El régimen libio ha comenzado a resquebrajarse, pese a la amenazante intransigencia de su furibundo líder, Muamar el Gadafi, después de perder ayer el control de la zona oriental del país. Esta circunstancia, de cualquier modo, no impidió que se disparara hasta los 10.000 la cifra de muertos por la represión, y se extendiera el temor a un éxodo masivo.
Más allá de la condena internacional a su actuación, al presidente se le acumulan los problemas. Sin ir más lejos, el ex ministro de Justicia Mustafa Mohamed Abud al Jeleil, que dimitió hace escasas fechas, desveló que tiene «pruebas» de que el máximo dirigente ordenó el cruento atentado de Lockerbie en 1988, en el que fallecieron 270 personas al estallar en pleno vuelo un avión de la compañía estadounidense Pan Am.
Mientras le queden recursos, Gadafi piensa seguir con la «limpieza» que prometió en su ya famoso discurso del pasado martes, y las consecuencias en la población están siendo terribles.
La Federación Internacional de Derechos Humanos elevó ayer el número de muertos hasta los 640, más del doble de los reconocidos oficialmente, aunque de forma paralela el miembro libio de la Corte Penal Internacional Sayed al Shanuka llegó a hablar desde París de más de 10.000.
En medio de esta tragedia y de los esfuerzos de los países occidentales para repatriar a sus ciudadanos y sancionar al causante de la masacre, se supo que la zona oriental del país ha sido liberada del control del régimen.
La desaparición de apoyos no se detuvo ahí, pues, paralelamente, oficiales del Ejército de Al Yabal al Ajdar (noroeste de la nación) anunciaron que habían decidido unirse a la revolución popular.
Los ciudadanos están demostrando incluso su capacidad para organizarse, ya que activistas y testigos confirmaron que en las partes «liberadas» se han formado comités con la misión de proteger y gobernar.
Por supuesto, también prosigue en las calles la lucha contra los mercenarios; según el ex ministro Jeleil, los jóvenes revolucionarios en Al Baida detuvieron al menos a 400 de ellos procedentes de Chad y Níger.
Al Yazira ofreció además imágenes de habitantes de la ciudad de Bengasi que celebraban con canciones y fuegos artificiales lo que llamaban la liberación de esta localidad de las garras de Gadafi.
El proceso avanza con fuerza porque, según esta cadena, los revolucionarios ya dirigen las emisoras de radio de Bengasi, Al Baida, Derna y Aydabia, todas en el este del país, por las que empezaron a emitir comunicados.
El régimen se vio forzado a reconocer que algo malo para sus intereses estaba sucediendo, y el responsable de relaciones generales del Ministerio del Interior libio, Naji Abu Hrus, afirmó que en Derna y Al Baida se había proclamado la creación de «un emirato islámico», en clara referencia a que el control estatal había desaparecido de esos lugares.
Incluso hubo quien se atrevió a informar sobre el conflicto hallándose fuera de Libia; se trató del ministro italiano de Asuntos Exteriores, Franco Frattini, quien desde Roma sostuvo que la región de Cirenaica, en el noreste, ya no estaba en poder del Gobierno.
Mientras tanto, los Ejecutivos del mundo occidental se aprestaron a repatriar a sus ciudadanos, tanto por vía aérea como marítima. Francia y Rusia ya han comenzado las operaciones para traer a sus compatriotas de vuelta a casa, y la Unión Europea en bloque, Estados Unidos y China anunciaron que lo harán cuanto antes.
Obviamente, la revolución árabe ha generado un tremendo impacto económico, plasmado de modo claro en el petróleo, que volvió a marcar un precio máximo desde el año 2008, al superar en Brent los 110 dólares y rebasar la barrera de los 100 el Texas.
