Muchos aspirantes al aura de los elegidos son aficionados al juego, a pesar de tener en su contra al grueso de probabilidades en la persecución de premio gordo, auténtico, como esos registrados por los acertantes del Euromillón con bote incorporado. Sin embargo, el azar también puede depararnos la desgracia absoluta ante citas sorpresivas con ciertas loterías inversas. Cuestión de mala suerte.
No pensamos nunca en ser golpeados por un cáncer raro, con frecuencia de un caso por cada millón de habitantes; mientras, la caída de un árbol en la vía pública podría acabar con nuestras vidas, frágiles, efímeras, de golpe y porrazo ¿Y esas casualidades malditas, capaces de inscribirnos en el censo de víctimas del terrorismo? Basta con pasar por algún lugar equivocado justo en el momento más inoportuno -ni antes ni después-. ¿Qué decir si el avión en el que nos montamos se precipita sobre el océano?
Escribo este ensayo desde la tristeza ante una noticia impactante, relativa a un hecho luctuoso ocurrido hace unos días, en jornada de borrasca con vientos huracanados. La muerte, aplastada por un olmo de dos mil kilogramos, de una chica de 23 años de edad, mientras cruzaba un paso de peatones con sus padres en la calle Almagro de Madrid, a priori una de las zonas más seguras en todos los sentidos de la metrópoli. Julia Rodríguez Maeso, barcelonesa, había sido estudiante universitaria muy brillante; tenía por delante una carrera profesional prometedora; y, acababa de consolidar su posición laboral, tras acceder como becaria, este mismo año de 2023, a la sede madrileña de una multinacional farmacéutica.
El azar tiene potestad para determinar el horizonte de nuestras trayectorias vitales en ciertos momentos críticos. Balance decidido en el margen, a escala infinitesimal,
según recoge el concepto matemático de derivada.
Algo que obsesiona a Woody Allen
¿Qué puede uno sentir al enterarse? Te quedas aturdido, sin palabras, enfadado con este mundo cruel, caótico, regido por un Dios llamado azar, en el que todos estamos expuestos a circunstancias letales, múltiples, ajenas a nuestro control. Los peligros asociados a naturaleza hostil, maldad humana y otras cosas siempre están al acecho. Si esta familia hubiera pasado por ese punto maldito un minuto antes -o un minuto después-, la desgracia no habría acaecido, dejando la imagen del tronco derribado como anécdota para contar; pero, no fue así. La muerte no estaba de vacaciones; y, la guadaña se vistió de olmo.
Cuántas veces lo pensarán esos padres, destrozados, durante el resto de sus días. Revivirán el horror de la escena, una y otra vez, como en la moviola, dentro de una secuencia perpetua de estrés postraumático. Una vez retornados al hogar amputado, experimentarán la tortura venidera, día tras día, consistente en enfrentarse a la habitación vacía de su niña.
Un muchacho de 28 años de edad falleció en Madrid mientras departía con un amigo en la terraza de un bar del barrio de Argüelles (2014). Acababan de pedir la cuenta, con idea de marcharse; pero, en aquel preciso instante, una parte del balcón situado en las alturas se desplomó. Lo mismo ocurrió con la marquesina del Cine Bilbao en la calle Fuencarral, cobrándose peaje de seis víctimas mortales (1993). En la misma capital, dos jóvenes sucumbieron al caerse al vacío del hueco del ascensor en un edificio de Hermanos Bécquer, debido a un desprendimiento de la pared de la cabina (2018). Un padre con 38 años de edad falleció como consecuencia de la rama de una acacia del parque del Retiro que se le vino encima. El hombre paseaba con sus dos hijos, pequeños, haciendo tiempo hasta que su esposa concluyera la visita a un allegado ingresado en un hospital próximo (2014). Peter Dubovsky, exjugador del Real Madrid realizaba un viaje de placer por Tailandia; y un resbalón, cuando intentaba tomar una fotografía, le expulsó del mundo de los vivos con 28 años de edad (2000). El exministro Luis Martínez Noval madrugó un Viernes Santo por la mañana en Oviedo para comprar el pan. Un golpe en la cabeza, al caerse de forma accidental contra el bordillo, fue causa de su muerte (2013).

La intrahistoria de cada ciudad está repleta de fallecimientos absurdos, que han dejado como secuela el dolor a perpetuidad para terceros. Una vez que leo estas crónicas, jamás las olvido; están guardadas en la memoria, por muchos años que pasen. Cuántos episodios vimos en “A dos metros bajo tierra”, serie de culto, centrada en la rutina diaria, personal, profesional, de una familia regente de funeraria en Los Ángeles. Me viene a la mente aquella historia en la que, por hacer una gracia en coche descapotable, la víctima murió decapitada. No obstante, la realidad supera con creces a la ficción televisiva.
El azar tiene potestad para determinar el horizonte de nuestras trayectorias vitales en ciertos momentos críticos. Balance decidido en el margen, a escala infinitesimal, según recoge el concepto matemático de derivada. Algo que obsesiona a Woody Allen. La idea, presente en “Match Point” (2005), una de sus mejores producciones, reaparece en “Un golpe de suerte” (2023), rodada en Francia porque la cultura de la cancelación ha convertido a este gran cineasta en un apestado dentro de su propio país. En la primera película, la red del tenis es metáfora: cómo cambia el resultado según el lado donde caiga la bola. Tal vez, la fijación del director neoyorquino venga de la influencia judía: hay párrafos de la Torá que pueden tener un significado o el contrario. Edgar Neville ya apuntaba en el mismo sentido, mucho antes; pero, en clave de comedia, cuando algún milagro posibilita el cambio del destino para bien. El título de la película lo dice todo: “La vida en un hilo” (1945).
Un hombre afable, con el que suelo conversar, me contaba una historia triste, relativa al lado humano del comercio que regentaba hasta hace unos pocos años en la Calle Real de Segovia. El testimonio sobre la mala suerte que segó la vida de Emilio López de la Peña, asesinado por ETA (1979) con treinta años de edad. Este joven era empleado de la tienda; pero, en el momento clave, no resultaba posible estabilizar su situación laboral. Al poco tiempo, esta circunstancia cambió, pero ya fue demasiado tarde. Entremedias, el hombre ingresó en la Policía Nacional; y fue destinado al País Vasco. Un poco antes de su muerte, se pasó por el establecimiento, para invitar a los compañeros de trabajo a que asistieran a su próxima boda. Les comentó también que estaba a punto de ser trasladado a Alicante; pero, mientras pasaba sus últimos días en Bilbao, el azar quiso que cambiara una guardia con un compañero; y, ahí llegó el atentado letal.
En su libro de memorias, Ariel Dorfman narra una historia pareja; pero, desde la perspectiva inversa. Como resultas de una permuta de horarios, el joven colaborador del presidente Salvador Allende no fue a trabajar al Palacio de la Moneda el día 11 de septiembre de 1973, fecha fatídica del golpe de Estado dirigido por Augusto Pinochet. El amigo murió, ante el ataque de los militares; circunstancia que dejó marcado al pensador chileno.
Incorporo estas líneas, ante una noticia de última hora que nos devuelve a Madrid. Alejo Vidal-Quadras recibe un disparo en la cara, perpetrado por una persona que descendió de una motocicleta. El político se encuentra hospitalizado; ha sido intervenido; pero, se encuentra fuera de peligro. Un médico declara que haber movido la cabeza pudo salvarle. Otro protegido.
En las inmediaciones del domicilio de Madrid donde residía en los años noventa, ETA cometió un atentado terrorista. Por aquel tiempo, tras levantarme, tenía la costumbre de dar una vuelta a la manzana para despejarme; y pasaba por aquel punto fatídico todos los días, justo a la misma hora en que se produjo la desgracia. Sin embargo, aquella jornada debí levantarme algo más tarde. No había salido todavía para dar el paseo matinal. Estaba en casa; escuché una explosión; y me asomé a la terraza. Se acababa de producir el ataque terrorista.
Si el uso del transporte público en horas muy tempranas para ir al trabajo no resulta cómodo, vaya recompensa al esfuerzo recogieron todas las personas fallecidas en los atentados del 11-M (2004). Ignacio Echevarría, conocido como “el héroe del monopatín”, circulaba en bicicleta por Londres; y se topó con un ataque terrorista, para morir en defensa de una mujer agredida (2017). El Museo del Bardo es emplazamiento interesante, donde se conservan mosaicos romanos; pero, la visita le costó cara a un matrimonio de jubilados catalanes, llegados a Túnez en un crucero. También fueron víctimas de un atentado.
En un día de verano (2008), disfrutaba de un almuerzo en uno de esos restaurantes peruanos que fueron pioneros en los barrios de Madrid. La televisión estaba encendida; hubo desconexión; y, de repente, los servicios informativos comenzaron a emitir en directo. El vuelo 5022 de Spanair, con destino a Gran Canaria, acababa de estrellarse al despegar del aeropuerto de Barajas. Aquella noticia, impactante, me agrió el arroz chaufa que, en ese momento, estaba degustando.
La fijación del director neoyorquino venga de la influencia judía: hay párrafos de la Torá que pueden tener un significado o el contrario. Edgar Neville ya apuntaba en el mismo sentido, mucho antes; pero, en clave de comedia, cuando algún milagro posibilita el cambio del destino para bien. El título de la película lo dice todo: “La vida
En un programa de “Españoles por el mundo” o “Madrileños por el mundo”, los televidentes conocimos a una expatriada muy simpática. Y, resulta que, al poco tiempo de aquella aparición en la pequeña pantalla, esta mujer tuvo la mala suerte de ocupar un asiento en el vuelo 447 de Air France, que salió de Río de Janeiro cierto día de junio de 2009 para no llegar a aterrizar en París. Su biografía finalizó de forma abrupta, trágica, inesperada, en el fondo del mar.
El personaje autista de “Rain Man” (1988), protagonizado por Dustin Hoffman, solo aceptaba volar con Qantas, en tanto dicha aerolínea no había sufrido ese tipo de siniestralidad. Muchos pasajeros han viajado con operadores clasificados en la “lista negra”; y no pasó nada. Por el contrario, cuántos, desplazados con Air France y otras compañías reputadas, no concluyeron su trayecto. Recuerdo conversaciones de este tipo con un alumno mayor, antiguo empleado de Swiss Air que sentía vocación por todo lo relacionado con la aviación comercial. El experto, que apuntaba en una libreta todos los vuelos en los que había sido pasajero, estaba muy orgulloso de su aerolínea, compañía de bandera de uno de los países más avanzados del planeta. Me comentaba, incluso, que no le inspiraba demasiada confianza cierto modelo antiguo de Airbus, frecuente en otras aerolíneas, puesto que podían aparecer algunos problemas técnicos en la maniobra de despegue. El caso es que, poco después, el vuelo 111 de Swiss Air no llegó a su destino –Nueva York-, estrellado en la costa atlántica de Canadá (1998).

Cuestión de suerte: cara o cruz. Rain Man basaba sus pronósticos en el análisis probabilístico; pero, según argumenta el filósofo y matemático Nassim Nicholas Taleb, dicho planteamiento desprecia la existencia de los “cisnes negros”, susceptibles de llevarte a perder la vida. Este autor refiere el ejemplo del pavo, satisfecho por lo bien que le alimentan durante los primeros “n-1” días de su vida, desconocedor del día postrero en que será sacrificado para la cena de Navidad. ¿Qué valor tiene ahí la media aritmética? De la misma forma, los magnates de las finanzas de Wall Street minimizaban un escenario de tormenta perfecta, tras llevar a cabo operaciones de alto riesgo; pero, claro que aconteció el desastre en 2008.
Cuando mi familia y yo sufrimos un secuestro exprés en Guayaquil, recuerdo la frase que alguien me dijo: “lo bueno es que no os volverá a tocar”. Lo siento; pero, no me fío de estos razonamientos, enunciados desde la estadística más convencional. Resultan pueriles. Nos sucedieron cosas peores.36
