“¡Luisa, te llamo para informarte de que se te ha aprobado el nuevo depósito de agua!”. Esta llamada telefónica tuvo lugar hace ya mucho tiempo, en concreto la noche del 24 de noviembre de 2010. La emoción que sintió la alcaldesa de Castroserna de Abajo, Luisa González (PSOE), al escuchar la buena noticia la impidió averiguar quién estaba al otro lado de la línea. Y todavía hoy no sabe a ciencia cierta si fue el secretario general de los socialistas de Castilla y León, Óscar López, o el ahora diputado Juan Luis Gordo. En cualquier caso, de lo que sí es consciente la regidora es que hoy, catorce meses después de aquella conversación, al Ayuntamiento de Castroserna de Abajo no ha llegado “ni un duro” para acometer una obra que González considera como “imprescindible”.
En vista de que el depósito de agua de la localidad, levantado hace casi 60 años con hormigón de baja calidad, se hallaba en estado deplorable, González emprendió una campaña con la intención de lograr fondos de las diferentes administraciones públicas para construir uno nuevo. Tras una larga travesía del desierto, finalmente la obra quedó incluida en el Plan de Convergencia Interior, con un presupuesto de 180.000 euros, cantidad que debería ser aportada, al 50%, por el Estado y la Junta de Castilla y León.
Con el paso de los meses, la alegría inicial de González se tornó en enfado. “Los vecinos se enteraron entonces de que nos habían concedido una subvención y ahora me reclaman a mí”, señalaba ayer la alcaldesa, que cree que “ya es hora de que desembolsen el dinero y podamos iniciar las obras”.
Con exquisita corrección, González dice no querer enfrentarse a las administraciones públicas. “Quiero públicamente dar las gracias a la Diputación y a la Junta por las ayudas que he recibido durante la pasada legislatura”, declara. Dicho esto, advierte que, en el depósito, “el agua, según entra, sale por las fisuras”, por lo que urge a que se entregue el dinero. “No pido una ayuda para embellecer el pueblo, sino para resolver una necesidad grande”, insiste.
Ante sí, González tiene un problema peliagudo. “Si metemos mucho agua en el depósito, corremos el peligro de que se explote, pues cada día está en peores condiciones, y si no lo hacemos, la presión no permite que el agua llegue a la ladera situada enfrente de donde está el depósito”, explica la alcaldesa, una mujer ya “cansada” de intentar un asunto que, a su juicio, “no es especialmente complicado, y debería estar resuelto hace ya mucho tiempo”.