Llega el tiempo de cerrar la temporada para muchos clubes. Durante muchos meses se ha estado entrenando y compitiendo para cumplir con las expectativas creadas. Tanto los jugadores, el cuerpo técnico y los directivos han trabajado de manera coordinada para que las metas se cumplieran.
En algunos casos se anticipaba que el objetivo iba a ser difícil de cumplir y los jugadores tiraron pronto la toalla, pero en otros se puso un mayor empeño. El caso es que después de transcurridos los meses de competición, ésta suele poner a cada uno en el lugar que le corresponde por los méritos y la trayectoria demostrados; y el bajar de categoría suele ser la confirmación de una realidad no deseada.
Descubrir las razones de este desenlace puede producir un punto final o de partida, según se mire. Confirmar que el dinero es la razón para no poder afrontar una nueva temporada con garantías es un hecho más que constatable. También corroborar que ha habido una escasez de jugadores o que éstos no han presentado una calidad contrastada ha hecho que se ofrezca una mala imagen. O ratificar que el ambiente interno debido a las controvertidas relaciones interpersonales entre los jugadores, entrenadores y la directiva ha producido una dejación de responsabilidades.
Por tanto, al hacer este balance se barajan los diferentes escenarios con los que afrontar los siguientes retos. Si es por falta de financiación económica, habrá que hacer muchas gestiones para encontrarla; si es por la falta de jugadores o por su escasa calidad habrá que formarlos o contratar a quienes la posean, lo que requiere tiempo y/o dinero; y si es por las tiranteces en las relaciones entre los participantes se tendrá que buscar a las personas que aglutinen intereses y estén comprometidas. Un descenso de categoría supone una decepción, pero también puede servir para mejorar aquello de lo que se es deficitario.
