Incluso con las cosas más valiosas, poseer algo en exceso hace que dejemos de mirarlo. En Segovia, es fácil olvidar que vivimos rodeados de obras de arte que en otros lugares se disfrutan solo en ocasiones extraordinarias. Con cada paso llegamos a un edificio, retablo, altar o cuadro de alto valor. La mayoría de estas obras pertenecen a épocas pasadas. Si supiéramos observarlas con serenidad e imaginación, nos conectarían con los sentimientos, los valores, la vida diaria y las penurias de entonces. En nuestra vorágine de problemas presentes, no solo dialogamos poco con ellas, sino que nos puede parecer que las joyas de nuestra ciudad son todas legado de unas creencias pasadas que ya no nos incumben. Rara vez nos percatamos de que también las inquietudes del siglo XXI van penetrando en el arte de esta pequeña urbe. Artistas contemporáneos locales se encargan de ir añadiendo elementos que perdurarán como la esencia de Segovia a la par que las iglesias románicas o el acueducto. Es el caso de Mariano Carabias María, artífice, por ejemplo, de la bella decoración del Jardín botánico, la Iglesia de San Frutos, y numerosas fachadas, que reflejan las reflexiones de nuestro siglo sobre los temas trascendentales y eternos.
Con Carabias entra en Segovia una interpretación contemporánea de nuestra relación con lo divino, con la que conversarán las generaciones de siglos futuros, si es que logran mantener la sensibilidad que se requiere para comprender bien lo que nos dicen los artistas. El cabildo de la catedral, con gran acierto, ha reconocido que era momento de escuchar a este artista todavía joven, que sabe actualizar el misterio de lo metafísico con una mirada moderna llena de esperanza y sosiego. En un evento histórico, la catedral ha aumentado su magnífica colección de arte con una obra luminosa, la única de un artista vivo que se puede contemplar y venerar en ella. El cabildo ha sabido entender que, si bien las imágenes de Jesucristo del pasado se centraban en el drama del dolor—quizá porque eso era lo que necesitaban percibir los habitantes de aquellas épocas—el Cristo resucitado de Carabias encarna en su dulce cara la confianza, la esperanza y la bondad, los criterios más poderosos que pueden guiar el camino de los contemporáneos hacia una profundización en la fe. Pensábamos que ya estaba todo dicho en esta catedral nuestra tan diáfana y hermosa. Pocos se habían percatado de que faltaba la imagen a tamaño natural del renacido, del hombre nuevo con rostro gentil y manos poderosas, abiertas y llenas de benevolencia hacia la humanidad. El Cristo resucitado de Mariano Carabias María nos concede la quietud que tanto nos falta en este siglo vertiginoso, nos pide que nos detengamos unos minutos en ese lugar de descanso espiritual y consuelo que es su mirada. Con su hermosa aura de luz nos explica que, después del sufrimiento, siempre llega la paz. Ojalá los habitantes de siglos venideros perciban en esta imagen que el ser humano de nuestra era prefería buscar la trascendencia a través de las cualidades más terrenales con las que se identificaba sin esfuerzo en su vulnerabilidad cotidiana: la serenidad, la ternura y el amor de un hombre bueno.
——
(*) El Cristo resucitado puede contemplarse en el lateral derecho del interior de la puerta de San Geroteo. Fue bendecido por el Sr. Obispo Don César Franco el día 25 de septiembre de 2022, tras la misa solemne con motivo del final de la novena de la Ntra. Sra. de la Fuencisla.