Muchos segovianos saben que la calle María Zambrano acoge el centro que los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca. Al cruzar sus puertas y entrar en sus instalaciones es fácil darse cuenta de que esto no es exactamente así. Este lugar no es un centro o una residencia asistencial para enfermos y disminuídos psíquicos o físicos. El lugar que la calle María Zambrano acoge es un verdadero hogar.
El fin de los hermanos de la Cruz Blanca es la atención personal y familiar de los enfermos, y la pulcra, luminosa y alegre ‘casa familiar’ lo trasmite a la perfección. Son tan solo 24 las personas que están atendidas y cuidadas con mimo y esmero por los cuatro hermanos de la congregación y 16 trabajadores fijos, entre los que se incluyen una fisioterapeuta, pedagoga y auxiliares.
Además, la casa cuenta con otra inestimable ayuda, la de los cerca de 70 voluntarios que pasan por la casa familiar. El voluntariado se reparte entre la ropería y la cocina. Otros muchos van a la casa a estar con los chicos, jugar a las cartas, sacarlos de paseo o echar una mano cuando salen a la calle de paseo o de caminata.
Los chicos que habitan la ‘casa familiar’ ven la televisión o descansan en el patio, y muchos dedican gran parte de su día a las actividades que se organizan para mantenerles divertidos y activos. Elaboran manualidades que después se venden en los mercados de los pueblos, como llaveros, percheros, cinturones, broches o cadenas de las gafas.
Estos días preparan animados los murales y disfraces que utilizarán para la representación de la obra de teatro ‘El Mago de Oz’, que presentarán con mucha ilusión el próximo octubre.
Otra de las grandes ayudas a estas personas son los donativos que desinteresadamente entrega el pueblo segoviano, del que Mario Suárez, superior de la casa, destaca su solidaridad y ayuda.
El Obispado cedió sus jardines, y en el año 2008 se hizo una gran obra, toda la casa fue remodelada y pasó a ser mixta, ya que hasta el momento había sido solo masculina. Actualmente, el ingreso en la casa se hace a través de los Servicios Sociales de la Junta, ya que algunas de las 24 plazas son concertadas y por tanto, cuentan con ayudas estatales, que aunque con retraso, de momento llegan.
La labor de los cuatro hermanos de la Cruz Blanca es todo un ejemplo de amor, dedicación y compromiso con “sus chicos” a los que dedican todo su tiempo y cariño. “Los hermanos y trabajadores hacemos la función de padre, madre y psicólogo” apunta Mario Suárez.
En sus palabras y en su cariñoso trato a cada persona de la casa, muestra su pasión por la labor que desempeña. A pesar de ello, el día a día no es fácil, “si digo que no es duro, mentiría. Aunque seamos consagrados, somos humanos”, expresa el hermano superior.
Vanesa Hernández es coordinadora y pedagoga del centro y como el hermano superior, solo hay que verles hablar y trabajar con los chicos para saber que para ellos hacer lo que hacen es muy gratificante “son muy agradecidos y te facilitan mucho la tarea, siempre tienen palabras agradables para ti”, cuenta Vanesa.
Ella y todos los trabajadores de la ‘casa familiar’ trabajan para procurar el bienestar de 24 personas que viven, sonríen, disfrutan y evolucionan paso a paso gracias a ellos y a la solidaridad de muchas personas, que se preocupan de que a “los chicos de la Cruz Blanca” les sonría la vida.
