El PP ganó las elecciones generales con 123 escaños, pero se hundió al perder más de 60 diputados, un resultado que no le da mayoría suficiente para gobernar ni sumando fuerzas con Ciudadanos, que quedó en cuarta posición con 40 escaños. El PSOE también retrocedió y logró 90, con lo que una hipotética alianza con Podemos (69) e Izquierda Unida (2) sería insuficiente para vencer a la suma de PP y Ciudadanos (162 disputados por los 161 de las otras tres fuerzas).
Los partidos nacionalistas perdieron relevancia en su conjunto en estos comicios, aunque hay excepciones como ERC y el PNV. El primero ha multiplicado por tres sus escaños al pasar de 3 a 9 y el segundo gana uno y se queda con 6. Pero el partido de Artur Mas, reconvertido en Democracia y Libertad para estos comicios, después de la salida de Unió, logra 8 escaños, la mitad que en 2011 y Amaiur, ahora EH Bildu, pierde 5 y logra sólo 2. Coalición Canaria pasa de dos a uno.
Los datos de las elecciones ponen de manifiesto la ruptura del bipartidismo, pero lo que no varía es el hecho de que los partidos nacionalistas siguen siendo decisivos para saber quién gobernará en España en los próximos cuatro años, a pesar de que en estos comicios han perdido mucho fuelle en favor de Podemos y sus marcas.
Estas elecciones, que se presentaban como históricas, han supuesto el hundimiento para el Partido Popular, que después de una ‘campaña decisiva’, no ha logrado sumar muchos apoyos a los que ya tenía cuando comenzó la contienda. De hecho, ha logrado el resultado en porcentaje de voto que pronostiba la última encuesta del CIS, a pesar de que los populares auguraban tener voto oculto, y se ha quedado en el 28,9 por ciento, perdiendo 64 escaños y un 16% del apoyo logrado hace cuatro años, batiendo el récord que obtuvo José María Aznar en 1996, cuando logró gobernar con la exigua mayoría minoritaria de 156 escaños.
Por el contrario, el PSOE, que partía en todas las encuestas con una valoración mucho peor (el CIS le daba entre 77 y 89 escaños) ha sumado apoyos en esta campaña electoral y ha logrado 91 diputados con poco más del 22 por ciento del electorado. Sin embargo, y aunque el equipo de Pedro Sánchez celebre estos resultados por ser mejores de los pronosticados, lo cierto es que son los peores que registra el PSOE en su historia. Se quedan por debajo de la barrera psicológica de los 100 escaños y suponen una pérdida de 20 diputados en relación con los obtenidos en 2011, que ya fueron los peores en aquel momento, y también una pérdida de votos de alrededor del 5 por ciento de los votantes.
Podemos sí ha dado la sorpresa y ha protagonizado una “remontada” en la campaña electoral, como anunciaba Pablo Iglesias en sus inicios. La formación morada como tal ha logrado 42 escaños y las alianzas forjadas en Cataluña, Valencia y Galicia, otros 27, con lo que la totaliza 69 parlamentarios.
La fragmentación que reflejan estos datos apunta a un escenario de difícil gobernabilidad porque no salen las cuentas para lograr una mayoría absoluta ni con los pactos que puedan lograr las fuerzas de izquierda o las de centro-derecha. Todo queda fiado a lo que hagan los partidos nacionalistas, que de nuevo y a pesar del final del bipartidismo, siguen teniendo la llave del Gobierno. Sin embargo, es improbable que algunos de estos partidos, especialmente los catalanes, se sumen a un acuerdo para hacer presidente a Rajoy. Está por ver qué actitud adoptarían ante un eventual bloque de izquierdas, que necesitaría 15 escaños para alcanzar la mayoría absoluta.
El presidente también puede ser investido en una segunda vuelta, con más votos a favor que en contra, pero el PP necesitaría o bien el apoyo de Ciudadanos y la abstención de los grupos minoritarios para contrarrestar el voto en contra de PSOE y Podemos, o la abstención de dos de los tres grupos que le siguen en número de votos (PSOE, Podemos o Ciudadanos).
