La sobredimensionada reacción del independentismo catalán (apresurándose a pedir desaforadamente dimisiones a diestro y siniestro) sobre el tema del presunto espionaje del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) a ciertos elementos de poco fiar por el Estado, a lo que se ha añadido el torpe embrollo descrito por el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, señalando también como víctimas de semejantes situaciones a la ministra de Defensa Margarita Robles e incluso al propio presidente Sánchez hace nada menos que más de un año sin que, curiosamente, haya sido revelado hasta ahora ¡también es negligencia! Aunque parece ser que ambas situaciones no estén concatenadas ni en el tiempo ni en el origen. En el primer caso se atribuyen al CNI español (que sólo reconoce 17 casos autorizados judicialmente) ignorando, supongo que aviesamente el eje vertebrador de su trabajo: “proporcionar al Gobierno la información e inteligencia necesarias para prevenir y evitar cualquier riesgo o amenaza que afecte a la independencia e integridad de España, los intereses nacionales y la estabilidad del Estado de derecho y sus Instituciones”, cuál sería el caso. Y en el otro, achacándoselo a Marruecos, con cuyo país nuestras relaciones diplomáticas están prendidas con alfileres.
Pero, en mi opinión, lo más grave de estos incidentes sea que con ello se ha puesto en entredicho la capacidad y el prestigio de que gozaba el CNI que ha sido, con esto, profundamente erosionado. Tan es así que se deduciría de los informes que los Centros de Inteligencia de los países que habían confirmado su asistencia a la cumbre de la OTAN en Madrid para final de junio, que se verá con recelo y desconfianza: 30 jefes de Estado o de Gobierno de la Alianza Atlántica (desde la que el presidente americano Biden visitaría oficialmente España) y líderes de Grecia, Finlandia, Georgia, Ucrania, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Japón, el Consejo y la Comisión Europa, entre otros. Las 37 delegaciones estarían compuestas por los Ministros de Exteriores, Defensa y sus Jefes de Estado Mayor de la Defensa. Como ha trascendido, debería ser por tanto “una cumbre con una seguridad sin precedentes, dada la triple amenaza que se cierne pensando en Rusia con posibles acciones de espionaje y su amenaza de ataque relámpago del yihadismo antisistema desde Podemos”. Como se deduce, muy lejos de la seguridad exigida, ante la situación de deterioro de nuestros servicios de inteligencia derivado de las sandeces del “espionaje” independentista de la tropa catalanista de Pere Aragonés. Por tanto, ese evento mundial —que hubiera supuesto un gran prestigio internacional para España— viene a estar más que cuestionado ante el recelo mundial hacia los servicios de inteligencia españoles y más todavía a la vista de la creación de la Comisión de Secretos de Estado en la que se han integrado grupos de escasa solvencia para lo que exige la cumbre prevista y, muy posiblemente fallida.
De ser así queda bien claro el apoyo que los independentistas catalanes han prestado a la solvencia y prestigio de los servicios de inteligencia españoles y, en consecuencia al propio Estado que, a partir de ahora tardará en recuperar el respeto y credibilidad internacional que tenía. Sin duda, ha sido una burda e inútil maniobra política sin ninguna rentabilidad, excepto para quienes tienen en sus perversas metas la erosión de la convivencia y la desestabilización del Estado de derecho.
