El pasado 11 de mayo debí haber presidido la sesión de clausura de la Semana Internacional de Enfermería en el Campus María Zambrano de la Universidad de Valladolid. Un problema de salud, acontecido el día anterior en la propia universidad me lo impidió y me llevó a ser ingresado por urgencias en el Hospital General de Segovia.
Toda mi vida he creído en las causalidades que van más allá del mero azar. La vida me ha enseñado que todo tiene una razón de ser y de alguna manera las cosas suceden muchas veces por una correlación causa-efecto. De la misma forma que podría achacar esta crisis de salud a una acumulación de trabajo que a su vez provoca situaciones de estrés, no parece descabellado pensar que mi ingreso en el hospital haya tenido otra lógica concatenación; lo explicaré. Hace muchos meses que venimos focalizando una parte de nuestro trabajo en la UVa hacia el objetivo de sacar adelante la futura titulación de Enfermería en el Campus Público de esta ciudad. Esta meta largamente ansiada por las personas que habitamos Segovia exige la coordinación de muchos eslabones en muchas tareas muy diversas, en tiempos muy ajustados y con la presión que supone el hecho de que esta ciudad haya estado casi 40 años sin estudios de Enfermería. Este trabajo se realiza sin abandonar el cúmulo de responsabilidades que se deben atender en la Universidad. He tenido la inmensa fortuna – la considero una verdadera causalidad-, de haber podido conocer como paciente el complejo funcionamiento de este hospital público. Por suerte hasta que he cumplido los 65 años, hace tan solo un año, no había tenido mi primer ingreso hospitalario, en el caso anterior, de carácter ambulatorio con motivo de una operación de hernia inguinal en este mismo centro. Ya pude valorar muy positivamente en esa ocasión la atención recibida. Debo aclarar que en estos casi dos años empleados para hacer factibles los estudios de Enfermería en Segovia, hemos tenido varias reuniones con la gerencia del hospital, pudiendo conocer su funcionamiento de manera general para confirmar que el centro será un actor imprescindible en la inminente implantación del Grado.
En esta ocasión durante seis intensos días he tenido la gran oportunidad de beneficiarme de los cuidados y la rigurosa atención sanitaria que se ofrece en el Hospital General de Segovia. Desde mi llegada a urgencias y hasta mi estancia en habitación compartida en la planta de neurología, he tenido ocasión de comprobar en carne propia el riguroso funcionamiento de todos los eslabones de la cadena hospitalaria, desde la primera atención en los boxes de urgencias hasta mi alta hospitalaria. He sido tratado por excelentes profesionales como la doctora Pilar Guerrero o el doctor Julián Berrio, de neurología, este último responsable del informe clínico de alta; he recibido el cuidado de enfermeras y auxiliares de extraordinaria calidad humana y profesional como Sara, Nuria, Sofía, Pilar…, y un impecable informe final de enfermería, firmado por la enfermera especialista, Susana Postigo.
He sido testigo de la atención prestada a casos más graves y a convalecientes que no podían valerse mínimamente, dada su situación clínica. He comprobado el trato y la dedicación ejemplar de todo el personal, incluyendo a celadores y celadoras, que trataban con idéntico mimo y profesionalidad a cada paciente.
La sanidad pública ofrece a toda persona que ingresa en el hospital los recursos necesarios para su tratamiento y curación, sin importar nivel económico, procedencia o condición social. Todos los recursos que exige la dignidad reconocida a cada ser humano. Esto nos iguala en el ideal machadiano expresado por boca de Juan de Mairena “nadie es más que nadie”: lo primero y prioritario es una atención médica terapéutica que tiene el objetivo último de sanar y aliviar el dolor, junto al acceso a los tratamientos y medicamentos prescritos; pero, una vez reconocida esta primera función es al personal de enfermería a quien generalmente le corresponde también, no sólo hacer que se cumplan los protocolos sino, del mismo modo, llevar a la práctica unos cuidados que se plasman en aspectos tangibles como la aplicación de esos tratamientos y la labor de apoyo imprescindible a la labor médico quirúrgica, incluyendo técnicas como la apertura de vías, las extracciones de sangre y otras también intangibles pero a la vez imprescindibles: generar un entorno de confianza con el paciente, reducir su nivel de estrés, minimizar los niveles de incertidumbre e inquietud que generalmente produce la estancia hospitalaria, familiarizando con los espacios quirúrgicos. El saber actuar en los entornos habitacionales que dan cobijo y contribuyen a la recuperación del paciente ingresado, forma parte también de sus múltiples tareas.
La organización hospitalaria en su conjunto, contribuye a convertir el entorno en más familiar y menos hostil: dotar de un vestuario básico, el camisón, el pijama y, en su caso la bata, nos iguala en el derecho adquirido como seres dignos de esa atención hospitalaria; una alimentación individualizada básica para el mantenimiento del paciente y su proceso de recuperación: desayuno, comida, merienda y cena; además de tener en cuenta, las puestas y retiradas de pañal a los pacientes que no pueden valerse por si mismos y los traslados en silla realizados por celadores y celadoras a las diferentes pruebas a las que deban someterse las personas ingreasadas. Todo ello sin desestimar la no poco compleja maquinaria de planificación y la burocracia que exige una adecuada coordinación y celeridad para la puesta en práctica de los necesarios protocolos.
No podemos olvidar que la sanidad pública es, en suma, un verdadero termómetro del estado de la propia democracia. Este escrito tiene una doble vertiente, en primer lugar, como ciudadano agradecido por la labor realizada por el personal sanitario y al mismo tiempo; tiene una segunda vertiente desde la responsabilidad asumida como gestor de una Universidad que ha decidido afrontar la difícil responsabilidad de poner en marcha unos estudios de Enfermería que pretenden preparar para una profesión imprescindible para la sociedad. La carga técnico científica y humanística de estos estudios nos obliga a aprovechar al máximo la dilatada experiencia de la Facultad de Enfermería de la UVa y tener muy claro que el prestigio de una formación vocacional se plasma en el idéntico e insobornable carácter vocacional de su profesorado. Que este elogio de la sanidad pública y de sus profesionales, sirva también como justa alabanza a una profesión que viene avalada por una rigurosa formación en la universidad pública.
* Ciudadano agradecido. Vicerrector del Campus María Zambrano de la UVa en Segovia.
