Calor; del latín calor, caloris, sensación que se experimenta ante una elevación de temperatura, según la primera acepción de la RAE. También ardimiento, actividad, ligereza; o favor, buena acogida. Y entusiasmo, fervor. Sin olvidar lo más fuerte y vivo de una acción, ni la energía que pasa de un cuerpo a otro y es causa de que se equilibren sus temperaturas.
Todo eso es el calor; y todo eso y mucho más han sentido desde la consecución del ascenso jugadores y aficionados azulgranas. Porque calor, por ejemplo, es lo que había en la madrugada del lunes en la plaza de San Martín, donde el rugir de los leones de su fuente fue callado por más de un centenar de voces roncas de animar a su equipo, no desde las doce de la mañana, no; desde hace muchos años de mediodías que por fin se vieron culminados en una noche de esas que se sigue grabando a fuego. Y en gerundio, que la fiesta continúa y será justo y necesario seguir festejando un ascenso que no se producía desde hace doce años. En pasado ya estaba grabada a fuego una fecha, el 26 de junio, que, talismán o no, ya es dos veces histórica y tiene licencia para ser tatuada.
Por esta razón no importaba que fuera necesario esperar a las tres de la madrugada de ayer lunes para que afición y jugadores de la Gimnástica Segoviana se reencontrasen con la intención de celebrar el logro en Logroño… en Segovia. “La verdad es que la espera se hizo larga; queríamos compartirlo con los aficionados y teníamos ganas de llegar”, contaba Anel, el héroe del ascenso, que, si ya se había quitado méritos en La Rioja recordando el esfuerzo de todo el equipo y los pases sin los que él no habría conseguido los tres goles de la remontada, ayer continuaba restándose protagonismo.
Al ser preguntado si había recibido muchos cánticos en el autobús de vuelta, el ‘5’ gimnástico reconocía, “sí, sí que hubo alguno, pero no es algo que me guste mucho… en realidad, a todos nos cantaron y todos cantamos”. Tiempo no les faltó a los azulgrana, pues un par de atascos retrasaron el ansiado baño en la fuente de San Martín e hicieron el viaje eterno. Pero bueno, si se habían esperado doce años, ¿qué eran dos horas más?
“Nos dio tiempo a todo; ya incluso nos dormíamos”, afirmaba el defensa reconvertido en goleador absoluto de la plantilla gimnástica. Fernando Correa, el presidente de la Junta Gestora que ha conseguido devolver el sueño a los segovianos aficionados al fútbol, no regresó en el autobús junto a los jugadores, a quienes tampoco pudo acompañar Paco Maroto, pues permaneció junto a su familia en La Rioja, pero sí reconoció que en ningún momento perdió la pista de cómo estaban viviendo el ascenso sus futbolistas en el camino de vuelta. “Llamé varias y veces y se les escuchaba muy felices a todos”, comentaba el empresario.
la fuente Y tras horas de viaje, en las que entre atasco y parada dio tiempo incluso a subir al autobús de los aficionados, los jugadores por fin llegaron a Segovia, donde los leones de la fuente de San Martín les cedieron la voz.
Y es que algunas, como la de uno de los muchos periodistas que acompañaron al equipo, ya estaban algo tomadas de tanto animar. “En Logroño, nada más terminar el partido, la gente saltaba, lloraba… en la puerta del estadio hicieron un círculo y se pusieron a botar”, contaba Nacho Barrio.
Y el círculo fue vicioso y se volvió a repetir varias veces a la llegada de los jugadores de Paco Maroto a la plaza. El baño alrededor de la fuente, iluminado por unas bengalas que hacían a los jugadores -o a sus sombras-, más grandes aún, sobre la fachada de la iglesia de San Martín, no se prolongó demasiado, pero fue tan intenso que, gracias a fuego y agua, durará para siempre en la memoria de los azulgrana y su hinchada. También en la de Pedro Arahuetes y el concejal de deportes, Javier Arranz, quien ya se había bañado en la fuente de Santo Tomás por la tarde nada más conocer la noticia, que no quisieron perderse la fiesta.
Desde luego, la ocasión lo merecía. Quizás la hoguera de San Juan se retrasó un par de días, pero todos estos años en el infierno de Tercera quedaron en la madrugada del lunes hechos cenizas y trizas; al calor de las bengalas, de los cánticos, de los abrazos de euforia y… cómo no, del apoyo de los aficionados.
