No deja de ser curioso, cuando menos, constatar que durante los primeros días del año hayan fallecido cuatro personajes (cada uno en una esfera bien distinta) de un gran calado universal y dotados de un extraordinario carisma personal: el mítico futbolista Pelé, el sindicalista Nicolás Redondo, el Papa Benedicto XVI y el rey de Grecia en el exilio, Constantino de Grecia. Mas como quiera que teniendo en cuenta la vertiginosa velocidad con que se abastece la parrilla de noticias escritas, digitales, radiofónicas y televisivas (que se complementan con infinidad de medios digitales) no es extraño que semejantes decesos ocurridos, además, a lo largo de los escasos primeros días del año cuyas faldillas acabamos de levantar, si no han pasado desapercibidos es notorio que el personal no ha tenido tiempo de procesarlos debidamente. Y, en consecuencia, hayan pasado sin más atención que el pequeño flash de una actualidad rabiosa como es el periodismo vivo de nuestro tiempo.
PELE (Edson Arantes, conocido en la órbita universal del deporte como “O Rei”) fue un futbolista brasileño que el tiempo y la esencia de su juego convirtió en leyenda viva de la historia del futbol. El delantero “Pelé” fue tricampeón del mundo (Suecia, Chile y México). Ha muerto en Sao Paulo.
NICOLAS REDONDO URBIETA fue un histórico sindicalista que sustentó en el rigor y en la seriedad una clara lucha por las libertades durante la Dictadura y la Transición Democrática (en la que no fue menor su abierta entrega) así como el constante mejoramiento del empleo y la igualdad y reivindicación de la clase social. Lideró con tino y honestidad la UGT de la que fue primer y respetado líder, Fue diputado del PSOE durante varias legislaturas, renunciando a su escaño (por decepciones sufridas en cuanto a la lucha de clases) en la legislatura de 1987 dejando tras de sí un halo de honesto, comprometido y valiente sindicalista.
BENEDICTO XVI. Papa emérito por renuncia voluntaria ante el Papa Francisco, con quien disentía en algunas pedagogías de la Iglesia y considerado —de alguna manera— “muro de contención” de algunas decisiones de gran calado. El alemán Benedicto XVI se caracterizó precisamente por la profundidad de su formación teológica y filosófica y era un gran bebedor en las fuentes también del misticismo de San Juan de la Cruz a quien tanto admiraba. Eso me llevó en su dia a solicitar del Vaticano una audiencia con él para hacerle entrega de una película que yo había hecho sobre San Juan de la Cruz en Segovia. Nunca olvidaré aquella cálida entrevista en el Vaticano y el mensaje que me dio para los segovianos: “que recen mucho por mí. Me hará falta”. Al poco tiempo, agotado, se retiraba del Papado dando asi lugar –sin pretenderlo- a una situación inédita de un doble Pontíficado.. Descanse en paz.
CONSTANTINO DE GRECIA, hijo de los reyes helenos Pablo y Federica de Grecia , hermano de la reina Sofía y cuñado, por tanto del rey D.Juan Carlos a quien tanto admiraba y con quienes tantas veces compartió su tiempo en Segovia. Sin embargo el “Golpe de los Generales” le derrocó de su trono y le marco el camino de un exilio penoso durante muchos años hasta que hace poco fijara su residencia permanente en Porto Jeli en el impresionante Peloponeso.
El 8 de septiembre de 1964 el Rey Constantino y la princesa Ana Maria de Dinamarca contraían matrimonio en la catedral de Atenas. Dias de gloria y grandeza para los griegos, que yo comparti como periodista enviado especial de la Agencia Fiel y Sábado Gráfico para cubrir tan extraordinario acontecimiento.
Pero es más en una de aquellas visitas a España recalaron en Segovia para almorzar en el Mesón de Cándido donde tuvo lugar una anécdota de gran calado después. Formaban el grupo, además de Constantino y Ana Maria, los reyes de España D.Juan Carlos y doña Sofía (por quien Constantino sentía una profunda debilidad), asi como el entonces gobernador civil de Segovia, Adolfo Suárez y Amparo, su esposa. En el curso del almuerzo Suárez esbozó al Rey Juan Carlos unas líneas sobre lo que a su juicio, debería sustentar la inminente Transición. Pidieron una hoja de papel al camarero y en ella —a petición del Rey— Suárez dejó escritas aquellas posibles pautas del cambio que el rey Juan Carlos,guardó cuidadosamente entre el regocijo de los comensales y que luego —como se vió— se aplicaron en buena parte en el diseño de una nueva democracia.
Los secesos de aquellos carismáticos personajes se focalizan en estos albores navideños de un nuevo año del que —naturalmente—no conocemos su final.
