El Congreso de Estados Unidos tomó ayer una esperada, aunque no por ello menos complicada, decisión: la paralización de la Administración Pública, al no llegar a un acuerdo sobre el presupuesto para 2014. De este modo, la Casa Blanca se vio obligada a ordenar «el cierre» a las agencias gubernamentales, la primera vez que emite este dictamen en los últimos 17 años.
La disputa por la aprobación de las cuentas se explica por el deseo de los republicanos de bloquear la discutida reforma sanitaria impulsada por el presidente del país, Barack Obama, quien avisó a los conservadores de que no negociará ni el presupuesto ni el techo de la deuda para poner fin a esta situación, y les acusó de llevar a extremos una «cruzada ideológica para denegar seguro médico asequible a millones de ciudadanos», un plan que, agregó, «no tendrá éxito».
La paralización supone que cerca de 800.000 empleados públicos -de los casi dos millones de toda la nación- no vayan a recibir su salario y se vean abocados a unas vacaciones forzosas.
Numerosos centros públicos, como parques nacionales, la mayor parte de la NASA y centros para veteranos de guerra deberán cerrar. También se han clausurado puntos estratégicos para los turistas, como los museos de Washington o la Estatua de la Libertad, así como tesoros nacionales como el Yosemite, Yellowstone o los Everglades. La Casa Blanca se verá fuertemente afectada: de los 1.701 empleados en nómina, 1.265 se quedarán en casa. Hace casi 18 años, los funcionarios internos no remunerados se quedaron para ayudar al mermado personal de la residencia presidencial. Una de ellas fue Monica Lewinski, cuyo affaire con Bill Clinton se inició el segundo día de cierre del Gobierno.
Seguirán abiertos y activos los trabajadores de servicios de emergencia y los encargados de la seguridad de la nación, como, por ejemplo, los soldados, los vigilantes de prisiones y los empleados en aduanas y hospitales.
«Las amenazas a la seguridad del país no han cambiado y necesitamos estar preparados para cualquier contingencia. Las operaciones militares en marcha, como la de Afganistán, continuarán», aseguró Obama, que horas antes había advertido de que el cierre tendría un «impacto económico en la gente normal».
El presidente culpó a los republicanos de paralizar el Gobierno por demandas ideológicas tras «hacer promesas imposibles a la extrema derecha de su partido», en referencia al Tea Party.
En este sentido, reiteró su negativa a negociar ante «demandas insensatas» e instó a los conservadores a hacer su trabajo e impedir un golpe que, advirtió, no se puede permitir la economía del país.
Algunos representantes opositores se mostraron en desacuerdo con la posición de su formación, pero esos votos no fueron suficientes como para aprobar el presupuesto con los de los demócratas.
La última vez que se paralizó el Gobierno fue en enero de 1996. El cierre bajo la Presidencia del demócrata Bill Clinton duró 26 días. Desde 1976 ha habido 17 shutdowns, nombre con el que se conoce a esta situación.
Además de la del presupuesto, hay otra importante e inminente decisión que debe afrontar el Congreso. El 17 de octubre acaba el plazo para acordar un aumento en el techo de deuda de 16.700 millones de dólares. De no aprobarse, Estados Unidos no podría recibir créditos, lo que tendría graves consecuencias para la economía del país.
