Nunca se recuerda suficientemente lo fascinantes que son las bibliotecas públicas. Un lugar lleno de libros por descubrir, elegir, llevar a casa y leer sin tener que pagar por ello. Libros que pasan de mano en mano, ideas que pasan de cabeza a cabeza y emociones que lo hacen de corazón a corazón.
Las bibliotecas son lugares de encuentro con los libros, con sus historias, con sus autores y, sobre todo, con otros lectores. La complicidad entre lectores es muy especial: cuando se reconoce a alguien que ha leído un mismo libro, los ojos chispean y automáticamente se expande una sonrisa.
A veces ni se menciona esa coincidencia, pero se sabe y hace que los lectores –que suelen leer en soledad–se sientan, de alguna, manera acompañados. Esa complicidad y compañía es todavía mayor gracias a los clubes de lectura que se están fomentando desde la Red de Bibliotecas de Castilla y León: reuniones en las que se comenta un libro cada mes cuyos ejemplares puede que hayan viajado desde los confines de la comunidad o desde otra.
En nuestro municipio el primer club de lectura de estas características es Liber-Tatem, que cumple este mes su primer año de vida y como su nombre indica es un lugar para hablar con libertad sobre libros. Y se habla. Y se habla mucho. Y se ríe. Y se vuelve a casa más feliz porque se comparte un buen rato en compañía de personas de carne y hueso, después de haber pasado buenos ratos en compañía de personajes de papel y tinta. Y es que los clubes de lectura amplían la mirada. Cada cual hace una lectura diferente del mismo libro: compatible con la propia o totalmente irreconciliable, fundamentada en los sentimientos o en la racionalidad, en la forma o en el contenido. Pero, aunque las lecturas de los otros “escuezan” al ego, se respetan, se escucha los comentarios y, al final, la propia perspectiva se matiza. Buena actitud para la vida y la convivencia, ¿no creen?
