir con Javi Sáez en la mayoría de cuestiones deportivas. Hombre de vasto conocimiento futbolero, aunque claramente sesgado por su desmedida devoción madridista, a menudo intercambiamos opiniones sobre el Madrid y el Atleti. Por ejemplo, en el último derbi, ninguno de los dos vimos penalti de Tchouaméni (he tenido que recurrir a ChatGPT para escribir bien el apellido), y coincidimos en que el Madrid debió quedarse con nueve por las no expulsiones de Ceballos y Bellingham (gracias de nuevo, ChatGPT).
A principios de temporada, Javi me sorprendió con una reflexión de esas que uno no se espera: “¿¡Cómo es posible que Simeone haya metido a su hijo Giuliano en la plantilla del Atleti!?” confuso, sin duda, por lo que parecía un caso clásico de nepotismo en el mundo del fútbol. Decidí no recordarle a Davide Ancelotti en el banquillo del Real Madrid, ni tampoco quise remontarme a los viejos tiempos de la presidencia de Lorenzo Sanz, cuando fichó a sus hijos Fernando y Lorenzo para los equipos de fútbol y baloncesto, respectivamente. Es más, le di la razón: la presencia del hijo del entrenador, pensé, puede alterar el natural devenir del vestuario, anulando momentos de desahogo naturales (por decirlo de un modo suave) de cualquier otro jugador contra el entrenador.
Pero resulta que ambos estábamos tan equivocados como el Gobierno queriendo cerrar la central nuclear de Almaraz, cuando la Asociación Mundial de Operadores Nucleares, tras una minuciosa inspección acaba de concluir que esta central es la más segura y fiable de Europa, y que podría funcionar hasta 2063.
Quizás me cegaron los destellos de los nuevos fichajes y la rutilante irrupción de Pablo Barrios. Reconozco mi error: Giuliano Simeone ha demostrado en apenas media temporada que se ha ganado su sitio, a pulso y a golpe de esfuerzo, como un auténtico colchonero de raza.
En el fondo, tampoco es extraño que un padre conceda una oportunidad a su hijo en cualquier otro negocio, por lo que no veo que el fútbol, o cualquier otro deporte, deba ser la excepción, si el hijo vale y lo merece. Y Giuliano lo vale, y mucho.
