Junto con el mes, el martes 1 de agosto comenzó el XXIII Festival de Narración Oral de El Espinar y, este año, ha llegado con una gran sorpresa: ¡cuatro noches de cuentos! Por eso la actuación de Erica Liquete fue en Los Ángeles de San Rafael, el único gran núcleo del municipio que no tenía todavía sesión de narración oral.
Erica Liquete trajo de Euskadi, tanto para la contada familiar como para la de adultos, cuentos y leyendas de tradición vasca en sus palabras, pero también en objetos, en libros e ilustraciones que invitó a ver al final de cada sesión, de manera que no solo citó la procedencia sino que añadió alguna que otra explicación sobre folclore oral y música tradicional. Y es que Liquete también es música y la música está muy presente en su flauta travesera y en su voz al entonar alguna cancioncilla, sortilegio o retahíla a lo largo de la actuación. La música parece ser una seña personal de la narradora, pero todavía no parece estar integrada del todo en la contada, es como si todavía faltara cierta fluidez o confianza en cómo utilizarla durante la narración. Tal vez todo cambiaría con un cambio de perspectiva: contar como si se estuviera tocando música (y tocarla cuando no sea posible hacer otra cosa que no sea música porque la historia la está pidiendo a gritos) en lugar de que la música acompañe la narración. Y es que la presencia de la música en manos de esta narradora sabe a poco, siendo un atisbo de lo que puede llegar a ser.
Y en las contadas del martes hubo muchos atisbos de hasta dónde crecer, como, por ejemplo, esa línea un tanto gamberra que le encaja bien y puede ser muy divertida, pero que hay que equilibrar y modelar mucho con un repertorio tan tradicional, ya que a priori es un imaginario difícil de traducir a ese estilo y lenguaje pero que, quizás Liquete, pueda casar tirando de su experiencia musical. También es muy interesante cómo la narradora separa el registro de narración familiar o infantil del de narración a adultos, gracias a la creación de la “Bruja Do Re Mi” en castellano o “Sortina Txirulina” en vasco (mucho más sonoro y mágico); lástima que en la sesión de adultos queden algunos dejes de la familiar como la teatralización de más de los cuentos. Pero hubo más atisbos de hacia dónde puede seguir creciendo esta narradora vizcaína, pues tiene una bella forma de hilar las historias impidiendo que el público aplauda entre cuento y cuento y dando coherencia a toda la sesión, en el caso de la contada nocturna, por ejemplo, a través de las historias oídas en baserri (caserío) a los abuelos. Sin embargo, fue una pena que no se presentara (pesa a la preciosa entrada con la flauta travesera) al comenzar o que la prisa por presentar los materiales dejara al público con las manos listas para aplaudir, pues el aplauso también forma parte del ritual de la narración -al menos cuando se entiende como espectáculo-. Esta humildad que rebosa Erica Liquete es una gran baza para crear complicidades con un público sin necesidad de preguntarle, o preguntando solo de manera retórica y con algún guiño gestual, además el material es bueno y la propuesta puede ser original y tener su propia personalidad, porque si bien el repertorio es mayoritariamente conocido (una versión del ahijado del diablo, Las tres olas o la del aquelarre con alguien ajeno a las brujas) al ser popular permite las recreaciones personales de cada narrador o narradora, ya que eso es lo que se lleva haciendo durante toda la historia de la literatura oral: contar lo que se aprende a la manera de cada cual.
Hoy el Festival continúa en San Rafael, en la entrada del centro cultural El Arcángel, con el narrador gallego Caxoto quien promete mucha intensidad y variedad en sus contadas.
