Estados Unidos asestó ayer el mayor golpe de la historia del terrorismo al acabar con la vida de su enemigo número uno, Osama bin Laden, quien falleció en las cercanías de Islamabad (Pakistán) en una operación «de precisión quirúrgica» a manos de un puñado de operativos norteamericanos.
En la ofensiva, que duró 40 minutos, cinco personas perdieron la vida, incluido el líder de Al Qaeda, una acción que ahora pone en alerta a Occidente ante las posibles represalias de la organización yihadista que acabó con la vida de unas 3.000 personas el 11 de septiembre de 2001 y de otras 192 en los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.
Después de que el presidente de EEUU, Barack Obama, anunciara la muerte de Bin Laden y asegurara que «se ha hecho justicia», los altos funcionarios indicaron que los servicios de inteligencia estadounidenses sabían desde hace años que el jefe de la organización terrorista se fiaba especialmente de uno de sus correos, que se sospechaba que vivía con él.
El pasado noviembre, los agentes descubrieron que este hombre vivía en un complejo residencial en Abbottabad, un enclave adinerado en las afueras de Islamabad.
El recinto contaba con dos puertas de seguridad y muros de tres metros de alto coronados con alambre de espino y estaba construido específicamente para albergar a un objetivo de alto valor, añadieron fuentes de la Casa Blanca, que agregaron que, a medida que la CIA se centraba en ese edificio, consideraban más probable que el «alto valor» fuera el propio Bin Laden. Para finales del pasado mes se contaba con la certeza de que el saudita y su familia se refugiaban en ese lugar.
Obama dio la orden de atacar el pasado viernes. Su país no compartió los datos de inteligencia sobre el paradero del terrorista, ni siquiera con Pakistán, por cuestiones de seguridad. «Era esencial para mantener el secreto y la seguridad de la operación», indicaron las fuentes, que precisaron que Washington informó «a posteriori», pero de inmediato de los resultados de la operación a las autoridades paquistaníes y a los aliados estadounidenses, subrayando que se había tenido «el mayor de los cuidados» en actuar dentro de la legalidad internacional.
Un pequeño grupo, penetró en el complejo donde estaba el hombre más buscado del mundo. La ofensiva apenas duró 40 minutos. Los enviados llegaron al complejo en helicóptero y no encontraron fuerzas de seguridad locales a su descenso. Al poco de llegar al lugar se registró un tiroteo, en el que fallecieron Bin Laden, uno de sus hijos adultos y otros dos hombres, así como una mujer. «Fue una operación de precisión quirúrgica, a manos de un equipo pequeño, para minimizar el daño a civiles», subrayaron las fuentes.
El contingente que perpetró la operación se llevó el cuerpo de Bin Laden, que quedó bajo custodia de EEUU y que, finalmente, arrojó el cadáver al mar, siguiendo las costumbres islámicas.
Se trata «de la mayor victoria alcanzada por EEUU en sus 10 años de lucha contra Al Qaeda» y, en opinión de los altos funcionarios, con la desaparición de Bin Laden comenzará «el camino del declive para esta organización, que será difícil que pueda revertir».
