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Español y castellano

por José María Martín Mesa (*)
16 de enero de 2023
en Tribuna
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Hace unos días pude leer un artículo en el Adelantado de Segovia de don Félix García de Pablos titulado “Reivindicación del idioma oficial” donde, a partir de unas declaraciones del Presidente de la Junta sobre la creación del Centro Internacional del Español en Salamanca, considera que la lengua hablada por el común de hispanohablantes debería llamarse castellano y no español. En el mismo estilo, otro de don Carlos Arnanz Ruiz, “Y dale con el español”, llegando a las mismas conclusiones.

No seré yo el que defienda aquí a ningún político; no se lo merecen pero, en este caso, el discurso de Alfonso Fernández Mañueco fue del todo correcto. Lo cierto es que, la polémica quedó zanjada hace tiempo y no sé qué extraños motivos mueven a ciertas personas a levantarla de vez en cuando, además, con argumentos débiles y partidistas en el mejor de los casos.

Seamos exactos para evitar ambigüedades. En lingüística, que al final de esto estamos hablando, el castellano es un dialecto formado a partir del latín vulgar en el centro norte peninsular y que cuenta en la actualidad con unas características muy determinadas que lo diferencian de los dialectos de su alrededor, por ejemplo, el leísmo, la pronunciación de la letra “j” muy diferente al andaluz o al español de América (estas diferencias son los rasgos pertinentes de los fonemas, pero no quiero meterme en términos demasiado técnicos), yeísmo, mantenimiento de la distinción entre s y z… y así podríamos seguir. Por lo tanto, para la ciencia lingüística, desarrollada por personas que se dedican exclusivamente al estudio de las lenguas y sus gramáticas, el castellano es un dialecto de un idioma mayor, llamado español. Por ejemplo, si yo quiero hablar a mis alumnos sobre vulgarismos morfológicos, lo preferible es que diga castellano.

Por otra parte, el español es el idioma oficial en veintiún países que recoge dentro de sí dialectos tan aparentemente distintos como el paisa en Colombia, el rioplatense en Argentina o el ecuato-guineano. Todos los usuarios de los cientos de variantes geográficas del español a lo largo del mundo lo identifican claramente como su idioma, se realice de una manera o de otra. De esta forma, si deseo hacer ver el número de hablantes de la lengua, lo preferible es referirme a ella con español. Por lo tanto, desde este punto de vista, puramente científico, no cabe ninguna duda de cuándo debe hablarse de castellano y cuándo de español.

¿Por qué entonces se mezclan ambos conceptos? Porque estas palabras que identifican la lengua hablada por 500 millones de personas como materna, son polisémicas y sinonímicas, aunque no absolutas, como ya hemos visto más arriba. Por motivos históricos que todos conocemos, ese dialecto castellano, con unas características que le hacían muy distinto a lo que se hablaba alrededor y que se iban a ir afinando a lo largo de los siglos, se extendió primero por toda la península, a excepción de Portugal, mediante guerras y decisiones políticas; más tarde, por América. Una vez que se formó España como país, al idioma mayoritario se le llamó español, como es lógico, de ahí que lo que llegó a ultramar no es “castellano de América” sino español de América, lo que parecen olvidar los dos autores anteriores. Por esto, ambos términos son intercambiables en casi todos los contextos ¡pero no en todos! Formulado así, el español no es consecuencia del uso del castellano, sino que son palabras que reflejan, exactamente, la misma realidad gramatical y social.

Y ahora nos encontramos con una confusión muy común cuando se dice que tan español es el catalán como el castellano. Se equivoca el ámbito lingüístico con el político. Geográficamente hablando, ambos idiomas se hablan en España y, por lo tanto, son españoles, pero son lenguas distintas y, desde este punto de vista, el gallego no es español al igual que no lo es el portugués o el inglés hablado en Gibraltar. En aras de la pulcritud, y dado que se acusa a personas del mal uso de las palabras, sería bueno tener claros ambos conceptos.

Otra controversia la encontramos en lo que dice la Constitución de 1978 en su artículo 3.1.: “el castellano es la lengua española oficial del Estado. “. ¡Qué poco se queja el papel de lo que se escribe sobre él! Esto no fue más que otra concesión al nacionalismo donde vuelven a mezclarse los términos lingüísticos con los políticos. Solo puedo remitirme a lo dicho anteriormente sobre el dialecto castellano. Para darnos cuenta de los errores que generan la ignorancia y la ideología hay que pensar que en el estatuto de autonomía de Valencia se dice que el valenciano es una lengua o que un seudopolítico andaluz, hace años, habló sobre la creación de la Academia de la Lengua Andaluza ¡Otro chiringuito donde meter a los amigos! Fiarse de este tipo de documentos oficiales solo va a perpetuar el error.

Por cierto, se dice que la Academia cambió en nombre de su diccionario en 1925 para incluir español en vez de castellano… No sé si es por desconocimiento o por evitar argumentos contrarios, pero en el diccionario académico de Autoridades, en 1732, en la entrada “Español” se puede leer: El natural de España y nacido en ella; si bien ya debajo de este nombres se comprende el naturalizado, y juntamente cuando corresponde a las leyes, usos, genio y condición de España: como lengua Española, genio español, traje español […]”. Vaya, ¡qué sorpresa! La lengua ya era española 200 años antes.

Más. La Fundación universitaria Comillas dice: ” (Pero) la creación de un idioma español estándar, basado en el dialecto castellano, comenzó en el año 1200 con el rey Alfonso X. Él y su corte de eruditos adoptaron la ciudad de Toledo como la base de sus actividades. Ahí, se escribieron obras originales en castellano y tradujeron historias, crónicas y obras científicas, jurídicas y literarias de otros idiomas (principalmente de latín, griego y árabe).”.

Las lenguas son herramientas potentísimas para el pensamiento y la comunicación; no nos equivoquemos: un idioma no es machista ni feminista, ni es un arma arrojadiza contra otras personas que hablan distinto. Eso hay que “agradecérselo” a las políticas lingüísticas de nuestros dirigentes y si alguno de ellos lo usa de esa manera o se siente mal porque habla español, es su problema y una demostración de su ignorancia.

En resumen, castellano y español son sinónimos a la hora de hablar sobre la lengua oficial de España; por lo tanto, que usemos indistintamente cualquiera de los dos términos es correcto. Por otra parte, todas las lenguas son sistemas muy eficientes que no se pueden permitir el lujo de tener sinónimos absolutos, siempre habrá alguna diferencia por su significado, por su uso o porque forman parte de registros distintos.
——
(*) Licenciado en filología hispánica.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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