A finales del XIX ‘llegó’ a la ciudad un alcalde inteligente. Cierto que alcaldes hubo muchos en ese tiempo y en otro. Los hubo que utilizaron sombrero, otros que llevaban el bastón de ordeno y mando hasta en la cama, quienes decían que hacían, por más que del dicho al hecho… y otros, genéricamente considerados, que gobernaron para el pueblo pero sin el pueblo, para hacer bueno lo que tanto se lleva ahora: “¿Yo? lo que diga el partido”.
Pues sí. Hubo un alcalde (nombrado, no elegido), de finales del XIX y principios del XX, Mariano Sáez y Romero (Segovia, 1867) que empleaba en sus acciones en la alcaldía el raciocinio (1), que no es cosa común –de ayer a hoy-, de los que se sientan en la silla/sillón.
Entre otras acciones, el abogado y escritor, planteó a sus compañeros de Corporación (año 1900) la necesidad de instituir en la ciudad ‘El Día del Árbol’. No encontró excesivos ‘aplausos’ su propuesta y durmió durante un año sin tener hueco en la agenda municipal.
‘Pasó una tarde, pasó una mañana…’ y en abril de 1901: se pone en marcha el ‘proyecto’. Lugar visible: ‘parque de Chamberí’. La colaboración de los maestros de las escuelas ¡qué figura tan extraordinaria! fue la catapulta que llevó a la referida zona no solo a los niños/as, también a familias enteras. Allí, en los alrededores de los depósitos del agua, pulularon los escolares colaborando a la plantación de ¿cuatrocientos? árboles.
El Ayuntamiento había acordado dar merienda a los niños participantes. Para ello había presupuestado ¡75 pesetas!, y si bien ‘dobló’ al final esa cantidad, tampoco los peques cogieron peso ante tan frugal ‘banquete’.
Mas, y como de lo que se trataba era instaurar la fiesta del árbol y darle continuidad de la idea transmitida por el alcalde, se consiguió que los escolares se implicaran en un ‘asunto’ desconocido para ellos. (2).
Luego, al año siguiente, 1902, se volvió a celebrar la fiesta. Era alcalde el médico Eulogio Martín Higuera y lo organizado estuvo a la altura de lo sucedido en el anterior, pero con más merienda y hasta música. Cientos de familias acudieron a la ‘convocatoria’. Luego… la actividad se fue perdiendo, pese a que en 1915 un Real Decreto, conjunto de los ministerios de Gobernación y Fomento, obligaba a cada ayuntamiento a fijar un día al año para su celebración.
En orden a la antigüedad de la fiesta, hay dos localidades españolas que se consideran las primeras: la gallega Mondoñedo, casa/lugar del escritor Álvaro Cunqueiro, datada en 1569, y la extremeña, de Cáceres, Villanueva de la Sierra, de 1805. Madrid la organizó por vez primera en 1897. Solo cuatro años antes que la nuestra.
Acabo esta información ‘forestal’ dejando constancia – por más que de ello ya escribí-, de la piedra/inscripción que en los jardines de Chamberí, al ladito mismo de la carretera de entrada al ‘sector Plaza de Toros’, esquina a la calle de Los Depósitos, dispuso el ayuntamiento que se colocara, hace un par de años, con nombre, fecha y motivo, aquel primer evento de la Fiesta del Árbol.
Reitero: Mariano Sáez y Romero, un alcalde con señorío (3)
Mini Biografía
Hoy dedico estas líneas biográficas no a una persona, sí a una revista. Nació en Segovia con el nombre de ‘Arlequín’. Su vida fue tan efímera que tan solo publicó un número. Su gestación fue, cuando menos, de nueve meses y un día. En los primeros de julio de 1913, ya vestida de largo, muestra sus claras intenciones en portada: ‘yo soy Arlequín y vengo dispuesto a burlarme de todo’. Era, lo pretendía, un semanario con esta retahíla fraseológica: ‘festivo, literario, artístico e ilustrado’.
Su precio/ejemplar 15 céntimos y una ‘plantilla’ de colaboradores –los contratos ‘fijos de plantilla’ llegaron más tarde-, de lo más granado de la sociedad literaria segoviana. Una muestra: José Rodao, Marceliano Álvarez Cerón, Julián María Otero, Mariano Quintanilla, Juan de Contreras, Diego San José, Juan José Llovet, Joaquín Dicenta (junior). Entre los dibujantes se encontraba el mejor: Torre Agero.
¿Qué sucedió para vida tan corta? Los números (económicos), no cuadraban y antes de cargar lastre, lo soltaron. Sabia decisión.
(1) Razón, facultad de la mente que permite aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad.
(2) El Defensor, 1904.
(3) Mesura en el porte o en las acciones.
