Iba a iniciar esta columna titulando ‘Adiós España’, pero soy un enamorado de la esperanza; por tanto, espero que en un futuro no muy lejano nuestra madre patria encuentre una selección que rememore el éxito de aquella memorable del 2010 en Sudáfrica. Sé que la empresa en la actualidad es ardua y compleja; ya que, hasta que no pasen las turbulencias y desencantos que han nacido en la Federación Española de Fútbol por el descalabro en la competición mundial, se va a necesitar una nueva estrategia de dirección, selección y buenas artes para configurar un equipo que, al menos, ilusione de verdad.
Un servidor piensa que se podría empezar por el señor Rubiales, sugiriéndole que haga la maleta introduciendo sus nadas en ella y se vaya agarradito de la mano con Luis Enrique a practicar el ‘tiqui taca’. A lo mejor, entre los dos se lo pasan bien y no aburren al personal. Además, esta técnica ya no sirve; y lo que es peor, todos los equipos del mundo la conocen y saben cómo complicarnos la existencia; porque, en este mundial, salvo con la pobrecilla de Costa Rica, el resto sabía la clave: esperándonos en su zona y contraatacando para pillarnos en calzoncillos, casos de Japón y Alemania, y eso que los teutones también han estado medio en cueros.
Con Marruecos es mejor ponerse la chilaba y pasar como uno de ellos para no ser descubierto y pasar vergüenza. Menear la perdiz en un 75 por ciento de posesión de balón y tirar a puerta dos veces es un récord para registrar en el Guinness. Eso sin analizar el episodio de los penaltis. Menos mal que lo habían practicado el día anterior al partido. Quizá algunos de los jugadores tal día no asistieron a clase.
