Hizo la casualidad, aliada con la diosa Fortuna, que tuviera acceso a la contemplación de una colección privada de postales enviadas desde cualquier rincón del mundo, en donde entre varios centenares de ellas, se encontraban discretamente escondidas siete remitidas por el escultor sepulvedano Emiliano Barral a Don Segundo Gila, a la sazón presidente de la Diputación de Segovia, institución que en 1924 le había concedido una ayuda económica para que ampliara su formación artística por Italia. No puedo negar que mi sorpresa fue mayúscula ante los documentos históricos e inéditos que aparecieron ante mi vista y que venían a ilustrar una etapa de la agitada vida de Barral, plagada de inquietudes artísticas y de fidelidades ideológicas: militantes las primeras en la corriente del realismo escultórico y las segundas, en el del movimiento anarquista. Unas y otras las traía prendidas desde casa: pertenecía a una familia de canteros y su padre, Isidoro Barral, se mostró siempre como un destacado militante anarquista.
Volviendo al tema postal, conseguí, no sin esfuerzos, que el propietario particular de la colección me permitiera fotografiar con el móvil los anversos y reversos de las siete postales, que me parecía interesante poder darlas a conocer a la opinión pública por la trascendencia artística y política del personaje. La única condición que tuve que aceptar para poder hacerme con ellas, fue la de mantener en el anonimato al afortunado poseedor de aquella colección, lo que resulta obvio que no me queda otro remedio que respetar.
Están escritas con una caligrafía de letras entrelazadas, que puede que reflejen la impetuosa actitud vital del autor (tenía prisa por vivir), pero que resultan prácticamente ilegibles para quien no estuviera acostumbrado a descifrar su contenido literario. Pese a ello, hay algunas cosas que si que pueden entenderse, como es la repetida llamada de socorro a su benefactor, para que desde la Diputación le sigan proveyendo de los fondos económicos concedidos. También se lee sin dificultad en una de las postales, concretamente la segunda enviada desde Milán, su encuentro con Luis Quintanilla, quien había de ejercer una importante influencia en la futura obra de Barral, cuando éste regresara a España y se instalara en Madrid.
Espero que el paciente lector tenga más suerte que yo en la comprensión de los textos, que seguidamente se muestran en este medio, en rigurosa primicia.







