Mientras los pistoleros de ETA planifican secuestros y asesinatos tan espectaculares como sea posible en un desesperado intento por mantener la ficción de que la banda todavía tiene alguna capacidad de presionar a la sociedad española, el denominado Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK), que aglutina a los convictos terroristas que todavía se mantienen fieles a los postulados más sangrientos, inició ayer su particular campaña de terror en las cárceles de España y Francia para tratar de ocultar la escisión existente en un grupo cada día menos dispuesto a seguir las directrices de la cúpula asesina.
Así, a la vez que publicaba una nota para informar de la expulsión de un quinteto de terroristas a los que acusa de «haberse situado fuera de la disciplina y el respaldo del Colectivo», el EPPK anunciaba que comienza «una dinámica de lucha» dentro de los presidios, que incluirá acciones tales como encierros y huelgas de hambre en protesta por la «cruenta» política penitenciaria de España y Francia.
La nota, puntualmente reflejada por el diario Gara, portavoz extraoficial de ETA, detalla que la protesta arrancó ayer mismo en las cárceles de ambos Estados y se desarrollará a lo largo de todo el año, de manera «rotatoria» a partir de marzo.
Con tal actitud, que no hace sino demostrar el acierto de la estrategia seguida por Interior, el colectivo de presos etarras, que aglutina a casi 750 personas, pretendería «mostrar la necesidad de poner en marcha un proceso democrático fuerte que invierta la situación política», así como reclamar «la inmediata liberación» de los internos que han superado el cumplimiento de la condena fijada, de los que están «en período de acceder a la condicional» y de los «gravemente enfermos». Por último, exigen que aquellos reclusos que se encuentren solos «sean reagrupados con otros miembros».
En el mismo comunicado, la banda informó también de que cinco presos «se han situado fuera de la disciplina y el respaldo del colectivo», una expresión eufemística para explicar su expulsión.
Los rebeldes son Valentín Lasarte -condenado, entre otras causas, por el asesinato del concejal del PP Gregorio Ordóñez-, Iñaki Rekarte, Estaban Murillo, Jorge Urruñuela y Andoni Muñoz.
Todos ellos son veteranos pistoleros que llevan muchos años en la cárcel, pero que aún tienen pendientes largas condenas, y, para dejar bien claro la calaña de los etarras más radicales, baste señalar que, por ejemplo, Lasarte, que llegó a la cárcel de Villabona dentro de la política de acercamientos de Interior ha sido excluido por aceptar un puesto en el economato de la prisión.
El Departamento que dirige Rubalcaba tiene en este centro asturiano y en la cárcel de Zuera en Zaragoza los principales bancos de pruebas de su actual política penitenciaria del palo y la zanahoria.
Cabe recordar que, tradicionalmente, los presos de ETA deben acatar las directrices de la cúpula de la banda y participar en los actos de protesta que se organizan en el interior de las cárceles, tales como encierros en la celda -denominados txapeos-, renuncias puntuales a las comidas, concentraciones en los patios y, por contra, no incorporarse nunca a las actividades orientadas a la reinserción porque, según la lógica de la organización criminal, se estaría admitiendo entonces el delito cometido, así como la autoridad de Instituciones Penitenciarias.
