En medio de los desesperados intentos de la izquierda abertzale por intentar concurrir a las urnas, ETA vuelve a aparecer en una escena política en la que cada vez tiene menos que decir. Ayer, a través de un comunicado publicado en el periódico Gara, la organización terrorista aseguró mostrarse dispuesta a «aceptar un mecanismo de verificación informal» del alto el fuego «permanente y de carácter general» que anunció el pasado 10 de enero.
La banda armada afirma que, pese a ser consciente de que no cuenta con el «reconocimiento oficial» de los Gobiernos, está dispuesta a «aceptar» esta verificación, ya que «es factible y que puede constituirse una comisión» para desarrollar esta labor.
En el comunicado, ETA llama «irresponsables» a los Ejecutivos español y francés, a los que acusa de no querer que la comunidad internacional valide su tregua porque, «pese a la hipocresía y la intoxicación, quedaría acreditado, también en el plano mundial, que la única violencia existente en Euskal Herria es la que generan los propios Estados».
La banda hace un llamamiento a las fuerzas políticas, sociales y sindicales vascas y a toda la ciudadanía, para que «aúnen fuerzas, adopten compromisos y den nuevos pasos por la libertad y contra la represión». ETA constata, además, que en el escenario político de Euskadi existen dos bloques: el primero, en el que se incluye a sí misma, formado por aquellos que desean «abrir un escenario de libertad»; y el segundo, constituido por «los que pretenden mantener la imposición y el bloqueo».
El texto volvió a dejar patente la falta de credibilidad de la organización. Solo EA y la izquierda abertzale valoraron el gesto, ya que el PSOE y el resto de partidos volvieron a exigir a la banda que desaparezca. Por parte del Ejecutivo, el ministro de la Presidencia, Ramón Jaúregui, reclamó a ETA que el cese de la violencia sea «para siempre», al tiempo que reconoció que no entiende qué «significa una verificación informal» de la tregua. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, afirmó que no hacen falta comprobación del alto el fuego, ya que «estamos en un país democrático y solvente, y que la única verificación que vale es que ETA se disuelva».
Por otro lado, ayer se supo que cinco presos históricos de ETA saldrán de la cárcel en poco tiempo después de haber cumplido sus condenas, según informaron fuentes penitenciarias. El más representativo de este grupo es José María Sagarduy, alias Gatza, el interno etarra más antiguo, que recobrará la libertad junto a José María Múgica Pikabea, Jon Aguirre Aguiriano, Estanislao López Agiriano y Andrés Errandonea Arruti. Todos ellos abandonarán la prisión entre el próximo 13 de abril y el 10 de mayo.
El primero en salir será Sagarduy, que terminará de cumplir su condena el 13 de abril después de 30 años y nueve meses recluido. Entró en la cárcel con 21 años y la deja con 52. Fue detenido el 10 de julio de 1980 y a lo largo de todos estos años se ha convertido en un símbolo en el mundo proetarra.
Al ser juzgado por el Código Penal de 1973 pudo acogerse a las medidas de redención de penas hasta que trató de fugarse de la prisión provincial de Granada abriendo un agujero en el techo de su celda por donde accedió al tejado. Posteriormente, saltó a la malla metálica que cubre los patios valiéndose de un cable en cuyo extremo llevaba un garfio. No obstante, no tuvo éxito en su plan y resbaló ruidosamente, lo que alertó al servicio de guardia de la prisión, que le detuvo con una pierna y un brazo fracturado.
La respuesta a su intento de escaparse fue su baja inmediata en el plan de redención de penas, lo que le llevó a cumplir 29 años. El año y nueve meses restante que ha permanecido en la cárcel se debe a la aplicación de la Doctrina Parot y a su condena por el intento de fuga y la agresión a un funcionario.
Las fuentes advirtieron de la dificultad de adaptación en casos como estos en los que los presos han permanecido más de la mitad de su vida entre rejas. Esta situación se demuestra en hábitos como la hora de la comida o el trato con familiares a los que apenas conocen de sus visitas a la cárcel o en el reencuentro con sus localidades a las que tampoco reconocen.
