Era un partido difícil y jugaba en campo contrario, pero el presidente francés, Nicolás Sarkozy, volvió a salirse con la suya y aprobó, hace unos días, una controvertida reforma laboral que incrementa en dos años la edad mínima de jubilación.
La prueba de fuerza del dirigente llega en un momento de fuerte crisis económica, en el que no solo en el Elíseo, sino en toda Europa, se defienden medidas de austeridad para reducir el déficit, aunque no todos los mandatarios se atreven a hacer una entrada tan fuerte y agitar el resentimiento del electorado a menos de dos años de las elecciones Presidenciales.
Para alivio de los mercados financieros y las agencias calificadoras, Sarkozy ha salido airoso de las costosas huelgas llevadas a cabo en las refinerías y de la larga serie de manifestaciones en contra del proyecto de ley, que ha sido recurrido ante el Consejo Constitucional por el Partido Socialista.
Al ser uno de los pocos presidentes que ha logrado derrotar a los influyentes sindicatos, el político galo ha mejorado su posicionamiento dentro de su partido, la UMP, de centroderecha, de cara a los comicios de 2012, en los que espera renovar su mandato.
No obstante, su victoria no le va a salir gratis. Los sindicatos han parado las protestas y quieren algo a cambio, al igual que un huraño público que, desde antes de la batalla por las pensiones, estaba descontento con los problemas económicos, la falta de empleo y la impresión de que a su dirigente le importan más las grandes empresas que la gente común.
Sarkozy tiene ahora que apaciguar a los sindicatos y a los ciudadanos con pequeñas reformas sociales, pero manteniendo el gasto controlado, mientras las agencias calificadoras vigilan de cerca su promesa de reducir a más de la mitad el déficit público, en concreto al tres por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para el año 2013.
«El presidente ha ganado una batalla política en el corto plazo, pero los gremios han hecho la guerra ideológica. Las huelgas han vencido las de las mentes», afirmó el analista político Jacques Reland, del Global Policy Institute.
Los sindicatos buscan negociar con los empleadores condiciones laborales para los jóvenes y los adultos mayores, que son de lejos los grupos más afectados actualmente por el desempleo.
Muchos partidarios de centro e ingresos medios que apoyaron a Sarkozy en la elección de 2007, satisfechos con su mensaje de «trabajar más para ganar más», ahora le están empezando a dar la espalda, sobre todo después de aprobar la reforma. «Su desafío es intentar reconquistar a la clase media. Tiene ante sí una gran responsabilidad, una gran brecha que achicar», apuntó Reland.
Después de que las medidas de fuerza en las refinerías y los puertos se hayan esfumado, después de poner en jaque el suministro de combustible en el país, Sarkozy dijo que estaba reflexionando sobre las inquietudes del público en materia de política social y que tomaría iniciativas «cuando llegara el momento». Sin embargo, si el crecimiento de Francia, apuntalado por el consumo, no aumenta en los próximos meses, el presidente deberá recurrir a nuevos recortes, y eso podría resultar aún más difícil dado el descontento ciudadano general con la reforma de las pensiones y en medio ya de la campaña electoral.
«Si el crecimiento es del dos por ciento el próximo año y el déficit cae al deseado tres por ciento en 2013, entonces eso no será un problema, pero si los datos económicos decepcionan, se necesitarán medidas correctivas», comentó el economista del Deutsche Bank Gilles Moec. Pero, ¿se tomarán? Ese es el gran interrogante.
Por los suelos.- La popularidad del presidente francés está en mínimos históricos. Los sondeos lo colocan como uno de los políticos más impopulares de la historia gala y siete de cada 10 ciudadanos desaprueba su trabajo.
