España registró alrededor de 500 delitos relacionados con el racismo y la xenofobia durante el año pasado, un 6,5 por ciento más que en 2014, según datos del ministerio del Interior. Mañana se celebrará el Día Internacional contra la Xenofobia y la Discriminación Racial. En total, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y las policías autonómicas registraron un total de 1.324 delitos de odio, entre los que se enmarcan las manifestaciones racistas o xenófobas, es decir, casi cuatro delitos de odio al día. Del total de delitos de odio, un 18,1% conllevaba lesiones y uno de cada diez acusados fueron menores de edad.
La cifra de delitos de odio supone un incremento del 13% respecto de 2014 pero la diferencia se atribuye a un “perfeccionamiento de la recogida de datos” y a la incorporación de dos nuevas categorías que antes no se registraban, los delitos de odio por razón de ideología y aquellos que se producen por razón de género, introducidos en 2015 con la reforma del Código Penal. En todo caso, el año pasado sí se produjo una caída notable en los delitos de odio por antisemitismo, que se reducen un 62 por ciento respecto de 2014 y representan el 0,7 por ciento del total, con nueve casos.
Por otro lado, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte afirmó que sufrir un episodio de odio o racismo en el colegio puede marcar a un niño para toda la vida e incluso ocasionarle problemas de desarrollo cerebral si es menor de cinco años, según un manual editado por el Gobierno dirigido a los profesores, para la detección y prevención de este tipo problemas en los centros escolares.
Este trabajo pone de manifiesto el impacto que tienen este tipo de incidentes en los menores pertenecientes a minorías étnicas, culturales o religiosas en la etapa escolar. Así, concluyó que mientras la mayoría de las víctimas de delitos se recuperan “entre el mes y los tres meses” después de sufrirlo, en el caso de los niños víctimas de delitos de odio “las secuelas emocionales permanecen en el tiempo e incluso a lo largo de toda su vida”. Asimismo, advirtió de que no sólo afectan a la víctima directa, sino también a sus familias, miembros de las minorías a las que pertenecen y a toda la comunidad y sugiere que la experimentación de un trauma acarrea una serie de efectos sobre el desarrollo del cerebro infantil. “Las experiencias traumáticas experimentadas antes de los cinco años, la edad en que el cerebro está casi completamente desarrollado, pueden alterar el desarrollo de las vías nerviosas”, alertó.
Entre las razones que explican la gravedad de las secuelas de los incidentes de odio en los niños y jóvenes, destaca que al producirse en relación con la identidad de la víctima, afectan a su autoestima. Además, señaló que las experiencias traumáticas pueden provocar que el niño aprenda mecanismos de hipervigilancia o de agresión para autoprotegerse y que no se trata de una agresión aislada sino conectada con otra serie de incidentes experimentados por la víctima directa o indirectamente.
Las secuelas son mayores en estos casos porque la agresión se produce en entornos cotidianos, de manera que el menor “revive” las situaciones en las que se produjeron los ataques y conoce a sus agresores y a los testigos pasivos de la agresión. También advirtió de que el abandono del centro escolar supone una “revictimización” del agredido y de que es frecuente que los niños y jóvenes agredidos tengan dificultades para encontrar el apoyo entre iguales y familiares. Los autores de este manual señalaron que cada niño experimenta el impacto de los delitos de odio de forma distinta: pueden reaccionar de inmediato o tardar meses en manifestar el problema. También alertaron de que un sólo episodio racista o de odio es suficiente para que la víctima sufra secuelas, incluso siendo sólo testigo.
Los efectos psicológicos que experimentan las víctimas de odio —aislamiento, soledad, tristeza, miedo o culpabilidad, entre otros— “pueden agravarse y desarrollar alteraciones y enfermedades psicológicas, tales como fobia, ansiedad, estrés agudo, depresión y estrés postraumático”, apuntaron los expertos, que advirtieron de que pueden influir en el estudio, en relaciones saludables, abusos de sustancias, conductas violentas, dolores de cabeza, problemas grastrointestinales o insomnio.
El trabajo ofrece recomendaciones al profesorado y a los centros educativos cuando detecten episodios racistas o de odio. “No lo ignore”, aconsejó al docente ante los medios.
