Los españoles acabamos de hablar en las urnas, y a expensas de lo que puedan cambiar las cosas con el recuento de los residentes en el extranjero, el resultado puede considerarse como un triunfo del actual presidente. Además, contra todos los pronósticos de todas las organizaciones demoscópicas privadas, que otorgaban mayorías más o menos cómodas a la suma de las formaciones de Feijóo y Abascal.
Es verdad que el Partido Popular ha ganado las elecciones, pero de la misma manera es cierto que el Partido Socialista ha sumado un millón de votos desde 2019, y la diferencia entre ambos se limita a 300.000 votos. Y si miramos la pugna entre Vox y Sumar, sus partidos extremos, ha quedado más reñida todavía, con tres millones de votos cada uno.
Lo que sí parece claro es que una parte importante de españoles, ante la tesitura de que Vox pudiera entrar en el Gobierno de la nación, han decidido movilizarse en favor de Sánchez. Es decir, que temen más a Vox que a sus peligrosos socios de gobierno que pretenden romper España. Por tanto, seamos realistas, el resultado de las urnas no arroja una voluntad masiva de cambio de la sociedad española.
Si España fuera un país coherente, visto lo endiablado que ha quedado todo, se tendría como inevitable que PP y PSOE buscaran algún tipo de arreglo para desbloquear la situación. No ya solo una gran coalición como se ha visto en otras latitudes, sino la mera abstención para que gobierne el más votado.
Creo que la mayoría de los españoles nos sentiríamos más cómodos con grandes acuerdos de Estado en las cuestiones importantes, y evitar que la gobernabilidad de España acabe recayendo sobre aquellos que tienen como único fin acabar con nuestro país.
Está claro que Sánchez no se va a ir, entre otros motivos porque sus resultados no han sido malos. Después de cinco años gobernando con los enemigos de España, después de mil y un excesos desde el punto de vista democrático, los ciudadanos que le votaron no solo han vuelto a confiar en él, sino que otros muchos le han premiado con una mejora tanto en votos como en escaños.
Nos podrá parecer odioso reeditar un gobierno Frankenstein II, pero los resultados del 23-J le han validado la hoja de ruta que ha llevado durante los últimos cinco años. El presidente del Gobierno no ha sido castigado en las urnas por pactar con comunistas, independentistas y herederos de ETA, ni por forzar los mecanismos de nuestra democracia. Por tanto, es entendible que se sienta reforzado para seguir por su vereda, por lo que ahora tratará de conseguir el apoyo del huido de la justicia, Carles Puigdemont, y así seguir gobernando España.
Aunque los españoles han demostrado tener un estómago a prueba de bomba, esto no debería ser fácil de digerir dada la situación legal del dirigente independentista catalán residente en Waterloo, un prófugo que huido de la justicia está impidiendo que ésta le juzgue por su posible comisión de graves delitos.
Es oportuno recordar ahora que el gobierno justificó sus pactos y acuerdos con Bildu alegando que ETA desapareció hace 12 años, resultando conveniente integrar en el juego político a aquéllos que cometieron, colaboraron o celebraron actos de terrorismo.
Este no es el supuesto de Puigdemont y de algunos de sus colaboradores más próximos. En este caso, su obstrucción a la acción de la Justicia está sucediendo en estos momentos, ahora mismo. Sin embargo, tratarán de conseguir el apoyo del huido para seguir gobernando España. No cabe duda que es un paso adelante en su progresivo alejamiento de la ética pública más elemental.
Y la segunda parte de esta ecuación es lo que tendrán que entregar a cambio de ese apoyo. No cabe duda que el presidente echará el resto para ser investido. ¿Serán amnistías, presupuestos, referendos, consultas…?
En fin, a la vista de todo esto, podríamos decir que los únicos que han ganado las elecciones son los que tratan de romper España. Ellos saben que la que emerge de las urnas será todavía más débil y dividida. Y a nosotros sólo nos queda seguir trabajando para sacar adelante nuestras familias y felicitar deportivamente a Pedro Sánchez por su inigualable astucia para sobrevivir.
Esto es lo que hay. Las urnas han hablado.
