Jorge de Frutos ejemplifica como nadie que, en ocasiones, los sueños se cumplen. El nuevo internacional de la selección española ha alcanzado el cielo desde la humildad de un punto de partida como su pueblo segoviano de Navares de Enmedio, un hándicap que retrasó hasta los 16 años su conocimiento de un fútbol organizado. En esta entrevista el extremo de la Roja y el Rayo narra cómo ha afrontado un nuevo hábitat en el que parece que un tren le ha arrollado. El del éxito.
—La llamada de la selección, el enorme inicio liguero con el Rayo, con el que acabas de marcar y ser elegido ‘MVP’ ante el Celta… Vaya estado de forma, ¿no?
—Marqué gol, pero me quedo con la que fallé y que nos pudo dar la victoria. Pero la verdad es que estoy en el mejor momento de mi carrera.
—Habrán sido una locura, sobre todo con la llamada de la selección, estos últimos 20 días…
—Sí, es una locura. Estaba en un buen momento personal y del club pero cuando tengo la llamada de la selección fue una sorpresa increíble y te da un vuelco todo porque no estaba en mis planes.
—Porque uno no debe estar preparado para algo así.
—Claro. Hay una prelista de 40 jugadores y yo estaba, pero luego sale la lista final y no estoy, como esperaba. Se lesiona Yéremi y de forma repentina me llaman. Estaba en mi casa cenando con mi mujer y fue una sorpresa muy muy agradable.
—¿Y qué sientes en ese instante, el corazón se pondrá a mil?
—Teníamos ya al niño dormido y empezábamos a cenar y me llama el director deportivo del Rayo, Cobeño, y me dice que me han convocado y que tengo que preparar la maleta, que me quieren esa misma noche. Eran las once menos cuarto e imagínate, ni cené. Lo poco que había comido, nada porque con los nervios se te cierra el estómago, y a las doce ya estaba en Las Rozas.
—¿La maleta más rápida que habrás hecho en la vida?
—Sí, sí. (Risas). Cinco minutos.
—Aunque estar allí ya era una bomba, ¿te decepcionó, aunque fuera un poco, el descarte en el primer partido?
—Es que ya era un sueño representar a mi país, aunque fuera uno de los descartes. Habló conmigo Luis de la Fuente y me dijo que estuviera tranquilo y siguiera trabajando que podría llegar en la siguiente. No fue una desilusión porque estar allí con esos jugadores y poder compartir entrenamientos y viajes con ellos es algo que recordaré toda mi vida.
—Vamos al debut. Minuto 77 ante Turquía y sales al campo nada menos que sustituyendo a un tal Pedri. ¿Cómo se explica ese momento? Si es que se puede.
—Me mandan a calentar y me decía a mí mismo que intentara calmar esa efusividad, que bajara pulsaciones y estuviera tranquilo porque había posibilidades de entrar. Me llaman para ponerme la camiseta y por mucho que intenté calmarme te entran esas mariposas en el estómago porque es un sueño que tenía desde niño, el de todo niño y todo jugador creo, porque lo más bonito que te puede pasar es representar a tu país.

—Toda esta vorágine que estás viviendo no es más que la consecuencia de tu gran temporada con el Rayo, una eclosión por la que eres una de las sensaciones del fútbol nacional.
—La raíz es la pasada temporada, que conseguimos meternos en Europa con el Rayo Vallecano, que fue un hito del club. Todo el equipo hizo una gran temporada y yo fui una especie de representación del equipo, que ha seguido a un gran nivel en el comienzo de ésta. He empezado muy bien y espero seguir a este nivel.
—He mencionado el fútbol nacional, pero ya hay interés desde clubes extranjeros (Besiktas, Nottingham, por ejemplo), pero por ahora el Rayo se lo está tomando con paciencia. Debe ser difícil, y más para ti, abstraerse de todo eso.
—Si te soy sincero, yo me centro en lo deportivo. Tengo a mi representante, que es quien tiene que manejar esas situaciones. Sí te puedo decir que estoy muy contento en el Rayo Vallecano y tenemos por delante una temporada muy bonita con la Conference, la Liga y la Copa y hay que estar cien por cien focalizados porque va a ser muy larga.
La familia
—¿Y qué te dice la familia en el pueblo, los tendrás muy contentos? Tu abuela es una crack.
—Me dieron la enhorabuena. Estuve viviendo allí con mis padres hasta los 17 años y viendo a mi abuela a diario. Después de jugar con España, cuando volví la abracé y alguna lágrima se te salta. Ella y mis padres han estado trabajando toda la vida y me han ayudado mucho. Es un orgullo representar a Navares de Enmedio. Creo que estoy haciendo las cosas bien, que estoy siguiendo los pasos que me han enseñado mis padres y esperemos poder seguir así.
—¿Es verdad que en el bar de tus padres (el único del pueblo) preferías colaborar más en la cocina que en la barra?
—Es que soy una persona muy tímida. Mi hermano mayor, que me saca tres años, ayudaba más en el bar, la nave y las tierras, aunque yo echaba una mano siempre que podía. Yo prefiero estar detrás de todo. Es verdad que al bar salí poco y me quedaba más en la cocina, pero es que ahora me interesa también la cocina.
—¿Y Faustino (su padre y dueño del bar) ha colgado ya la camiseta de la selección en el mejor sitio?
—Tenerla la tiene, pero la habrá llevado a enmarcar. Seguro que la pone en un buen sitio, el que más se vea del bar.
—El seleccionador Luis de la Fuente te ha descrito como un prototipo de humildad, ejemplo de que se puede llegar a lo máximo incluso desde un recóndito pueblo segoviano o de cualquier provincia.
—Es lo que te decía antes. Mis padres me inculcaron que tengo que trabajarme las cosas, que hay que ser perseverante, y ser sobre todo buena persona y tener humildad. He tenido que trabajar mucho para llegar aquí . A los 18 años salí de casa y por suerte en Madrid vine a casa de una hermana de mi madre, que me ayudó mucho porque no es fácil Madrid para alguien de 18 años que no ha salido del pueblo. Con trabajo, poquito a poco, se llega a todo.
—¿Qué recuerdos tienes de aquella época del frontón de detrás de la iglesia donde comenzó todo, casi sin gente para jugar?
—Muy buenos. Al principio no había ni portería y luego pusieron de fútbol sala. Molestábamos un poco a los vecinos mi hermano y yo con otros tres hermanos. Los fines de semana y en vacaciones sí venía más gente y se podían jugar partidos. Allí empecé y gracias a aquello he llegado hasta aquí. Nos apuntábamos a torneos, ganábamos y lo importante es que lo pasábamos bien.
—Al no haber equipos con 16 años te marchas a Sepúlveda y luego al Cantalejo hasta que el Rayo Majadahonda te sirve de escaparate hacia el Real Madrid.
—En Cantalejo hago mi segundo año de juvenil siendo máximo goleador y el padre de un amigo que nos llevaba en furgoneta a los torneos me dijo que tenía que probar en Madrid. Me cogieron en el Majadahonda el último año de juvenil y luego otros dos en el primer equipo y de ahí al Madrid.
—Eres merengue desde siempre, sería una gran ilusión.
—Mis padres son del Madrid y siempre lo hemos sido. Fue un sueño cuando me dijo mi representante que me quería el Castilla.
—¿Coincidiste con Vinícius?
—(Buff). Me dije: ‘Justo cuando me traen aquí llega este chico, que era una máquina’. Era muy diferente a los demás, nos duró tres o cuatro partidos y lo subieron al primer equipo.
—Y de ahí ya al fútbol más profesional, con el Valladolid, Levante y Rayo.
—Hice un buen año en el Castilla. En el Valladolid aprendo mucho seis meses aunque no cuento mucho para el entrenador, coincidió con el Covid, y luego voy al Levante.
—Desde fuera, Íñigo Pérez tiene muy buena pinta como técnico.
—Es un fanático del fútbol, de los que analizan todos los detalles y no sé cuántas horas hace o cuándo llega a casa. Tiene una idea muy clara y nos la inculca. Creemos en él.
—Un entrenador que te marcó mucho fue Iriondo (Rayo Majadahonda). Cuéntame lo de la música clásica.
—(Risas). Es que cuando comienzo en el Majadahonda juvenil no había empezado en el fútbol hasta los 14, 15 años. Sabía jugar con el balón, pero no los automatismos de un equipo de cantera. Era muy rápido pero en los metros finales me aceleraba y fallaba. Así que ponía música clásica en el vestuario, para entender sus pausas, para todos pero sobre todo para mi. Antonio Iriondo me hizo futbolista.
—Volviendo al presente, jugar con el Rayo en Europa es un enorme éxito.
—Creo que desde el 2000 no lo hacía. Es un club humilde y de barrio, se me asemeja mucho a mi vida en el pueblo porque es un barrio obrero. Intentaremos que la afición disfrute con la Conference League.
—No quiero incomodarte con preguntas sobre los problemas rayistas, supongo que querrás que se solucionen cuanto antes.
—El césped cogió un hongo y está en proceso de solución. Nosotros tenemos que centrarnos en lo nuestro y dar el máximo.
—Como ejemplo de que los sueños se hacen realidad, no sé si ya estás pensando en el próximo Mundial.
—Son palabras mayores. Tengo que hacer un gran año en el Rayo. Ya he estado con la selección, que para mí era algo inimaginable y, todo lo que venga, bienvenido sea.
—Y ya estás preparando una posible vida tras el fútbol.
—Estoy con un master en gestión deportiva y con mis gimnasios y algunos negocios. Ahora quiero abrir uno por Riaza, que el fútbol es una carrera corta.
—Pon un letrero que diga ‘si quieres ser como Jorge de Frutos’.
—Jaja. Podría ser una buena idea.
El triunfo de la humildad
Jorge de Frutos representa los valores de quien es capaz
de alcanzar la cima viniendo de un lugar no predestinado a ello
No es lo mismo crecer en una gran ciudad, una capital de provincia o una localidad mediana en cuanto a población, servicios, medios, posibilidades, etc., que hacerlo en un minúsculo pueblo segoviano como Navares de Enmedio, que no alcanza el centenar de habitantes y donde cualquier tipo de progresión, sea la disciplina que sea, se antoja harto complicada. Jorge de Frutos es una de esas excepciones a la regla y hasta el propio seleccionador Luis de la Fuente le ha calificado como ejemplo de humildad por encarnar los valores necesarios que hacen posible ese cambio de tendencia.
Como cualquier niño amante del deporte rey, dio sus primeras patadas al balón en la calle, a escasos metros de su casa y del Bar Faustino, el único del pueblo y que regentan sus padres, Faustino y María Jesús. Lo hacía en el vetusto frontón de detrás de la iglesia con un hándicap clave, la ausencia de compañeros. Apenas había niños con los que desarrollar las habilidades. Su hermano mayor, otros tres hermanos y vecinos y paramos de contar. Precisamente algún lugareño ha narrado a este periódico las diabluras que el pequeño Jorge hacía más de dos décadas atrás sobre la pista, dejando por los suelos, literalmente, a todo aquel que osara arrebatarle el esférico.
Por supuesto, no había equipo en Navares de Enmedio para que Jorge se introdujera en un fútbol más organizado y federado, como han hecho la gran mayoría de jugadores de Primera División. Por eso su fútbol no fue nada precoz, todo lo contrario. Hasta los 16 años que se enroló en el Sepúlveda cadete no conoció lo que es un equipo y todo lo que comporta.
Poco después, tras un breve paso por el Cantalejo, le llega una buena oportunidad con el juvenil de División de Honor del Majadahonda, club en el que conocería al entrenador que más le ha marcado, Antonio Iriondo. Más fútbol organizado y conocimientos que portar en una mochila que hasta los 17 años estaba poco llena en comparación con otros chavales que tienen ficha en benjamín y hasta en prebenjamín. Antes del conjunto madrileño, probó en el Alcorcón y el Unión Adarve, pero fue Iriondo quien le seleccionó demostrando su buen ojo, porque en poco tiempo se convirtió en la estrella del equipo (en la antigua Segunda B con ascenso a Segunda) y se puso en el escaparate.
El Real Madrid, club de su infancia, se fijó en él para el Castilla. Declinó la categoría de plata para bajar un escalón, pero ya estaba en camino de lo que después vendría para este polivalente delantero reconvertido en extremo. De su estancia en Valdebebas y los entrenos con los iconos del primer equipo ha recordado en alguna entrevista que quien más le llamó la atención, y no por su swing en el golf, fue Bale.
De la factoría blanca pasó cedido al Valladolid, donde poco pudo disfrutar de la máxima categoría, y de ahí también cedido al Rayo Vallecano en el mercado de invierno, y posteriormente al Levante, donde ya de verdad cumple uno de sus primeros sueños: convertirse en jugador de Primera. Un destino donde afrontó los sabores amargos del balompié, un descenso, en este caso el del club valenciano a Segunda.
En agosto de 2023 regresa a Vallecas con un Rayo donde el despegue toma más forma que nunca. La temporada 2024-25 que realiza es la de su consagración definitiva, con 36 partidos (30 como titular), seis goles y tres asistencias, fundamental aportación para que los rayistas obtengan el premio de su presencia europea en la Conference League.
En la actual temporada su progresión eleva el nivel siendo determinante en este inicio liguero bajo las órdenes de Iñaki Pérez, quien lo considera arma clave en su esquema. Su eclosión en estos albores del campeonato no pasó desapercibida para el seleccionador Luis de la Fuente, quien le llamó por la lesión de Yéremi en la reciente ventana clasificatoria del Mundial, el último tren al que se ha subido.
