El Caja Segovia de fútbol sala se revolvió contra su mal momento de resultados, y en un complicado partido frente a un ultradefensivo Benicarló fue capaz de remontar hasta en dos ocasiones un marcador adverso para terminar llevándose los tres puntos.
Ese podía ser el somero resumen de un partido más o menos igual que el anterior que el disputado por el Caja como local ante el Sala 10 Zaragoza, o el que jugó ante el Cartagena, o el del Marfil Santa Coloma… es decir, un auténtico tostonazo para un espectador imparcial, que no para de ver cómo un equipo ataca y ataca, y otro espera, y espera, y desespera a todos con una defensa a ultranza, un desprecio del balón que sonrojaría a los que inventaron este juego (que ya no es deporte por obra y gracia de las normas FIFA), y que es capaz de celebrar hasta el paroxismo un acierto defensivo.
Segovia está enamorada del Caja. Sólo así se entiende que la grada se llene, un partido sí y otro también, para presenciar el mismo partido fotocopiado una y mil veces, con la única incógnita de ver si el equipo de casa acertará y será capaz de saltar el muro contrario, o si por el contrario la moneda caerá en cruz, y los tres puntos se los llevará el rival. Ayer salió cara.
Apenas iniciado el choque, un gol de Vadillo tras una acción a balón parado supuso el primer mazazo para el equipo local, que no encontró la pausa en su juego hasta pasados unos minutos, y que incluso consintió un segundo lanzamiento del Benicarló, en esta ocasión de Lolo, que se estrelló en el palo.
Eso sí, el juego al Benicarló le duró cinco minutos, los que tardó en darse cuenta de que iba por delante en el marcador, y que había que aplicarse en defensa. El Caja comenzó el asedio la meta visitante, pero se encontró con un Diogo en buen momento, que detuvo todos los intentos locales, pero no pudo evitar que Daniel empatase el choque pasado el ecuador de la primera parte tras un remate al segundo palo de un Matías que volvió a pelearse con el mundo, a veces con acierto, y a veces no.
La actitud en los locales era irreprochable, pero algunas rotaciones no encontraban su sitio en el partido. Antoñito, que ya había amagado con equivocarse en un par de ocasiones, se equivocó del todo en un tercer momento, y el Benicarló tuvo la suerte de cara en una acción de contragolpe que culminó Xapa marcando el 1-2, resultado con el que se llegó al descanso.
El segundo tiempo fue un monólogo local, un empujar y empujar buscando el gol del empate, mientras una y otra vez el Benicarló sacaba el esférico a pelotazos. Pero al contrario de lo que sucedió ante el Sala 10, en esta ocasión sí hubo acierto, e incluso una cierta dosis de fortuna. Esquerdinha, que en el primer tiempo no hizo nada positivo, sí destacó en la segunda parte, logrando empatar de nuevo el partido tras un remate a la media vuelta cercano a la línea de banda que Diogo no fue capaz de despejar.
Con el Caja en racha, Lozano se vistió de Matías, practicó el “uno contra todos” y con mucha fuerza y algo de suerte logró marcharse de todos sus defensores para poner el balón en el segundo palo, donde Aitor se metió con el balón dentro de la portería. Al Benicarló empezó a salirle todo mal, porque Chicho se rompió un dedo del pie cuando trataba de robarle un balón a Sergio Lozano, y tanto Vadillo como Retamar, los dos baluartes del conjunto cadufero, comenzaban a dar claras muestras de agotamiento.
Juanlu Alonso quiso forzar la máquina, y puso a Retamar como portero-jugador. Pero el Caja se defendió con mucho criterio, la circulación del balón del Benicarló fue demasiado lenta como para poner en apuros a un Cidao que estaba tocado tras caer mal en un salto, y al final Esquerdinha se hizo con un balón en el centro de la cancha, se marchó solito, y consiguió el cuarto gol, que fue celebrado por la grada como lo que es, la culminación del objetivo de todo deporte que se juegue con porterías. En esta ocasión, el que jugó a ganar fue mejor que el que jugó a no perder. Afortunadamente.
