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Gusanitos

por Ángel Gracia Ruiz
14 de enero de 2023
en Tribuna
ANGEL GRACIA
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Los pasados días 3 y 5 de enero, se publicó, en sendos Boletines Oficiales del Estado, la convalidación de dos Reglamentos de la Unión Europea mediante los cuales se aprobaba la comercialización, como alimento, del grillo común y de larvas del escarabajo del estiércol. ¡Qué asco!, pensará más de un lector. Pues sí. Pero es que, además de ser verdaderamente asqueroso, contiene un significado profundo mucho más inmundo de lo que pudiera parecer a primera vista.

La lectura atenta de las consideraciones introductorias de ambas normas y la investigación de los hechos concomitantes a su aprobación, provocan en el analista una profunda sensación de zozobra y de preocupación.

En relación a las larvas del escarabajo, cuyo hábitat es la “mierda”, una empresa, Ynsect, desconocida hasta entonces, presentó en 2018 solicitud de comercialización, sustentada en estudios aportados por ella misma, sometidos al secreto de la protección de datos derivados de su derecho de propiedad. Tras un estudio por parte de la Autoridad Europea de Sanidad Alimentaria, se concluyó por este organismo que “el consumo del nuevo alimento puede provocar sensibilización primaria y reacciones alérgicas y recomendó profundizar en la investigación sobre la alergenicidad de las larvas”. Esta recomendación no se ha llevado a cabo (al menos, no ha finalizado) a día de la fecha. La Autoridad consideró, asimismo, que “el consumo de estas larvas puede provocar reacciones a las personas que son alérgicas a los crustáceos y a los ácaros del polvo”. Señaló, además, que “otros alérgenos podían acabar encontrándose en el nuevo alimento si estaban presentes en el sustrato con el que se alimentaba”, es decir, en la caca, lo cual, no se ha investigado aún. Resulta más que sospechoso que, en su  dictamen científico, la Autoridad Sanitaria se haya basado única y exclusivamente en los datos analíticos sobre la composición del nuevo alimento, los estudios de estabilidad, el estudio de digestibilidad in vitro de las proteínas y el estudio de toxicidad subcrónica a 90 días presentados por el propio solicitante. A pesar de todas estas dudas (y no estamos hablando aquí de un asunto baladí, sino de nuestra salud y lo que va a entrar en nuestro cuerpo), la Unión Europea aprueba el alimento.

Curiosamente, la desconocida hasta entonces Ynsect, en el mes de octubre de 2020 (después de presentar la solicitud y antes de la aprobación del reglamento), cerró una ronda de financiación de 372 millones de dólares (315 millones de euros) en la que participaron cinco importantes fondos de inversión y anunció entonces que, para primeros de 2022 tenía prevista la apertura de “la mayor granja de insectos del mundo”, cuyo objetivo era “producir 100.000 toneladas de productos procedentes de proteína de insectos al año”.

No deja de ser curioso el hecho de que la aprobación de este “sabroso”  alimento venga acompañada de la advertencia de que “no debe ser consumido por personas menores de dieciocho años, debiéndose establecer este requisito en el etiquetado para informar adecuadamente a los consumidores al respecto”. Curioso, digo, porque no se logra intuir la diferencia desde un punto de vista sanitario entre el consumo por parte de un mayor o un menor de edad, salvo que dicha argucia vaya encaminada a la exención de determinadas responsabilidades sobrevenidas.

No existe mucha diferencia con respecto al consumo del grillo, salvo que aquí la empresa, en lugar de ser francesa es vietnamita. Cricket One Co. Ltd tendrá la exclusiva de su comercialización durante un periodo de 5 años a partir del 24 de enero de 2023. El mismo fundador, similares fondos de inversión e idéntico procedimiento.

Comeremos estos gusanitos, que viven y se alimentan de mierda, envueltos en barritas de cereales, panes y panecillos, cereales del desayuno, pastas, lácteos, polvos, pizzas, fideos, sopas, aperitivos, patatas fritas, galletitas, chocolates, complementos alimenticios y, dentro de poco, probablemente, en todo producto que se venda en un supermercado. En la etiqueta pondrá, en letra ilegible, “larvas de Alphitobius diaperinus”.

El futuro ya está aquí. Al final lo han conseguido. Nos han obligado a comer insectos y mierda. No puede haber mayor denigración hacia un ser humano. El globalismo ha etiquetado y encerrado entre rejas al individuo. Quienes dictan las normas se han convertido en mercenarios de quien ostenta el poder y el dinero. Se ha cambiado el cereal por el  insecto. El conflicto del campo (sin lugar a dudas provocado o al menos sin intención de solucionar) obliga a los agricultores a abandonar sus labores para dar paso a las devoradoras corporaciones insectívoras o similares. De  este modo, nos hacinan en las urbes, divididas en barrios parcelados fáciles de confinar con la excusa más peregrina, nos alimentan como si de una explotación ganadera se tratara y nos curan de las enfermedades que ellos mismos provocan con lo que nos hacen comer, beber o respirar. Aquella irrisoria ficción de la granja humana no se encuentra ya tan alejada. Interesante película esta nueva realidad.

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