Las despedidas no suelen ser fáciles, pero están cargadas de emociones y hacen que se recuerden buenos momentos vividos antes de que el final llegase.
Este es el caso de todos aquellos vecinos de Carbonero el Mayor que, tras cuatro días de intensa fiesta en honor a la Virgen del Bustar, se despidieron ayer de aquellas experiencias vividas durante los festejos. Pero lo hicieron de tal forma que la tristeza no fue la protagonista, pues las actividades programadas durante el día mantuvieron la emoción entre los asistentes que, finalmente, dijeron adiós al ambiente festivo y a sus trajes de peña hasta el año que viene.
Entre todas las propuestas ofrecidas en el programa de fiestas, sin duda, destacan los encierros campestres, que dan lugar al recorrido de las reses por las calles del municipio segoviano. En este segundo, y último encierro por el campo, no hubo graves incidentes que lamentar, aunque uno de los jinetes fue derribado de su caballo por un toro desbocado poco después de la salida de los toriles.
El mozo, de Sanchonuño, conocido por sus hazañas como recortador, fue embestido por uno de los toros de la manada. El astado embistió con tal fuerza al caballo y a su jinete que tiró a ambos al suelo, dando fuertes revolcones al joven, que no sufrió cornadas. Aunque todo se quedó en un susto el recortador sufrió traumatismos a los que “ya está acostumbrado por su afición al mundo taurino”, declaraba un vecino de la zona.
La salida de los toriles tuvo lugar a las 9.30 horas y, aproximadamente una hora más tarde, el sonido de las motos acelerando y una nube de polvo producida por el galope de los caballos, marcaba la aproximación al pueblo de las reses. El cerro que precede al embudo comenzó a cobrar vida cuando la manada de caballos apareció en la cima, simulando ser escoltas de las protagonistas de la función, las reses.
A la bajada de esta colina la expectación era máxima, pues aún había más público esperando la llegada de los toros, que en el encierro del lunes. Cabe destacar que, aunque había varios peñistas, el público presente se caracterizaba por ser vecinos del pueblo, como familias, padres con sus hijos, abuelos con sus nietos y personas mayores que no se querían la tradición que caracterizaba al pueblo desde hace tiempo. Pero cuando el polvo anunció la llegada de los bravos toros, la gente comenzó a dispersarse buscando un sitio seguro en el que poder contemplar la llegada de los astados al pueblo.
En un primero momento fueron tres toros los que se asomaron guiados por los caballos y, segundos más tarde, apareció el cuarto toro, aparentemente el más bravo de todos, pues hacía quiebros inesperados que los jinetes no se esperaban.
Los tres primeros astados fueron los primeros en pisar el asfalto de las calles del pueblo, comenzando así el encierro urbano, dirigiéndose primero a los toriles para que los animales pudiesen descansar. El cuarto toro, el más problemático, hizo muy difícil la entrada a los toriles, pues cambiaba constantemente de dirección y arremetía contra las talanqueras llenas de espectadores pero, tras unos minutos intentando que el astado avanzase, finalmente los mozos consiguieron reconducir al animal.
Tras más de media hora de espera y de descanso para las reses, el chupinazo marcó el comienzo del encierro urbano, en el que tampoco hubo que lamentar graves lesiones entre los corredores.
Hay señalar que en el momento del cierre de esta edición el toro que se había escapado el lunes sigue sin ser atrapado, aunque fue visto por última vez ayer en las canteras del municipio de Bernardos.