En vísperas de que su pueblo de adopción, Villacastín, le tribute este domingo un homenaje, en agradecimiento a la donación que ha hecho de una maqueta de la iglesia de San Sebastián, Anastasio Prados prefiere, más que recibir elogios, hablar de su trabajo de toda la vida, el de cantero. Camino de los 85 años, en su memoria conserva infinidad de recuerdos de canteros ya desaparecidos. Y siente de veras que, a día de hoy, el oficio que más quiere esté en vías de extinción.
“El mejor granito —dice, de forma tajante— era el de Segovia”. Se refiere al de las canteras de El Sotillo, cercanas a la ciudad de Segovia. “En los años 50 —prosigue— ese granito se pagaba a peseta el kilo, ¡eso no ocurría en ningún otro lugar!, ¡ni se soñaba!”. Él cree que si se ha acabado perdiendo esa explotación ha sido “por la falta de canteros”. Y está convencido de que ya no volverán los tiempos de esplendor. “Reabrir una cantera sería hoy imposible, los ecologistas no lo permitirían”, sostiene.
Nacido en la localidad abulense de Mingorría, Prados llegó a Villacastín por una casualidad. “Mi hermano Ángel y yo vinimos por primera vez a este pueblo para sacar piedra que iba destinada al Valle de los Caídos”, relata. En rigor, los dos hermanos trabajaban para una empresa encargada de abastecer de material a quienes estaban haciendo el monumento. Así permanecieron cinco años.
Cuando dejaron de recibir pedidos, y en vista de la buena calidad del granito que extraían en Villacastín, decidieron quedarse en la localidad, explotando su riqueza mineral. Montaron una pequeña empresa, Hermanos Prados, que en su momento más álgido llegó a contar con 25 trabajadores.
“En Madrid, el granito de Villacastín tenía muy buena aceptación”, dice. A su juicio, ese granito, de color gris, aunque no tenía el nivel de excelencia del de Segovia, sí podía medirse “con los mejores de España”. Hubo años en que los encargos no paraban de llegar. Entre ellos, él cita con especial cariño el de la piedra que sirvió para alzar un monumento en la madrileña Plaza de Dalí. Pero la empresa también ha debido superar momentos complicados, como el actual. “Entre la crisis económica y los grupos ecologistas, el futuro de la empresa, que ahora está en manos de nuestros descendientes, no parece nada fácil”, pronostica.
Hace ya unos cuantos años, cuando se jubiló, Prados decidió dedicar una pequeña parte de su tiempo libre a hacer una gran maqueta de la espectacular iglesia de San Sebastián de Villacastín, denominada por el Marqués de Lozoya como “la Catedral de la Sierra”. Y así, poco a poco, en “casi tres años”, Prados levantó la torre del templo, utilizando minúsculos bloques de granito. El resultado fue tan vistoso que él quiso que la obra fuera a una exposición de granitos, a la que diversos productores llevaban muestras de piedra.
“Hubo gente que me aconsejó que continuará la maqueta, hasta completar la iglesia, y me animé”, señala. Aunque pidió en el Ayuntamiento planos del edificio, los que le entregaron no eran exactos. Así que él, como buen cantero, se encargó de tomar medidas de la iglesia. Y, cuando se quiso dar cuenta, había acabado la maqueta, de la que ahora dice sentirse “orgulloso”. “Sobre todo, cuando la gente me felicita”, agrega.
Después de un tiempo en el que la maqueta, de cerca de 2.500 kilos de peso, permaneció almacenada, Prados ha decidido donarla al pueblo de Villacastín. Y, a raíz de ese buen gesto, el Ayuntamiento ha promovido un acto de agradecimiento al cantero, coincidiendo con las fiestas en honor a San Sebastián. Además, la corporación quiere que el evento sirva también de reconocimiento a la promoción que los Hermanos Prados han hecho de Villacastín. “Gracias a ellos, la piedra de Villacastín se ha vendido en toda España”, ha señalado el alcalde de la localidad, Jesús Grande.
“La verdad es que nunca pensé que me podía llegar este momento, me coge por sorpresa, pero, en fin, habrá que disfrutar de un día tan especial”, concluye el cantero.
