El calvario vivido durante cuatro jornadas para ver si la Gimnástica Segoviana se mantenía en la Segunda de la RFEF, que alcanzó la temporada pasada, se acabó por fin el pasado domingo. En el cuarto partido, en Elda, contra el Cerdanyola, se obtuvo la ansiada victoria para conseguir que la Sego aguantase por primera vez en su historia un año más en esa categoría del ascenso. Todo ese tiempo, esperando que los hados tuviesen la gentileza de donarnos un poco de fortuna, se nos hizo eterno; y es que, la incertidumbre, es un mal incurable. Cuando las oportunidades para alcanzar una meta se tuercen, se desaprovechan, o se preparan sin atar todos los hilos, aparece ese escepticismo que nos lleva a vivir con cierta tensión. Eso ya es pasado.
Nos llega, por tanto, el tiempo para recomponer un equipo que nos dé alguna tranquilidad, amén de disfrutar con él comprobando que posee garantías para no padecer esa angustia aludida anteriormente. Eso no quiere decir que la Junta Directiva lo haya hecho deficientemente, ni mucho menos. Solo con estar ahí, dando todo lo posible y más, merece el respeto de todos y el reconocimiento a una labor tan ardua y complicada. Quizá, me atrevo a decir, que alguna decisión tendría que haberse adoptado inmediatamente, al ver que las cosas se estaban torciendo.
Ahora es tiempo de descansar, el momento de asueto es justo y necesario. Y un poco después, vendrá el examen de conciencia, ya saben ustedes: arrepentirse de los pecados cometidos; aunque don Julio, párroco de Santo Tomás, y socio de los buenos de la Sego, les pondrá una penitencia leve y fácil de cumplir.
