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Gestados en el confinamiento

por Luis Javier Gonzalez
8 de febrero de 2021
en Segovia
Vista del área de materidad del Hospital General de Segovia. KAMARERO.
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En tiempos de la cercanía más extrema en generaciones, las gestaciones del confinamiento han tendido al aislamiento. La conclusión del área de Ginecología del Hospital General de Segovia es que las distancias entre los progenitores han aumentado y que es habitual que parejas que compartían cama hayan puesto tabiques de por medio por miedo al Covid. La conclusión estadística es que el número de bebés nacidos en el hospital en 2020 (821) prosigue la caída de los últimos años (en 2015 hubo 968 alumbramientos y la cifra no ha parado de caer). En un año excepcional, la gestación también lo ha sido.

De los 821 bebés nacidos, 819 lo hicieron en el hospital y otros dos nacieron fuera del complejo, bien en la propia ambulancia o en el domicilio. En total, Ginecología atendió 812 partos con esas madres, incluyendo alumbramientos múltiples. Entre todas ellas, solo hubo dos progenitoras con Covid. Ningún recién nacido ha dado hasta ahora positivo en por esta enfermedad.

El jefe de Ginecología, Ignacio Mújica, explica la rutina de un área que ha mantenido la máxima normalidad posible. “Hemos seguido atendiendo igual a las pacientes que en cualquier otro año. No se ha resentido excesivamente. Alguna cuestión superficial sí se ha visto comprometida; médicamente, ninguna”. Habla de limitaciones como que no pueda acudir más de una persona a la consulta; por ejemplos, en las ecografías. Pero hasta tiempos recientes, se ha mantenido en los partos y en las habitaciones. “Es una cosa conveniente pero no es imprescindible, las circunstancias cambian día a día y las decisiones en medicina hay que individualizarlas”.

En tiempos donde las pruebas escasearon, no se permitieron acompañantes en las consultas y se hacían llamadas previas a pacientes con síntomas sospechosos de Covid para posponer su visita y evitar contagios en las salas de espera. El hospital cambió su puerta de acceso y cerró la principal por la noche, dejando la entrada de Urgencias como el único acceso posible. Para las parturientas, se habilitó la puerta principal durante las 24 horas, así se evitaba el contacto de estas pacientes con otros que consultaban por coronavirus. Una vez en Ginecología, las pacientes “medianamente sospechosas” eran valoradas en una sala especial para descartar la enfermedad. En caso de positivo ya se activaban los protocolos de aislamiento.

Mújica subraya el valor de la compañía en cualquier paciente. “Sea porque se pone de parto o porque tiene coronavirus. Pero en un centro único es muy difícil prohibir la visita a tu abuelo que se está muriendo y mantener la de un hijo que va a hacer, porque las familias somos las mismas. Entendiendo eso, se ha facilitado la visita en todos los diagnósticos. Aparte de que tener un hijo es cosa de dos. Compartir desde el primer momento su gestación y nacimiento facilita el desarrollo posterior del equilibrio familiar”. Y añade un elemento de confianza. “Cualquier paciente que se encuentra mal en un sitio desconocido, con contracciones, está mejor con alguien conocido, por muy cariñoso o atento que pueda ser el personal sanitario”.

Uno de los grandes problemas de la pandemia es que no se cumplieron las expectativas, más que cualquier clase preparto o preparación interrumpida. Muchas dejaron apartadas sus tareas para el tramo final de embarazo: “Ya me lo explicarán durante la preparación al parto…”. La decepción de no contar con estas fases previas ha causado en las madres más decepción que si hubieran asumido ese escenario desde un primer momento. Es más ese ámbito psicológico que un efecto médico por no haber dado esas clases. También entran en juego otros factores como si la madre es o no primeriza.

Pese a que el confinamiento extremo ha generado problemas de salud asociados al sedentarismo, el miedo con las embarazadas era la incertidumbre sobre si el virus podía afectar al feto en el propio útero. El resto, era secundario. “El desconocimiento en ese sentido hacía que cualquier precio a pagar por no contagiarse se diera por bueno”.

El tiempo dirá hasta qué punto la pandemia agudiza o no la caída de nacimientos. Está por ver si las mujeres que habían decidido ser madres a partir de marzo del año pasado mantuvieron o no su decisión. En cualquier caso, la caída anual se agudiza. “Las mujeres se quedan embarazadas con más edad, lo que aumenta sus problemas de infertilidad. Algunas no consiguen quedarse. Y las que sí lo hacen no se quedan tantas veces como si hubieran empezado antes. Primero, porque no da tiempo; segundo, porque su fertilidad es menor. Una mujer que tiene su primer hijo con 24 años tiene más posibilidad de tener tres que si lo hace con 39”.

A ello se añaden todo tipo de causas socioeconómicas como la disminución de extranjeros. Algo más de un tercio de los partos corresponden a estos pacientes. “En la época con más partos, había mucho extranjero en España. Muchos han vuelto y otros, una vez que han tenido alguno, ya no han repetido tanto”. Esta dinámica, generalizada en España, se contrapone con el norte de Europa, que ha aumentado su natalidad a través de ayudas públicas y permisos de todo tipo. También está por ver si la igualdad entre las bajas paternales y maternales en la nueva legislación favorece o no la natalidad.

La pandemia también ha frustrado sobre manera tratamientos de fertilidad: más de la mitad de los procesos se han visto afectados. “No se interrumpe el ciclo; si has empezado el tratamiento de este mes, lo terminamos. Pero no se han cogido casos nuevos. Gente que necesitaba tres ciclos a lo mejor solo ha terminado uno. En algunos casos, porque el paciente no quería venir al hospital; en otros casos se han tenido que restringir las visitas”. El hospital ha vivido momentos con cero consultas, de ninguna especialidad. Y una de las primeras afectadas fue la fertilidad. “Ahora hemos recuperado un ritmo normal, pero estamos seriamente amenazados de tener que interrumpirlo otra vez del todo”.

nacimiento coronavirus maternidad
Marta Moreno y Joaquín Rodríguez, con su hijo recién nacido, Joaquín. / SONRISAS DE LA CALLE

“No es buen momento para ser madre, pero merece la pena”

Joaquín Rodríguez perpetúa la saga de su padre, abuelo y bisabuelo. Tradiciones frente a la pandemia para el último bebé del año en el Hospital General de Segovia. Tras una gestación en plena pandemia, su madre, Marta Moreno, saca lo bueno. “Nunca es buen momento para quedarte embarazada, pero al final todo merece la pena. Tener un hijo es la cosa más bonita del mundo. No hay que tener tanto miedo; con cuidado y con cabeza, todo sale”.

Marta y Joaquín sénior se casaron en junio de 2019 y la maternidad era el siguiente paso. “Sabíamos que en cualquier momento podía llegar. Eliminaron los métodos anticonceptivos y dejaron que sucediera. Si hubiera sido planificado, e n este momento no lo hubiera tenido”.

Marta, de 32 años, trabaja en la residencia de los Hermanos de la Cruz Blanca, un lugar en el que la primera ola del virus impactó de lleno: de 33 usuarios, se contagiaron 29. Ella se libró. “Yo estaba embarazada, sin saberlo”. Joaquín trabaja en una empresa de ascensores, así que mantuvo su actividad. El resto del tiempo, lo pasaron en casa confinados. “Haces más cosas con tu pareja, no te queda otra”. Ese tiempo en común incluía tutoriales de Pilates, abdominales o pintar la casa, de blanco. “Todo lo que no habíamos hecho antes por falta de tiempo o ganas”.

Marta recuerda haber mencionado la idea de volver a los anticonceptivos en marzo. “Cuando no pones medios, puede sonar la flauta en cualquier momento. La verdad es que le dije a mi marido: ‘A lo mejor tendríamos que poner otra vez medios, igual no es buen momento para quedarse embarazada’. Esas palabras salieron de mi boca. Y mi marido dijo: ‘Anda, anda’. Si no me había quedado antes… Pero mira, con tan mala o tan buena suerte, ahora que tengo a mi bebé, me quedé”.

Se enteró de que estaba encinta el 12 de mayo. Pidió a Joaquín que comprara un test y trajo el más barato. Como salió positivo, tuvo que volver a por uno más fiable. En el camino, se le cayó el móvil y se rompió la pantalla. El ‘contranálisis’ dio positivo: embarazada de más de cinco semanas. “Por la situación que había, no fue en ese momento la ilusión de mi vida. No lo sentí con esa alegría enorme. Según va evolucionando, te haces las primeras ecografías, oyes el latido… Eso te quita la pena y el miedo”.

La pandemia exigía extremar cualquier precaución: contactos sociales, los justos. “Y eso cuando estás de pocos meses y parece que no ves el peligro. Pero cuando ya ves que se acerca el parto, más miedo me entraba”. Lo dice alguien que se ha “inflado” a videollamadas para paliar una realidad: “Hay gente a la que llevo sin ver desde junio. Mi entorno también es muy consciente de la situación”. Y una contrapartida de la que es consciente. “Si son amistades reales, no las pierdes, pero me falta mucho trato con gente con la que antes tenía un montón. El hecho de no verte, de no tomar unas cañas, un cumpleaños, hace que te vayas despegando. El roce hace el cariño, es una realidad”.

Siempre fue acompañada de su marido, pero Joaquín no pudo entrar a las consultas. “Él no ha visto a su hijo en las ecos como se podía ver antes de la pandemia. Al final, el desplazado es el marido”.

Marta dio a luz tras 39 semanas y cuatro días de embarazo en la noche del 31 de diciembre. Rompió un poco la bolsa en las primeras horas del día 30. “A las cinco de la mañana nos duchamos y ya teníamos preparadas las cosas”. Aún no estaba de parto, pero se quedó ingresada. Tras PCR negativa, entró en la habitación, compartida con una pareja que se fue al mediodía.

Le pusieron un Propess, dinoprostona en forma de tampón para inducir el parto. Estuvo con él 24 horas. “Tuve unos dolores que te mueres. En vez de darme contracciones en el útero, me daban en los riñones. No se lo deseo a nadie”. A las diez de la mañana del 31, le pusieron la epidural y estuvo con ella hasta las 21:00. Tenía contracciones, pero no llegó dilatar más de seis centímetros, así que Joaquín llegó al mundo por cesárea.

Ella vio al bebé, pero el primero en cogerlo fue Joaquín sénior, que se lo puso al pecho y le dio el primer biberón. Volvió de la reanimación a cuarto de hora de las 12:00 y allí estaban los dos. Marta no se tomó las uvas; Joaquín, sí. “Era una sensación rara porque yo estaba todavía adormilada. Te ves ahí con el niño, metido en su cunita…”. Pesó 4,8 kilos y, ante el riesgo de hipoglucemia, se lo llevaron media hora más tarde a Pediatría para controla su evolución y no le vio hasta el mediodía del 1 de enero.

De vuelta a casa, las cautelas siguen. “No me quiero juntar con nadie. Visitas a casa hemos tenido las justas. Familia directa y mascarilla”. Y han tardado casi tres semanas en conocer al niño. “Han venido dos amigas que prácticamente me han dejado los regalos en la puerta. Casi no querían entrar”. A Joaquín se le ve por videollamada.

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