De padre español y madre indonesia, el joven de 20 años compagina sus estudios de Comunicación en Segovia con su pasión por este deporte
Un niño de tan solo cinco años desde la distancia observa a su padre jugar al tenis. Lo hace con admiración. Acaba de descubrir el deporte que será la pasión de su vida. Aquel episodio sucedió en Yakarta, la capital de Indonesia y la cuarta ciudad más poblada del planeta. De eso hace ya más de quince años. “Veía a mi padre, que jugaba al tenis para divertirse, me llamaba mucho la atención, y yo tenía ganas de probar ese deporte tan fascinante”.
Enrique García Diroatmodjo, de padre español y madre indonesia, vive hoy muy lejos de la increíble isla de Java. Reside en Segovia, donde estudia Comunicación y Medios Digitales en IE University. A pesar del paso del tiempo, aquella pasión que un día se despertó en aquel niño está hoy más viva que nunca. Está convencido de que esa predilección por los deportes se debe, en gran medida, a que su padre Alfonso García -que llegó a ser judoca olímpico representando a España- transmitió a sus hijos los valores intrínsecos de la práctica deportiva para su crecimiento personal.
Los que han visto jugar al tenis a Enrique García aseguran que lo hace muy bien. Ciertamente, posee hechuras de jugador de tenis profesional: es un joven alto, delgado y de complexión atlética. En su ciudad natal, Yakarta, Enrique García cogió por primera vez una raqueta con tan solo ocho años. Allí empezó a entrenar en un club local con otros chavales de su edad. Con tan solo diez años ya disputó su primer torneo, y a los catorce ganó su primera competición nacional en Indonesia. “Se me daba bien el tenis, pronto empezaron a subirme de nivel, y comencé a tomármelo en serio, entrenaba duro casi todos los días de la semana”, comenta.
En Indonesia, el joven estudiante de IE University ganó un buen puñado de competiciones en diversas categorías y llegó a ocupar el puesto 21 en el ranking sub-18 de tenistas en aquel país. Además, solía viajar en verano a Bilbao, donde vive gran parte de la familia paterna, y allí aprovechaba su visita para disputar algunas competiciones locales. “En España llegaba lejos en algunos torneos, y sacaba algún que otro trofeo”, comenta con orgullo.
Un deporte duro Para él, el tenis es “uno de los deportes más completos que existen; enriquece a una persona de una forma increíble” y asegura que “no conozco ningún libro o profesor que enseñe valores tales como la perseverancia, la tenacidad y la capacidad de esfuerzo de la misma manera que lo hace el tenis”. Es un deporte muy duro, subraya, porque “si estás bajo de ánimo o no tienes la fuerza mental suficiente se nota en tu juego, a diferencia de otros deportes de equipo, que si te encuentras mal hay otros compañeros para ayudarte”.
Con quince años, las ganas de Enrique de llegar a ser un jugador profesional se desvanecieron. Llevaba un tiempo dándole vueltas, y cuando llegó a esa edad creyó que ya no merecía la pena el esfuerzo constante y el sacrificio personal que exige el tenis a un nivel más profesional. A pesar de todo, durante los tres años siguientes, siguió compitiendo a un alto nivel, siempre teniendo en cuenta que los estudios eran su prioridad.
El joven español acabó sus estudios de bachillerato en el Jakarta Intercultural School, un prestigioso colegio internacional en la capital de Indonesia. Cinco meses antes de graduarse ya había dejado completamente el tenis sin planes de volver. En ese momento de su vida, pensó que una buena opción era estudiar en una universidad norteamericana donde podría disfrutar de una beca para jugadores sub-18 que, aun gozando de un buen nivel tenístico, no quieren llegar a ser profesionales o no quieren asumir el riesgo de perder su periodo universitario para dedicarse profesionalmente a este deporte. Así, Enrique hizo las maletas y se trasladó a Los Ángeles para estudiar Administración de Empresas. “Estuve un año en Estados Unidos. La universidad era muy buena, pero no estaba feliz, allí me di cuenta de que no eran los estudios que quería hacer, me faltaba algo”, afirma el joven español, que confiesa que “con diecinueve años me encontraba algo perdido”.
En ese momento, su familia le envió información sobre otras universidades con la idea de despertar en él el deseo de perseguir un nuevo objetivo. Su padre siempre quiso que estudiara en España y le comentaron acerca del Grado en Comunicación y Medios Digitales que se imparte totalmente en inglés en IE University. “Al principio no quería saber nada, pero al ver el programa de IE me pareció interesante, parecía que estaba hecho a mi medida”, confiesa Enrique, que añade que “me di cuenta que ese grado universitario podía satisfacer mi lado creativo, desarrollar mis capacidades innatas. Los que me conocen siempre me dijeron que era bueno en escritura y oratoria”. Poco a poco, Enrique fue ganando confianza. Tenía la determinación suficiente para afrontar un nuevo reto, esta vez en España.
Un gran cambio Cuando llegó a Segovia pensó que la adaptación iba a ser complicada, acostumbrado a grandes ciudades como Los Ángeles o Yakarta, con más de diez millones de habitantes. “El cambio era tremendo -indica-, aunque quizá aquello era lo que necesitaba en ese momento para encontrarme a mí mismo y recuperar sensaciones con el tenis”.
Desde septiembre estudia en Segovia y, según asegura, “me encuentro muy bien aquí”. Ha vuelto a jugar a su deporte favorito: en el club de tenis de IE y en la escuela de tenis Espacio Tierra de Segovia, con sede en la localidad de La Lastrilla. En este último club, Enrique se encuentra muy cómodo ya que entrena con jugadores de buen nivel que están consiguiendo grandes resultados a nivel regional y nacional. Ángel de Marcos, uno de los responsables del club, se fijó en el estudiante de IE University y lo invitó a entrenar con ellos. “Tengo mucha ilusión ahora con el tenis, voy a esperar a principios del año que viene para sacarme la licencia federativa y, si es posible, competir con ellos”, afirma.
En Segovia, Enrique ha encontrado un lugar perfecto para estudiar lo que le gusta y, además, practicar la gran pasión de su vida, el tenis. “Aquí el ritmo de vida es muy cómodo; además todos mis amigos están muy cerca, como mucho a quince minutos, algo impensable en una ciudad como Yakarta”, asegura Enrique, que vuelve a sentirse tenista. Una gran noticia.
