El marqués de San Carlos, don Cayo Quiñones de León Santalla “la armó gorda” en 1877 cuando pidió en el Parlamento, era senador vitalicio del Reino, nada menos que la prohibición de las corridas de toros, haciéndose eco de las iniciativas promovidas por varias Sociedades Económicas de Amigos del País, entre ellas la de Segovia. El tema venía de lejos, de las Cortes de Cádiz entre 1810 y 1812 y, de hecho, Carlos IV en 1805 ya había prohibido en todo el Reino “las fiestas de toros y de novillos de muerte”, aunque en la práctica seguían realizándose.
Hay que reconocer que el marqués de San Carlos, muy vinculado a la provincia de Segovia por sus estancias en el Real Sitio de San Ildefonso, donde falleció en 1898, era heredero de una tradición ilustrada que combatía en España algunas costumbres o prácticas consideradas poco civilizadas, pues desde su posición de senador también luchó por la abolición de la esclavitud en la provincia americana de Puerto Rico o por prohibir la publicidad de las ejecuciones de reos condenados a muerte, en las calles y plazas de las ciudades y pueblos españoles.
El Senado español de la segunda mitad del Siglo XIX era por otro lado una cámara que abordaba miles de asuntos en comisiones específicas, algunas de temas de Estado como los presupuestos y otras como mínimo peculiares como las creadas para el seguimiento de una granja sericícola modelo —para la elaboración de seda—otra para eximir del Impuesto de rifas los billetes de la lotería francesa o las numerosas comisiones de honor que se constituían, por ejemplo, para “presentación a S.M. el Rey del mensaje del Senado con motivo del Regio enlace”.
También se creaban comisiones de recuerdo a distinguidas personalidades fallecidas, para promover una pensión a viudas de los anteriores o para asistir a funerales de senadores, ministros, exministros, etc.
En su tesis doctoral sobre ‘Constitución y funciones del Senado en el reinado de Alfonso XII’, Juana Anadón Benedido, que contó con la dirección de Javier Tusell para este trabajo, sostiene que a lo largo de todo el siglo XIX se reproduce insistentemente un debate entre los partidarios y detractores del bicamerismo, sobre todo en los periodos constituyentes. ‘La Pepa’, la Constitución de 1812 prescindió de esta cámara y no fue hasta 1834 cuando se crean dos cámaras legislativas, los estamentos de próceres y de procuradores del Reino. El primero estaba pensado para nobles y alto clero, principalmente, pero también altos funcionarios, grandes comerciantes e industriales e incluso representantes de las aristocracias intelectuales (universidades, etc.).
Un Arias Dávila, familia muy vinculada a Segovia, Juan José Mateo Arias Dávila y Matheu, conde de Puñonrostro, fue prócer del reino de 1934 a 1936, senador por la provincia de Orense de 1837 a 1841 y senador vitalicio hasta 1850.
Su hijo Francisco Javier Arias Dávila y Carondelet, también Conde de Puñonrostro sí fue senador por la provincia de Segovia en 1876 y senador por derecho propio en 1856 y desde 1877 a su fallecimiento en 1890, además de presidir la Cámara Alta durante cinco años, de 1884 a 1887.
Llama la atención la amplia documentación que tenían que aportar los senadores para su admisión y, por ejemplo, el archivo del Senado incluye en el caso de este conde de Puñonrostro, y no porque fuera su presidente, certificaciones del Registro de la Propiedad de Segovia y de la Alcaldía de Madrona, entre otros documentos como, por ejemplo, una relación de los bienes y rentas que poseía en dominios españoles, certificaciones de Hacienda, etc.
En el expediente de Arias Dávila Carondelet se puede apreciar que fue un senador meticuloso y rígido en el cumplimiento no ya del reglamento sino de la exactitud de las actas de las sesiones, solicitando en varias ocasiones rectificaciones por no corresponderse ‘al dedillo’ con sus afirmaciones.
Por su puesto, su fallecimiento en febrero de 1890 fue motivo suficiente para anular la sesión prevista en el Senado esa tarde y permitir así a los sus señorías senadores asistir al entierro, no sin antes escuchar sentidos discursos de homenaje del entonces presidente, Marqués de La Habana; el ministro de la Gobernación, señor Ruiz Capdepon; el Marqués del Pazo de la Merced, en nombre de la minoría conservadora, y el señor Abarzuza, en representación de los liberales, salpicados de las expresiones de agrado “muy bien, muy bien”, según recoge el Diario de Sesiones de ese 3 de febrero.
De la misma familia noble, Francisco Arias Dávila Bernaldo de Quirós, fue igualmente senador por la provincia de Segovia, de 1903 a 1905 y de 1907 a 1910.
Fue miembro de muchas comisiones de carreteras, curiosamente sólo una en la provincia de Segovia, la que enlazaba Honrubia con la carretera de Aranda de Duero a Ayllón, así como también de comisiones de ferrocarril, tan en auge en esa época. Precisamente se conserva de su puño y letra un ruego al ministro de Fomento “que incline el ánimo de la Compañía de ferrocarril del Norte a fin de que no lleve a cabo el propósito que tiene de que no pasen por Segovia los trenes expresos”. Parecería que esta reclamación es de apenas hace unos meses ¿verdad?
