Tras cuatro décadas de terror y casi 900 asesinatos, es imposible añadir nada que ayude a comprender la magnitud de la demencia de ETA. La última muestra de la miseria y cobardía de los terroristas, y ojalá que sea la última por siempre, le costó ayer la vida a Eduardo Antonio Puelles García, un policía nacional de 49 años, inspector jefe de la Brigada de Información, y que, por tanto, estaba directamente vinculado con la lucha contra la banda. La organización criminal vasca hizo estallar a las nueve y cinco de la mañana una bomba lapa bajo el coche del agente, que estaba estacionado en la localidad vizcaína de Arrigorriaga, muy próxima a Bilbao y donde residían la víctima y su familia.
Según confirmaron fuentes de la investigación, el automóvil, que quedó completamente calcinado, estaba estacionado en un aparcamiento al aire libre en el barrio de Santa Isabel. La bomba, que contenía entre uno y dos kilos de explosivo, estaba colocada junto al depósito de combustible, lo que magnificó sus efectos, de modo que cuatro coches que se encontraban en los alrededores resultaron incendiados.
El de ayer es el primer atentado mortal de ETA en 2009 y el primero desde que Patxi López accedió a la presidencia del Gobierno Vasco.
Aunque buscar explicaciones a un crimen tan abyecto es perder el tiempo, no resulta descabellado pensar que haya llegado como venganza por los últimos golpes policiales contra los asesinos. No hace demasiados días se produjo la detención de un abogado y varios pistoleros que planeaban una espectacular fuga para sacar de prisión al terrorista que intentó asesinar al Rey con un rifle de mira telescópica en Palma de Mallorca. Muy poco después, la Gendarmería descubrió en el sur de Francia un zulo con más de 100 kilos de explosivos y numeroso armamento.
En cuanto a la logística de la felonía, cabe reseñar que, si para matar al empresario Ignacio Uría, la banda había recuperado el tiro en la nuca, en esta ocasión ha utilizado el también muy conocido para ellos sistema de la bomba-lapa en los bajos de un vehículo, aunque otras fuentes indicaron que la explosión pudo producirse en otro coche, que estalló al paso del turismo del policía.
Al margen de qué sucediera en Arrigorriaga, todas las consideraciones objetivas palidecen ante la desolación que produce cada asesinato, máxime si, como en el caso de Puello, las circunstancias son especialmente trágicas y dolorosas. Así lo pusieron de manifiesto varios testigos, que relataron que el vehículo del inspector quedó «completamente en llamas» con la víctima atrapada en el interior, por lo que fue imposible «hacer absolutamente nada» por salvarle.
Un vecino, cuya furgoneta se vio afectada por la explosión y que se encontraba en las inmediaciones con su esposa, explicó que inmediatamente después de la deflagración «todo era fuego» y que él y su pareja pudieron escuchar cómo «el hombre chillaba» pidiendo ayuda. Otro de los presentes indicó que el coche «estaba arrancado» y, cuando iba a «salir», estalló «de repente». «Lo único que hemos sentido fueron chillidos y chillidos, el coche estaba completamente en llamas y no era posible siquiera acercarse».
Al parecer, cuando el vehículo aún ardía con virulencia apareció la mujer de Puelles, quien alertó a gritos de que la víctima podría ser su marido.
Tras el suceso, tanto ella como sus hijos tuvieron que ser ingresados en el Hospital de Basurto con una fuerte crisis de ansiedad, de la que fueron evolucionando «favorablemente» durante la mañana. Durante su estancia en el centro sanitario recibieron la visita del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, del lehendakari, Patxi López, y del consejero del Interior, Rodolfo Ares, quienes cancelaron todos sus compromisos para viajar a Arrigorriaga.
No muy lejos de allí, apenas a una decena de kilómetros, en la Subdelegación del Gobierno en Vizcaya, en pleno centro de la capital de la provincia, quedó instalada por la tarde capilla ardiente con los restos mortales del inspector tras habérsele realizado la autopsia. Hoy se oficiará su funeral, al que acudirán los Príncipes de Asturias.
También en esta jornada los vascos están llamados a tomar las calles de Bilbao convocados por López, que instó a una manifestación en repulsa por el asesinato. Bajo el lema Por la libertad. ETA no. Askatasuna, todos los ciudadanos de bien desfilarán a partir de las 18,00 horas desde la plaza del Sagrado Corazón y, tras recorrer la Gran Vía, confluirán en el Consistorio.
Allí, el socialista se dirigirá a los congregados para expresar su repulsa y condena contra el atentado y para dejar constancia de que, por mucho dolor que sean capaces de infligir, la derrota de los asesinos es irreversible y está cada día más próxima.
