Aniceto Marinas, uno de los grandes escultores españoles del siglo XX, esculpió un grupo por el que yo he pasado la mirada muchas, muchísimas veces, en circunstancias y lugares diferentes. Les ofreceré varias imágenes para que conozcan el recorrido no del todo feliz sino más bien azaroso que el grupo ha tenido, aunque comenzaré -no con una de ellas- sino con el autorretrato al pastel que se hizo el artista y que donó, con dedicatoria, a la Excma. Diputación Provincial de Segovia, agradeciendo la beca concedida por la institución que le permitió ampliar en Roma su formación. Creo que es un bonito detalle, aunque no se si al autor le agradaría, pues así podrán tenerle presente mientras repasamos las peripecias del grupo objeto de los comentarios que siguen a continuación.

Aniceto Marinas, en la plenitud de su arte y dueño de todos los recursos del oficio, llevó a la Exposición Nacional de Bellas Artes del año 1926 dos bellos grupos esculpidos en mármol, Ursus y Hermanitos de Leche, que fueron premiados con la Medalla de Honor. El Ursus estaba inspirado en la novela Quo vadis, del polaco Senkiewisz, mientras que Hermanitos de Leche, como tema, era creación del artista. Pasó al entonces Museo de Arte Moderno, que no lo expuso en ninguna de sus salas, sino que lo reenvió a la Biblioteca Nacional. Esta lo colocó en un rincón del jardincito de la entrada, donde permaneció bastantes años ¿oculto? entre setos de aligustre, que medio lo ocultaban a la mirada de quienes por allí pasaban y expuesta la obra a la intemperie, a sus heladores inviernos, a sus ardorosos veranos y a cualquier accidente, fortuito o intencionado que pudiera sufrir. En el brazo izquierdo del hombre se aprecian los daños causados por un golpe.

Mientras la obra esculpida en mármol emprendía sus idas y venidas, el vaciado en yeso fue donado por el artista a la Excma. Diputación Provincial de Segovia, agradeciendo la ayuda que había recibido de ésta en los años de formación. Los señores diputados acordaron colocarla en el patio central de su sede y allí permaneció mucho tiempo, rodeada de columnas y abierta a todo aquel que quisiese contemplarla ya que, por el lugar donde se expuso, nadie que entrase en el edificio podía dejar de verla, mirarla y, en la mayor parte de los casos, admirarla.

Ya he dicho que, para la obra Ursus, Aniceto Marinas se inspiró en la novela Quo Vadis, del polaco Senkiewisz. Para Hermanitos de Leche, según se ha escrito, en un poema de Gabriél y Galán.
Yo tengo otra historia. Un día, un padre afligido solicitó del Ayuntamiento de Segovia que le dejara apacentar una cabra atada con un cordel en el Pinarillo pues necesitaba la leche para amamantar a una nena cuya madre había fallecido. Marinas, que era del barrio de San Millán, donde se ubica el Pinarillo, supo del hecho y se inspiró en él para esculpir el grupo, en el que un padre sujeta una cabra de la que maman un bebé y un cabrito.

Años después, la Excma. Diputación Provincial encargó al ceramista Tito que hiciera en biscuit algunos ejemplares para regalar. En cierta ocasión, a mí me pidieron que diera una conferencia en uno de sus centros y, como compensación, me regalaron uno. Lo tengo encima de la chimenea junto a un trozo de madera de enebro, algo que también aprecio mucho.
A un presidente de la Diputación de Segovia, Rafael de las Heras, le gustó Hermanitos de leche: propuso a la corporación que se fundiera en broce y así se hizo. Lo que sigue no puedo asegurar que sea cierto, pero tal como lo oí lo cuento: la institución provincial lo ofreció a la ciudad de Segovia para que se colocara en el jardincito que hay en la Plaza del Conde de Cheste, al lado del palacio provincial, pero el Ayuntamiento rechazó la oferta alegando que allí ya había un monumento, el labrado en piedra por el escultor José María Moro en homenaje a la OJE. Entonces, la Diputación, tras tenerlo un tiempo guardado en una de sus dependencias, lo llevó a la residencia de El Sotillo y, más adelante, a Cuéllar, donde la escultura luce espléndida, en el jardín trazado cerca de la Puerta de San Basilio.

Toda la obra artística de Aniceto Marinas, incluido el grupo objeto de este comentario, ha conocido el situarse entre el aprecio y el menosprecio, siguiendo una trayectoria de ascensión rápida y caída atenuada. Y en esta última fase se hallaba cuando la Dirección General de Correos, en sus sellos dedicados al Arte Español, año 1998, emitió uno de 35 pesetas reproduciendo el grupo Hermanitos de leche. Era un reconocimiento que tanto el artista como la magnífica obra merecían.
Pero sigamos con la historia del grupo esculpido en mármol. Hermanitos de leche salió del jardín de la Biblioteca Nacional pero el Museo del Prado, heredero del Museo de Arte Moderno y, por tanto, su propietario, no lo quería. ¿Qué hacer? Aniceto Marinas era de Segovia, pensó alguien. Se lo prestaremos al Museo de Segovia. Y aquí, a este museo provinciano -que casi nadie visita- vino el hermoso grupo escultórico. ¿Lo cedieron para esconder que lo que en realidad hacían era desterrarlo? A mí me encanta. Voy con frecuencia al Museo de Segovia y lo contemplo arrobado, como lo contemplaba en los tiempos en que iba a la Biblioteca Nacional, y lo buscaba en el jardincito lateral del imponente edificio, donde se hallaba oculto para casi todos.

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* Supernumerario de la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce.
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