Antes de nada. El pasado 19 de septiembre el Parlamento Europeo aprobó una resolución, con el 82% de votos a favor, en la que se igualaba el nazismo con el comunismo: “Recuerda que los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad…” Pide más adelante que: “…los estados miembros de la Unión hagan una evaluación clara y basada en principios, de los crímenes y los actos de agresión perpetrados por los regímenes comunistas totalitarios y el régimen nazi” y también pide “una cultura común de memoria histórica que rechace los crímenes de los regímenes fascistas y estalinistas, y de otros regímenes totalitarios y autoritarios del pasado, como medio para fomentar…”. Apenas ha tenido eco en nuestros medios, no interesa. Los “supremacistas morales” prefieren seguir llamando extrema derecha a unos y “progresistas” a otros. Bueno, yo a lo mío, los libros.
Leí hace ya algunos meses el libro “Libertad secuestrada” de Carmen Martínez Pineda sobre la censura de prensa en la segunda república española y me gustó. El libro comienza con una declaración parlamentaria de Miguel Maura, ministro de la Gobernación, donde ya deja claras las intenciones de la república, que no era una forma democrática de empezar.
Todos los gobiernos republicanos se tomaron muy en serio el control de lo que se podía decir y debatir en público, la libertad de expresión y por lo tanto de prensa, tendrían como límite la protección y consolidación del nuevo régimen. Y todo ello llevó a que los sucesivos gobiernos enviaban a los gobernadores civiles órdenes estrictas para restringir las libertades de manifestación y expresión. Y en el libro se reproducen fielmente un buen número de ellas.
A partir de 1934 la situación de control y de falta de libertad se agravó por los sangrientos incidentes de octubre de 1934. La censura se amplió y continuó hasta el comienzo de la que yo llamo “nuestra guerra de los mil días”. En el libro se demuestra que la censura sobre la prensa que practicó la segunda república no fue un hecho aislado, basta con ver los innumerables recortes de prensa de esos años con páginas donde se pueden ver espacios en blanco o marcados con sellos “visado por la censura”. Las prácticas antidemocráticas de gobernadores civiles y alcaldes obedeciendo servilmente al ministro de la gobernación de turno, para impedir que se publicasen noticias que el ejecutivo no creía adecuadas estaba a la orden del día. Es decir, como he leído por ahí, los historiadores conocen esta situación, pero muchos han tratado el tema “de pasada”.
El libro en cuestión no es el único que ha abordado este tema, pero sí, al parecer, el primero en cuanto a reconstruir las sucesivas etapas y los distintos procedimientos que los gobiernos republicanos utilizaron para “secuestrar” la libertad de prensa y expresión. Lo más importante de este libro es su importante documentación, no se trata de opinar, sino de publicar los documentos, las pruebas. Un trabajo importante de recopilación para demostrar lo que dice, el comprobar que la muy alabada segunda república tuvo un déficit importante en algo tan esencial como es la libertad de prensa y también, en las garantías judiciales que las debían haber respaldado.
En el libro hay infinidad de ejemplos. En 1935, el ministro de la Gobernación, con motivo del debate sobre la conmutación de penas de muerte impuestas a dirigentes socialistas por la sangrienta revolución asturiana, envía una circular a los gobernadores civiles: “Sírvase extremar vigor censura e intervención en prensa y radio para evitar noticia, información o comentario perturbe tramitación crisis… y no consientan otras opiniones sobre personas o soluciones probables que aquellas hagan los jefes…”. Muy claro ¿no? Muy llamativo la censura que ejercían sobre las agencias de noticias, cuyas comunicaciones telegráficas o telefónicas a los diversos periódicos eran interceptadas por el gobernador civil que las “depuraba”. El agosto del 32, con motivo de la “sanjurjada” se llegaron a clausurar en una sola mañana más de 100 periódicos.
Curiosa la estructura que tenían montada para ejercer la censura, desde los alcaldes hasta el ministro. Interesante también las reproducciones de periódicos con noticias “difuminadas” que no se podían leer o espacios con un titular “lea usted tal periódico”, donde antes había una noticia censurada.
Por supuesto que todo se hizo “legal”. La Constitución de la república, del año 31, garantizaba en su artículo 34 la libertad de prensa y de opinión y deja claro la intervención de los jueces, pero con la propia disposición transitoria unida a otras leyes que se fueron promulgando, sobre todo el decreto de 15 de abril del 31 cercenando una gran parte de libertad, hizo posible la censura más atroz.
Libro importante. Como dice algún historiador “se va abriendo camino una investigación más documentada y veraz y empiezan a aclararse muchas cosas: nos vamos aproximando a saber qué pasó”. Este libro, con la solidez de la prueba documental nos deja claro cómo se ejerció la censura y cómo se manipuló al sistema judicial. Desmitifica el que fuera una época referente de libertad, no lo fue. Diarios censurados, cerrados, sancionados, periodistas vetados y multados, portadas mutiladas…
Les recomiendo la lectura de este interesante libro, importante libro. A ratos es delicioso, otras veces es un poco más árido, pero siempre instructivo, didáctico. Y como siempre digo, léanlo, en un libro de verdad no en uno digital y saquen sus propias conclusiones. Es una de las grandezas de los libros, ayudar a formar opiniones.
Al menos a mí me lo parece.
