37 segundos. Ni más, ni menos. Ése fue el tiempo que necesitó el Valladolid B para ponerse por delante en el marcador y, a la postre, hacerse con los tres primeros puntos de la temporada.
Una internada por banda derecha del delantero Edu terminó con un suave lanzamiento que, tras colarse entre las piernas de varios jugadores, finalizó con el balón alojado en el fondo de las mallas de un Yiyo que no daba crédito a lo que acababa de suceder.
¿Casualidad? ¿Mala suerte? Podríamos remitirnos al azar cuando se trata de un hecho aislado, pero cuando encajar un gol antes de cumplirse el primer minuto ya ha sucedido durante la pretemporada y sucedió en la anterior andadura en Tercera División, el asunto adquiere mayor trascendencia.
Eso sí, la falta de concentración tras el pitido inicial fue el único lunar del equipo en todo el partido. Cierto es que emborronó el resto, pero La Granja demostró que de seguir en esta línea, y con un poco más de suerte de cara a gol, no debería tener problemas para mantener la categoría.
Tras el 0-1, los locales acusaron el golpe y fue el Valladolid B quien llevó al manija del encuentro gracias a su mayor presencia en el centro del campo.
Pese a ello, los locales dispusieron de varias ocasiones para igualar la contienda, pero las oportunidades más claras estaban reservadas para el segundo acto.
La acción más preocupante del primer tiempo llegó en el minuto 22, tras un choque cabeza con cabeza entre el granjeño Saúl y el visitante Jorge. La peor parte se la llevó el pucelano que tuvo que dejar el partido a causa de la conmoción y que, durante el descanso, fue atendido por efectivos del 112 que se desplazaron hasta el campo de El Hospital. Por suerte, todo quedó en un susto.
El paso por los vestuarios cambió por completo la dinámica del partido y es que La Granja salió decididamente a por el empate, adelantando las líneas de presión y ahogando la salida del balón de su rival.
Saúl e Iván, los mejores del encuentro, se convirtieron en dos auténticas pesadillas para los zagueros visitantes, que tenían problemas, incluso, para sacar el balón jugado.
Uno de los más nerviosos fue Mongil, que vio cómo Iván le robaba la cartera en el minuto 48 y se plantaba sólo ante Rodri, enviando el balón por encima del marco rival.
El asedio era incesante y cinco minutos después, de nuevo Iván, dispuso de una ocasión todavía más clara que la anterior. Tras peinar Saúl un envío en largo de Pluma, se encontró de nuevo con Rodri que esta vez rechazó su lanzamiento con los pies.
Eran los mejores minutos de La Granja. El Valladolid capeaba como podía el temporal y, como reconoció su propio entrenador al final del encuentro, tuvo la suerte de su lado.
Especialmente en el minuto 72 cuando Adrián, tras recoger un pase del omnipresente Saúl, cruzó la pelota con tan mala suerte que el esférico terminó estrellándose contra el poste.
Los locales no estaban acertados de cara a gol y ni Dani Tejedor tras jugada embarullada, ni Luis al lanzamiento de una falta, ni Chiqui en el último córner del partido consiguieron anotar el gol que hubiese hecho un mínimo de justicia en un partido en el que La Granja fue mucho mejor que su rival.
La nota negativa llegó con el pitido final cuando, ya en los vestuarios, un pique entre ambos equipos dio lugar a una pequeña tangana que no pasó a mayores.
