Si Umbral utilizó el programa de Milá para hablar de su libro y Zidane se aprovecha del Real Madrid para promocionar en la portería a su hijo, considero legítimo usar la columna que me presta El Adelantado para hablar yo del mío. Así que contaré que el individuo en cuestión juega a tenis, mientras su hermana mayor hace teatro y la pequeña se decanta entre una actividad y otra.
Guille, así se llama, ha formado parte del equipo infantil de Espacio Tierra que, una vez más, se quedó a las puertas del Campeonato de España, tras perder la final de Castilla y León hace diez días. Como todos, tiene sus fortalezas y sus debilidades. Digamos que no es muy rápido, ni muy fuerte, pero sí tiene estilo (no confundir con talento) y el deporte este le gusta a rabiar. Sin embargo, lo más valioso que tiene para poder mejorar es, precisamente, el equipo.
Resulta curioso que en un deporte individual, el grupo sea la mayor fortaleza para que él y sus compañeros (depende del año y de las edades) puedan crecer de modo natural e instintivo y de lo que, seguramente por eso y porque aún son niños, los propios chicos no sean conscientes.
El día a día, los torneos por separado, los viajes y experiencias juntos, los torneos por equipos… todo eso hará que Víctor Álvarez, un portento físico con amplísimo recorrido, pueda desarrollar aún más su liderazgo, no ya por ser el mejor jugador del equipo, sino sobre todo, por su carácter y su carisma. Todo eso hará que Álvaro Gómez desarrolle su cada vez más depurado gen competitivo y le aporte confianza para cualquier cosa, o que Héctor de Pablos pueda dar rienda suelta a todo su talento e implicación en este deporte. Todo eso hará también que Guille pueda tener paciencia y alcanzar el nivel de sus compañeros a medio plazo, sin prisas y sin obligaciones. El año que viene, además, contarán con Carlos Herrero, quien podría discutir el liderazgo carismático a Víctor, lo cual ya tiene mérito.
Uno pasó por muchos vestuarios y comprobó que la diferencia entre el éxito o el infierno está en tus compañeros de fatigas, incluidos los entrenadores. Ojalá estos chicos sigan jugando juntos muchos años para seguir creciendo deportiva y, sobre todo, personalmente, pese a lo difícil, exigente y caro que resulta este bendito deporte.
Feliz verano.
