Una enorme dosis de suerte, rayana con lo milagroso, evitó ayer que ETA consumara en Burgos una nueva masacre de proporciones dantescas. Solo la fortuna y la falta de pericia de los asesinos, cada vez más enloquecidos pero menos eficaces, impidieron que el estallido de una furgoneta bomba cargada con varios cientos de kilos de explosivo asesinara a alguna de las 120 personas que dormían en la Casa Cuartel de la capital castellana.
La bomba, que detonó a las cuatro de la madrugada del martes al miércoles, estaba colocada en un vehículo comercial estacionado a 16 metros de la fachada posterior del inmueble, provocó un cráter de siete metros de diámetro por dos de profundidad y dañó gravemente el edificio, pero solo produjo heridas leves a 64 personas, entre ellas dos embarazadas y seis niños, todos ellos dados de alta a lo largo de la jornada de ayer.
El estado ruinoso que presenta la fachada de la torre de 14 pisos es la mejor demostración de lo diabólico de un atentado que estaba diseñado para matar de manera indiscriminada a agentes de la Benemérita y a sus familias. De hecho, la banda criminal no avisó de la colocación del artefacto para asegurarse de que las viviendas estuvieran ocupadas, en plena madrugada y con todos los moradores indefensos en sus lechos.
No obstante, las fechas veraniegas también han contribuido a minimizar las consecuencias, ya que numerosos inquilinos disfrutaban de su asueto estival y no se encontraban en sus domicilios.
Así lo explicó desde la capital burgalesa el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, quien, tras condenar el atentado, se congratuló de que resultase «fallido», puesto que ETA no logró su funesto objetivo de acabar con el mayor número de vidas posible no solo entre los agentes, sino también entre sus allegados, lo que añade al ataque «un aspecto especialmente canalla».
Respecto a la ausencia de llamadas de alerta, el titular de Interior recordó que la banda no suele avisar cuando su objetivo es la Guardia Civil y, como ejemplo, citó el precedente de la Casa Cuartel de Durango en el verano de 2007.
Con respecto a la naturaleza del explosivo, Rubalcaba no pudo precisar de qué material se trata o cuál era la cantidad que contenía la furgoneta, pero sí sostuvo que, habida cuenta de las devastadoras consecuencias, se trataba de una bomba «muy importante», que podría haber estado compuesta por entre 200 y 500 kilogramos.
El máximo responsable político de la Benemérita señaló que, aunque era bien sabido que los terroristas de ETA son «asesinos» y «salvajes», a partir de ayer también se puede afirmar que están «enloquecidos», una circunstancia que «no les hace más fuertes, pero sí mucho más peligrosos». Por supuesto, tal y como ha demostrado la banda vasca durante casi 50 años, no hace falta ser demasiado listo, ni siquiera valiente, para asesinar, menos aún si se busca acabar con cuantas vidas se pongan por delante de manera indiscriminada.
Colocar un coche bomba es sencillo y, gracias a la electrónica, detonarlo resulta igualmente fácil y exento de riesgo. Además, los etarras tienen la suficiente experiencia como para cubrir sus huellas con eficacia. De hecho, el atentado de ayer no puede ser en absoluto atribuible a la relajación de las Fuerzas de Seguridad, puesto que los propios agentes encargados de custodiar el cuartel llegaron a sospechar del vehículo explosivo y comprobaron, pocas horas antes de la deflagración, los datos de la furgoneta Mercedes Vito de color blanco.
Tras cotejar sus bases de datos, llegaron a la conclusión de que pertenecía a un vecino de la zona, puesto que coincidían tanto la matrícula como la marca y el modelo. Se trataba de las mismas placas, pero dobladas, es decir, falsificadas y colocadas luego en un vehículo de características similares.
La comprobación se realizó alrededor de las 22,00 horas, es decir, unas seis horas antes de la detonación. A juicio de los investigadores, la furgoneta pudo haber sido estacionada a las 14,15 horas del lunes por dos individuos que se vieron obligados a dar «varias vueltas» por la zona para encontrar un aparcamiento idóneo. Así se refleja en los vídeos captados por las cámaras de seguridad. El sitio escogido fue un aparcamiento de tierra utilizado por los residentes, ya que no se puede estacionar en el perímetro inmediato al cuartel. Un tercer pistolero les habría esperado en otro coche, listo para escapar.
Más allá de la satisfacción que produce el feliz desenlace, no se puede olvidar que el modus operandi de la banda confirma las sospechas que desde hace semanas mantiene Interior respecto a la posibilidad, cada vez más realista, de que ETA introdujera desde Francia hasta tres furgonetas cargadas con explosivos para cometer otros tantos atentados. Tal información, que ayer quedó confirmada en buena parte, es resultado de una reciente redada en el país vecino. Los vehículos que aún estarían activos son una Renault Kangoo Blanca y una Citroën Berlingo.
