Pakistán enterró ayer a las decenas de víctimas del atentado múltiple perpetrado en la noche del jueves contra un popular santuario sufí de la ciudad oriental de Lahore, que se está convirtiendo en epicentro de una violencia terrorista de carácter cada vez más sectario.
Muchos de los cadáveres de los al menos 44 fieles fallecidos fueron enterrados en diversos puntos de la provincia de Punjab, cuya capital es Lahore, tras haber sido identificados por sus familiares.
De acuerdo con la versión policial, entre 152 y 175 personas aún se recuperan de sus heridas en sus casas y los hospitales, incluidas 28 de carácter grave, mientras que en la ciudad, de siete millones de habitantes, el ambiente fue ayer tenso, hubo protestas y los comercios anunciaron un paro de tres días.
El ataque múltiple ocurrió el jueves por la noche, una fecha especial en el calendario de la corriente mística y moderada sufí, en el complejo religioso de Data Darbar, que está situado cerca del centro histórico de Lahore.
Varios miles de personas se hallaban en el interior del santuario, cuando en un intervalo de pocos minutos se sucedieron tres explosiones, dos de ellas provocadas por terroristas suicidas de unos 20 años de edad y una tercera supuestamente por un artefacto de baja intensidad, según las fuentes de seguridad consultadas.
Uno de los suicidas se inmoló en un sótano y el otro en el patio del complejo frente a un edificio principal, mientras que la otra detonación tuvo lugar en la entrada del santuario. Las televisiones paquistaníes emitieron ayer imágenes de los movimientos efectuados por los suicidas, en lo que parece ser un claro fallo de seguridad en un recinto dotado de buenos dispositivos, con escáneres y cacheos corporales.
En las secuencias se observa como uno de los suicidas accede al recinto con prisas y ataviado con un shalwar kameez (vestimenta típica paquistaní) blanco y un bolso negro que sujeta con las dos manos; poco después se produce la primera explosión y una estampida de gente para abandonar el lugar. A continuación, entra el segundo terrorista. Según la cadena Express TV, las autoridades han conseguido con la ayuda de los parientes identificar a uno de los atacantes, un tal Usman, residente de Lahore, que estaba en paradero desconocido desde hacía varios días.
El ataque del jueves es el último de una cadena de acciones sectarias que están teniendo como objetivo principal la ciudad de Lahore, donde también se registró el último gran atentado, a finales de mayo, contra la corriente minoritaria ahmedi. «Este atentado tiene un patrón claramente sectario, entra dentro de la tendencia reciente. El sunismo radical está totalmente en contra» de quienes no siguen su interpretación ortodoxa del Islam, expone una fuente de seguridad occidental.
Según los expertos, en Punjab, especialmente en los territorios más meridionales, tienen su bastión las principales organizaciones sectarias de Pakistán, tales como Lashkar-e-Jhangvi o Sipah-e-Sahaba. A pesar de estar proscritos, estos grupos actúan con bastante impunidad en una provincia cuyo Gobierno, liderado por la opositora Liga Musulmana-N del ex primer ministro Nawaz Sharif, ha sido acusado a menudo de adoptar una actitud «blanda» con ellos. También cooperan con el movimiento talibán paquistaní, con el que el Ejército combate en la frontera afgana.
La misma fuente occidental citada unas líneas más arriba opina que las operaciones militares en el conflictivo noroeste del país pueden haber cortado la comunicación a las facciones insurgentes, por lo que «quizás es un tema de oportunidad» que sean los grupos punjabíes los que más están golpeando en los últimos tiempos.
Los continuos atentados en Lahore, más de una docena en los últimos 15 meses, han llevado a ciertos sectores de la clase política a pedir que se lance una operación militar en el sur de Punjab, aunque los analistas creen que la acción policial es más adecuada en áreas urbanizadas.
