Si el ciclismo en las categorías Élite y Sub-23 tiende hacia la anarquía, sin músculo para dominar el pelotón y con pruebas de desarrollo incierto, la XXXV edición de la Vuelta a los Pinares Segovianos fue un verso libre. El Construcciones Paulino, de Oviedo, puso la carrera al servicio de la matemática, la que decía que con tal superioridad numérica en la escapada, la incertidumbre en el triunfo final dependía únicamente de sus propios errores. No solo se impusieron en una prueba de 150 ciclistas, con David Francisco parando el reloj en 2:52:05 tras algo más de 120 kilómetros; sino que sus corredores se llevaron todos los trofeos, y si el podio hubiera tenido cinco escalones, no habría aparecido otro maillot que no fuera el suyo. La línea de meta, en el paseo Ezequiel González, cerró al mediodía una carrera que recorrió la provincia hasta Navas de Oro.
“Es un equipo de Oviedo, pero tenemos japoneses, ucranianos, colombianos… Asturianos, la minoría”, sonreía Francisco, segundo en la edición del año pasado y ganador en la misma subida por Cuesta de los Hoyos en una etapa de la Vuelta a Segovia. Este salmantino, de 29 años, llegó en solitario con medio minuto de ventaja tras romper la prueba en el penúltimo paso por meta, antes de comenzar la segunda vuelta al circuito de La Piedad, de unos 11 kilómetros. Para entonces solo quedaban en cabeza nueve de una escapada que rozó la veintena, con más de dos minutos de ventaja sobre un pelotón deshilachado.
Si su primer ataque, en el anterior paso por meta, seleccionó el grupo, esta tentativa sería definitiva, con un colchón de 15 segundos en el paso por el Hospital General que aumentaría subiendo con soltura en el tramo final. “Al principio vi que no me podía ir porque la gente todavía estaba fresca. No me encontraba muy bien, pero quise jugármela desde lejos y tuve suerte”.
Los primeros 25 kilómetros transcurrieron entre escapadas frustradas, con cortes intermedios que no llegaron a alcanzar ningún margen reseñable. Fue en el primer paso por Armuña, en un tramo de pendiente modesta pero sostenida, cuando el grupo de cabeza, que llegó a tener 22 unidades, se solapó del pelotón. Galoparían hasta el kilómetro 50 al filo de la navaja, pero para entonces, en el paso por Navas de Oro, ya podían presumir de una renta de 35 segundos que no conocería restas. “Había que estar atentos al corte porque no sabíamos cuando se iba a hacer. Hemos sido mayoría, y con un equipo fuerte todo sale mejor”, añadía el vencedor.
La ruptura de la prueba se hizo definitiva en el Alto de Costanzana. Atacó el colombiano Jaime Vergara, a la postre tercero, y se llevó el premio de la montaña, homenajeado con el Memorial Félix Merino. Mientras, en la cola del pelotón la agonía se hacía difícilmente soportable, con gestos de agonía, dando bocados al aire en busca de una pedalada salvadora. Hubo una caída en la subida, que tiró al suelo a cuatro ciclistas, pero no hubo ningún parte médico que lamentar.
Con Francisco camino de la gloria, sus compañeros sacaron provecho del desgaste de Martín Lestino, el único valiente que trató de seguirle, para fugarse en cadena. Noel Martín sería el primero y, tras recortar a 10 segundos el déficit con el líder, perdió enteros y fue alcanzando por el rey de la montaña, que le cedió el escalón el podio tras llegar de la mano al final. Los otros dos integrantes del equipo ganaron el sprint final tras sobrevivir al desgaste de una fuga en la que no dejaron de ganar peso porcentual. Vergara destacó el carácter global: “Esperamos seguir compitiendo en Europa para abrir puertas a nuestros compañeros en Colombia”.
La organización, forzada a adelantar la salida porque Bernardos celebraba una romería, se mostró satisfecha tras una mañana de ciclismo. “Ha sido un día pletórico y el tiempo ha acompañado, el calor es lo mejor que hay para la bici”, explicó Ángel Rojas, miembro del Club Ciclista 53×13. Juan Manuel García, undécimo, fue el mejor Sub 23 tras ganar al sprint a José Luis Cobo. Mientras, Andrés Tomás Flor, decimotercero, ganó en Máster 30. La utopía del paso al ciclismo profesional baja los efectivos, pero aumenta el nivel en la antesala. “La cosa anda floja, pero queremos colaborar para que el ciclismo no se acabe”, añadió Rojas.
Los instantes previos a la salida, pasadas las 9 de la mañana, eran un hervidero organizativo en las inmediaciones del Restaurante Atenas. Hacían cola los corredores para rendir una última visita al baño mientras los organizadores repartían chalecos y banderas a los motoristas para señalizar los cortes y hacer viable la carrera.
Miembros del ciclismo segoviano, los voluntarios agradecen la posibilidad que tuvieron de competir años atrás. Aunque hayan quedado lejos del ciclismo profesional, consideran que su función es un forma honesta de devolver la oportunidad que en su día pudieron disfrutar. También hay amantes del ciclismo que no hay pasado por ninguna línea de meta y tratan de preservar su deporte.
En Navas de Oro, Ángel recorría la travesía principal del pueblo subido en su anciana bicicleta. Eso sí, a un ritmo más modesto, con un sombrero de paja para protegerse del sol. Otros vecinos ironizaban: “¿Esto es el tour de Italia?”. Él, a su ritmo, parando cada poco y con la tranquilidad por castigo, lo tenía claro. “Estos van muy deprisa, pero yo llegaré antes”.
