— Usted participó con otros historiadores hace más de cuarenta años o más en los tres volúmenes de “Historia de la Inquisición en España y América” de 1984.
— Es una obra que se inicia en el espíritu de la Transición Española. La voluntad era de la revisar y corregir aquello que había dividido a los españoles, poniendo en cuestión los viejos mitos de la historia del siglo XIX y las exageraciones y deformaciones que había propalado Juan Antonio Llorente, un clérigo afrancesado que huyó a Francia tras la guerra de la Independencia, supuestamente con documentos del Santo Oficio y se dedicó a exagerar y falsear la historia del Tribunal. Se contó con toda una generación de historiadores de distintas procedencias: yo mismo, Contreras, Martínez Millán, Dedieu, Bennassar… El punto de partida fue un semanario en la Universidad de Verano Menéndez Pelayo de José Antonio Escudero, al cuál asistió Marcel Bataillon.
— ¿Cree que habría que reeditar esos tres volúmenes?
— Sí, sin duda. Es el trabajo más amplio que se ha hecho sobre la Inquisición Española.
— ¿Cómo se compara con la obra de Henry Charles Lea, que había sido la de referencia hasta entonces?
— En ese espíritu que nos animaba de recoger, revisar y superar la historiogarfía inquisitorial esa fue una de las obras que se analizaron, los 4 tomos. Había sido despreciada en España y juzgada sin conocer bien su contenido, por estar hecha por un americano protestante. Cuando se tradujo y publicó esta obra en 1976 por Ángel Alcalá, encontramos que no denigraba tanto la historia de España como se creía.
— ¿Qué balance haría del impacto de la actividad del Santo Oficio en España y América?
— Haría un balance crítico, sobre todo porque ha servido para dar una imagen de una España intolerante y dogmática, oscureciendo la visión de la España tolerante y que si permitió la libertad de pensamiento. Yo mismo he escrito un libro que se llama “Historia de la tolerancia en España”.
Hay que romper el mito, además, de que la Inquisición sea una invención española, puesto que cuando se implanta en España en 1478hacía tres siglos que se había fundado a raíz de la herejía cátara en Francia y para promover la cruzada albigense. Antes eran los obispos los responsables de la lucha contra la herejía y a partir de principios del siglo XIII es el Papa el que toma esa prerrogativa.
Hay Inquisición, con ese nombre, en Italia y en Portugal. La romana es la que juzga a Galileo y a Giordano Bruno. Esta Inquisición romana fue muy estudiada a partir de la apertura de los Archivos Secretos del Vaticano en 1998, con el auspicio de Juan Pablo II. En otros países europeos ha habido la misma represión de la disidencia, aunque sus tribunales no se llamaran Inquisición y un buen ejemplo de ello es la ejecución de Servet en la Ginebra de Calvino.
— ¿La Inquisición española actuó por motivos económicos, para apoderarse de los bienes de los reos?
— No, no se puede decir que la confiscación de bienes fuera el objetivo de la represión de la herejía, ni siquiera en el caso de los judíos.
— ¿Qué opina usted de la existencia de la leyenda negra?
— Yo no creo en las obsesiones y hace unos años el término no me agradaba. Sin embargo, he de decir que el libro “Imperiofobia” de Elvira Roca Barea ha llegado en un momento, 2017, en que existía una ansiedad por la presión negativa que ejercían sobre la imagen de España los independentismos vasco y catalán.
Respecto a Julián Juderías, que es uno de los pioneros del término Leyenda Negra, decir que era alguien de una inteligencia y cultura prodigiosas. Ha habido una tendencia a difamarlo como si hubiese sido “un oscuro pensador aldeano” que se dedicaba a mascullar contra los extranjeros que habían hablado mal de nuestro país. Julián fue alguien muy viajado, hijo de francesa y magnífico aanalista de toda la historiografía.
En cuanto al impacto de los historiadores extranjeros, hacer notar que también ha habido muchos como Dedieu, Bataillon y Bennassar que han analizado con rigor y favorablemente la historia de España. De fuera no sólo ha venido crítica.
Yo fui escéptico y crítico con el término Leyenda Negra en 1992 y escribí pensando que estaba superado ese pasado, entonces era un momento de gran optimismo, de luz en el ambiente, de triunfo de España y de aparente superación y entierro de la leyenda negra. En 1.992 España era un ídolo en Europa.
— ¿Cómo llegó usted a la universidad Autónoma de Barcelona?
— Yo llegué de forma casual a Barcelona desde Valencia con 23 años en 1972. Yo no hablaba catalán ni valenciano, mi maestro en Valencia, Juan Reglá, fue nombrado catedrático en la Universidad Autónoma de Barcelona y me propuso ir con él. Él murió al año de cáncer y yo me quedé.
— ¿Y cómo fue su experiencia personal y académica?
— La de un currante que luego ganó oposiciones a cátedra y el decanato de la Facultad. Me enganché a la Autónoma.
Yo he intentado vivir lo más honestamente posible. He dado clases en español. He constatado la evolución de la izquierda desde los 2.000 hacia el independentismo. Sin embargo, yo seguí como un fósil, al que no atacaban, sin molestar demasiado. Hace tres años que me jubilé y hoy sería, quizá, más difícil la convivencia.
Tengo hoy en día mi escuela y mis discípulos. He desarrollado una convivencia tranquila, siendo lo más honesto posible.
— ¿Cómo ve la realidad hoy en Cataluña?
— Más difícil para dar clases en español. Se ha ido imponiendo un medioambiente hostil. Yo me he desenganchado de la vida académica en un momento bueno. A pesar de todo veo la calle más relajada que hace cuatro años. Pero se vive en una incertidumbre y una ansiedad que son preocupantes en Cataluña y España. Ansiedad que se promueve en los medios de comunicación y que no sólo tiene que ver con la situación de Cataluña, sino que se extiende al tema sanitario y climático. Todo es negativo.
— De su obra ¿Por qué libros siente predilección?
— He escrito mucho. “Las Germanías de Valencia” fue mi tesis doctoral. “Le herencia del pasado: las memorias históricas de España” y fue Premio Nacional de historia de España, es el que me suscita más cariño y los libros sobre Inquisición y Leyenda Negra.
— ¿Qué cree que falta en la enseñanza y divulgación de la historia en España y América?
— Faltan ideas claras, falta consenso y falta superar la bipolaridad entre izquierda y derecha. Todos somos españoles.
— ¿Qué consejo le daría usted a las nuevas generaciones de historiadores?
— Yo animo a que hagan el trabajo que inició Joaquín Pérez Villanueva y todos aquellos que participaron en “La Inquisición en España y América” que mencioné. Yo mismo he trabajado especialmente al Tribunal de Valencia, cuya peculiaridad es que la Institución del Santo Oficio debía adecuarse a los fueros y ser acorde a ellos.
Animo a que se siga investigando en los archivos, a que se huya de la abstracción y a través de los documentos se hagan tangibles el procedimiento, el número de procesados, su identidad, sus historias.
Hay que entrar en las entrañas de la historia de España a través de la documentación de los archivos y documentos del Archivo Histórico Nacional.
Hay que ir a la felicidad por la investigación y desideologizar estos fenómenos.
Recomiendo estudiar a fondo las relaciones de causas (resúmenes de procesos) de todos los tribunales entre 1540 y 1700. De ahí podemos sacar toda la realidad de las personas y de los modos de vida y de pensar de aquellos años.
